"Los motivos de conflicto suelen estar vinculados con la disciplina y los ritmos de trabajo, pero los pequeños hechos que los desencadenan están muy lejos de relacionarse con la imagen ideologizada de una clase obrera politizada y portadora de una misión histórica que se tiene en la izquierda. En general son hechos muy puntuales, vinculados a la dignidad de las personas, o lo que éstas conside-
ran como dignidad en un momento determinado de sus vidas.
El concepto de conflicto debe ser despojado también de cualquier carácter ideológico preconcebido. En este caso, conflicto es el momento en que se dicen/actúan en voz alta y en el espacio público, las mismas cosas que en la cotidianidad se vienen hablando/ensayando desde tiempo atrás (Scott, 2000). Con lo anterior quiero decir que el conflicto es cotidiano y reviste las formas de la cotidianidad: se dispara por cuestiones subjetivas, no estructurales, objetivas o ideológicas. Suelen ser conflictos sin sujeto o con sujetos difusos, aun cuando sean personas concretas las que los encarnen. Los individuos se disuelven en el colectivo, no sólo porque se esconden en la multitud para evitar la individualización que generaría sanciones sino, sobre todo, porque es el espíritu de comunidad-multitud lo que legitima moralmente las acciones que son llevadas a cabo por personas concretas. Eso garantiza el silencio protector del colectivo, que suele mantenerse sin fisuras pese a las amenazas.
Cuando el conflicto se institucionaliza deja de ser conflicto y el lugar de la comunidad lo ocupan instituciones, reglas, procedimientos. O sea, burocracias en las que el procedimiento se convierte en el sujeto, velando así las contradicciones de clase, enmascarando los intereses y contradicciones. Cuando el Estado consigue que el procedimiento ocupe el lugar del conflicto, podemos asegurar
que estamos ante una derrota sin paliativos de la clase obrera, que no puede existir fuera del conflicto. Cualquier mirada esencialista o estructural del proletariado, sirve a los intereses del Estado-Nación y va a contracorriente del espíritu de emancipación.
(...)
La multitud triunfa donde la clase fracasa. Por multitud entiendo la comunidad de experiencias compartidas, amorfa, eficiente, espontánea, sorpresiva y sorprendente, sin órganos separados ni jerarquías hacia fuera: la “muchedumbre” estudiada por Rudé, donde las relaciones cara a cara y el contacto directo son insustituibles (Rudé, 1971).
(...)
La clase implica jerarquización de las diferencias internas de la multitud y la operación con planes preestablecidos, en relación instrumental de costos y beneficios. La clase es la institucionalización de la comunidad/multitud y, por lo tanto, su derrota. La multitud cristaliza en clase cuando su poder instituyente se congela en instituciones fijas y permanentes, estadocéntricas (sindicato, partido,
movimiento incluso); en identidades capturables y mensurables por el Estado y transables por el capital. La clase consigue triunfos formales porque ya está derrotada, ya que no puede triunfar allí donde la emancipación tiene algún sentido, en las relaciones cara a cara entre opresores y oprimidos, en la deconstrucción del trabajo abstracto, o sea en el taller."
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