martes, 24 de febrero de 2015

Tiempo de revoluciones

Me encanta el colofón con el que cierra Jesús Ibañez su artículo "La caza del consumidor". A tener muy presente en momentos como estos que andamos viviendo...
 

"No existe un camino (económico, militar, político o cultural) para la libertad, una puerta para salir de la red. HAY QUE ROMPER LA RED. Pero para romperla valen todos los caminos, porque sus nudos son de naturaleza diferente: cada camino rompe un nudo. No hay camino exclusivo, sino inclusión de caminos. Ha muerto la Revolución (el sueño revolucionario) pero en la nueva vigilia (estad atentos para no caer en las trampas del señuelo) se abre un campo efectivo, descentrado y plural de revoluciones".

martes, 17 de febrero de 2015

Una lectura necesaria

El apoyo mutuo se descubre en la práctica, en el codo a codo, en la construcción colectiva de herramientas de solidaridad. Eso es evidente. Pero al mismo tiempo, y dada la visión del ser humano y de la historia sobre la que se ha construido el capitalismo, podemos tener la sensación de estar descubriendo la pólvora al apostar por esta dinámica de compromiso, cuando en realidad esto no hace más que responder a una tradición bien asentada en la naturaleza desde el principio de los tiempos. Por eso es fundamental asomarse al libro de Kropotkin "El Apoyo Mutuo", que ya hace más de un siglo realizó una revisión de la historia de la evolución animal y humana en la que frente a la consabida "lucha por la supervivencia" argumentaba que no podemos olvidar el apoyo mutuo como uno de los garantes fundamentales de la vida individual y colectiva. Especialmente sugerente me resultan los pasajes en los que revisa el funcionamiento de las "ciudades libres" medievales, y en concreto al hablar de las guildas, esas grandes desconocidas, al menos para mí, pero tremendamente interesantes en su forma de funcionar.
Las guildas son asociaciones o hermandades de  mercaderes en las ciudades europeas de la Edad Media, creadas entre personas que compartían una serie de  actividades en común para darse protección y apoyo entre ellos. Estas a  su vez tenían una serie de reglas que les hacían compartir una serie de  libertades comunes y derechos. Los personas que formaban parte de estas  guildas se consideraban como iguales. Tenían propiedades en común y en  el caso de que surgieran confrontaciones entre ellos solucionaban los  problemas que surgían formando tribunales internos donde se juzgaba la  importancia del delito.

Las guildas podían ser duraderas o por el contrario podían  crearse para solucionar un problema y disolverse cuanto este problema  fuera resuelto. Guildas o asociaciones se dieron lugar entre los siglos  XI y XV y su función era buscar el apoyo mutuo de aquellas personas que  se encontraban en situaciones determinadas que les llevaban a unirse por  medio de la asociación para llevar a cabo sus actividades de una forma  más “llevadera”. En palabras de  Piotr Kropotkin: “La guilda de artesanos de aquellos tiempos vendía por  sí misma los productos que sus miembros elaboraban, y compraban en  común las materias primas para ellos, y de este modo sus miembros eran,  al mismo tiempo tanto comerciantes como artesanos.”

Cuando  el estado comenzó a intervenir en las ciudades, confiscó las tierras y la propiedad de las guildas, y  acabó con su independencia de compra-venta. Comenzó a establecer su  propia burocracia y su control, dejando a un lado el poder que podía  tener las guildas de auto-organización. Se dio  el poder de control a unos pocos para que regularan todas las  actividades de cada ciudad. Comenzaron entonces a expandir su doctrina,  según Kropotkin: “Los jurisconsultos y el clero comenzaron a enseñar,  desde el púlpito, desde la cátedra universitaria y en los tribunales,  que la salvación de los hombres se encuentra en un estado fuertemente  centralizado, sometido al poder semi-divino de uno o de unos pocos; que  un hombre puede y debe ser el salvador de la sociedad, y en nombre de la  salvación pública puede realizar cualquier acto de violencia.”
Y en esas andamos ahora mismo, reclamando soluciones y salvaciones del Estado, en medio de una esquizofrenia que reclama una mayor presencia de este y más auto-organización al mismo tiempo. ¿Qué es lo adecuado en estos tiempos que corren? Yo sinceramente no lo sé. Pero sí que creo que a lo que no podemos renunciar de ninguna manera es a dejarnos empujar por ese instinto de construir con otros nuevos caminos y respuestas, nuevos y renovados apoyos para el día a día.

martes, 10 de febrero de 2015

Un botón de muestra (penal)

Respecto a las cárceles el silencio y el oscurantismo siguen siendo la regla predominante. Y sin embargo es fundamental visibilizar su existencia, utilización y costes, como hace Jorge Oller en su artículo "Repercusiones económicas y ecólogicas del encarcelamiento masivo", del que reproduzco un fragmento a continuación:


El presupuesto de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias de 2014 ascendió a 1.122 millones de euros. Dicho presupuesto es 83 veces superior al del Plan Nacional sobre Drogas y el doble del que recibió el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Empleamos aproximadamente el mismo dinero en prisiones que en Dependencia y 300 millones más que en política de vivienda. Un preso en España cuesta unos 23.725 euros al año mientras que la beca estudiantil media es de 2.500 euros por curso y el gasto en Educación Primaria es de 6.400 euros por alumno. Es decir, por cada persona en prisión podríamos tener casi a 10 personas estudiando con beca o cubriríamos el gasto de casi 4 alumnos de primaria. Pero es que, además, en el presupuesto de la Secretaría General de II. PP. no se incluye el gasto en construcción de infraestructuras penitenciarias.

Si analizamos el periodo de 1997 a 2012, la construcción de prisiones en España ha seguido el vertiginoso ritmo de la burbuja inmobiliaria y se han edificado 60 inmuebles destinados a la reclusión de ciudadanos y ciudadanas. La promoción de estas obras recae en la Sociedad de Infraestructuras y Equipamientos Penitenciarios (SIEP), una empresa pública que subcontrata la ejecución a las “grandes” de sector de la construcción (ACS, OHL, FCC, Sacyr...), que acostumbran a obtener gran parte de sus beneficios del presupuesto público en infraestructuras. Dada la tradicional falta de transparencia de nuestra Administración resulta difícil hacer un cálculo del dinero que se ha empleado en construir prisiones en los últimos años.


Centrándonos en las infraestructuras más costosas económica y ecológicamente, los llamados centros tipo (macrocárceles con capacidad para más de 2000 internos), podemos certificar un coste total de 1.575 millones de euros de dinero público que ha sido invertido en la construcción de 20 centros tipo en 15 años. Algunos de estos Centro Tipo, como el de Archidona o Ceuta, permanecen cerrados pues no hay dinero para su apertura, recordando nuestra triste “tradición” de infraestructuras infrautilizadas como el Aeropuerto de Castellón. Si añadimos el coste de construcción de las prisiones al coste de mantenimiento de un preso en prisión, nos vamos acercando al coste del sistema penitenciario en su conjunto. Pero aún estamos lejos del coste real. Para ello deberíamos prestar atención a un coste que no suele tenerse en cuenta, y es el coste medioambiental.

Las macro-cárceles son ecológicamente insostenibles no sólo porque suponen una infraestructura onerosa y sin beneficio social claro, sino también porque están situadas cada vez más lejos de las ciudades, incrementándose exponencialmente el coste energético por el transporte de personas y suministros. Algunos de los últimos Centros Tipo, como Castellón II, Sevilla II o Madrid VII, están a más de 60 kms del centro urbano más cercano, con lo que los traslados de funcionarios, presos y avituallamiento multiplican su huella ecológica, sin que este gasto en combustible y contaminación sea cuantificado en ninguna parte. Una persona que recorre 120 km en coche produce unos 19.200 gramos de C02 y es obvio que en prisiones donde trabajan más de 500 personas y hay una ocupación media de 1.500 internos, se producen varios cientos de desplazamientos al día. El coste, en este caso, es aún más difícil de calcular pero vuelve ser medioambientalmente inasumible.

Cuando, a lo largo de estos 15 años, crecía el número de personas encarceladas a un ritmo de más de 1.500 al año, no nos preguntábamos como sociedad si este crecimiento era social, económica y ecológicamente sostenible. La vorágine constructora de la época dorada del ladrillo acompañaba y era más fácil edificar prisiones que hacernos preguntas como: ¿faltan prisiones o más bien sobran presos y presas? ¿para qué sirve una prisión? ¿es necesario y razonable encarcelar a cada vez más ciudadanas y ciudadanos? ¿es sostenible esta manera de organizar nuestra sociedad? Quizás ha llegado el momento de intentar contestar estas preguntas.
 

jueves, 5 de febrero de 2015

"Para que la señora pueda tener un desahucio pacífico..."

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"

Pronunció varias veces la frase durante los primeros momentos de diálogo. Bien armado y protegido, con el casco en la cintura y un buen chaleco, como corresponde a un antidisturbios de hoy en día.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"

Jéssica ya había dicho que no iba a oponer resistencia, no le encontraba sentido. Ellos lo sabían, habían hablado con ella antes, pero aún así vinieron decenas de antidisturbios para animarla a que cumpliera su palabra.



"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"

La calle, cortada al tráfico y al paseo. Idas y venidas constantes de policías bien armados y protegidos. Enfrente, un número similar de personas que habíamos acudido en apoyo de Jéssica y su familia, sin más armas que nuestros cuerpos y nuestra palabra.
"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"

Frente al cuestionamiento de quiénes allí estábamos y la invitación a que actuaran en conciencia propia, la respuesta siempre era la misma: ellos sólo cumplían órdenes, si queríamos hablar deberíamos dirigirnos al juzgado o a la Junta Municipal.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico" 

De nada servía citar la Constitución, apelar a su código ético, hablar de Derechos Humanos. Frustrado ante el despliegue de argumentos y cuestionamientos, el policía que habla con las personas allí concentradas zanja el diálogo con un "No me soltéis charlas"

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"

Los antidisturbios se concentran, se colocan los cascos y avanzan en formación, rápidos, como queriendo acabar lo antes posible con esta concentración de gente que incordia y cuestiona el normal funcionamiento de "la ley".

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"

No parece que la cosa vaya a ir a mayores. Jéssica ha subido con algunos compañeros para bajar las cosas que quedan en la casa. Es lo único que queda. Pero el jefe de la unidad se impacienta y quiere demostrar quien manda: "Le dejamos que baje las cosas, pero os vais todos fuera de aquí salvo quienes están arriba. Y le doy ocho minutos para bajar las cosas"

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
Alguien debería explicarle a este jefe de unidad que tratando de amedrentar y humillar va a desencadenar el que la gente se aferre a su dignidad y demuestre que, con miedo o sin él, no quieren ser tratados como despojos. Nos sentamos delante de la puerta, sin más. En silencio.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
Ya pueden ponerse a lo suyo. Amenazan en voz alta con llevarnos a comisaría, nos van levantando persona a persona, aprovechando para "regalar" algunos golpes al descuido y retorciendo muñecas y brazos, aunque no se haga resistencia. No me queda claro si es desahogo, ensañamiento o un protocolo educativo para incitar a la buena obediencia.
"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
Nos identifican. Nos llevan fuera del cordón policial. Esperamos a que baje Jéssica, con su marido. Están rotos, destrozados. En la calle.
"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
Alguien ha llamado al SAMUR para atender las lesiones de muñeca y golpes que algunas personas han sufrido y también a Jéssica y a su marido. Pero la policía no deja pasar a la ambulancia. La calle está cortada. Tampoco nos deja acercarnos a la ambulancia andando. La calle está cortada. Esperamos un rato. Nada.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
Damos un rodeo para llegar hasta el SAMUR. Cuando llegamos encontramos que la ambulancia ha pasado. Pero a nosotros no nos dejan hacer el mismo camino andando. Parece una broma macabra. Volvemos a dar el rodeo de vuelta al principio.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
El SAMUR atiende a varias personas. La policía de repente abandona el lugar. Se restablece el tráfico, pero la ambulancia sigue parada en medio de la calle, no se puede pasar. La gente de los coches se impacienta. El cerrajero que ha cambiado la cerradura de la casa se encuentra atrapado en su coche en medio de un grupo grande de personas que le increpa por haber hecho lo que ha hecho. La policía le deja vendido, abandonado, en medio de quienes venían a frenar el desahucio.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
El sentido común vence a la rabia y no hay más que palabras durante algunos minutos. Poco a poco se encuentra una solución al caos generado por la estampida policial.
"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
Todo vuelve a la normalidad. Todo menos la vida de Jéssica y su marido. Les han echado a la calle, enfrentados al miedo y a la impotencia de no saber que techo y que seguridades poder ofrecer a sus hijos para que puedan construir su futuro.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
No es posible un desahucio pacífico. Un desahucio es violencia, destrozo, dolor, terror. Y sobre esta violencia, más aún. Así es el "orden" de las cosas. O mejor, dicho, así quieren ordenar que sean.

martes, 3 de febrero de 2015

Pensando la Renta Básica

Muy interesante la aportación de José Luis Bonilla aparecida en Diagonal de hacer existir la Renta Básica como posibilidad, aunque sea a nivel teórico, para dejarse empujar por los horizontes que abre pensar esta posibilidad.

"No hay que solucionar el tema de la viabilidad económica de la Renta Básica (RB), antes de pensar como sería nuestra vida con ella. No podemos bloquearnos ahí y abortar la propuesta. Sería un pensar lineal. Debemos desplegar la idea de la RB e imaginarnos con ella para que la fuerza de tal despliegue succione del asunto de la obtención de recursos como sea, tal como sucede en la lógica del crowdfunding. Puede ser un salto tan decisivo, que desde la visión de las transformaciones que movilizaría, es la trinchera que algunos decidimos habitar, convergiendo desde ahí con quienes empujan hace años con vigor para aclarar su viabilidad económica, los compañeros de la Red Renta Bá­sica, que también fueron cuatro gatos y ya no lo son.

¿Qué ocurriría con la propiedad intelectual en un contexto donde los autores disfrutaran de una RB, y además la creación no estuviera mediatizada por la rentabilidad? ¿Hay proyectos que no emergen porque no son traducibles en dinero? ¿Y qué ocurriría con la educación en un mundo que garantizara un futuro económico asegurado?

Sin duda surgiría un nuevo sentido para aquello que se considera que tiene, o no, salida y la coacción curricular que se ejerce desde arriba sobre la educación secundaria y desde ésta sobre primaria e infantil, haría que muchas propuestas pedagógicas alternativas (Summerhill, Waldorf, Tonucci, Willems) dejaran de verse presionadas por temores a la posible inadaptación posterior de los niños.
Aparecería así un giro notable hacia el desarrollo de su potencial creativo, con mayor disponibilidad de asignaturas artísticas y apuntando más a lo íntimo de la armonía de intelecto, emoción y motricidad, que a lo externo de la inserción ocupacional, cueste el esfuerzo que cueste.

Hace poco J. Antonio Marina titulaba perplejo un artículo: “¿Es el esfuerzo un valor de derechas?”. Esa apropiación indebida del bipartidismo para subrayar sus marcas, igual que un banco se apropió del azul y otro del rojo. ¡Saquen sus manazas de los valores y ya de paso de los colores! No sólo no nos representan, sino que tampoco nos ofrecen proyectos integrales porque precisan fragmentar los valores para rotular sus discursos.

Basta de informes PISA que presionen para construir dinámicas de competitividad. Está muy claro que cada cual debe encontrar un equilibrio entre el gusto por hacer cosas y el esfuerzo para llevarlas adelante, y eso es educable. Quienes hemos pasado por Magisterio sabemos que la liberación educativa hace mucho que está teorizada –con diferentes énfasis–, pero está muy lejos de ser aplicada, por la presión social competitiva que la rodea.

La RB nos permitiría esa implementación, al tiempo que propiciaría el suave languidecer del homo economicus. ¡Atrevámonos a imaginar a que tipo de homo aspiramos!"