lunes, 31 de octubre de 2022

¿Y si dejamos de resistir?

Vivimos días extraños, tiempos agónicos que nos atrapan entre el derrumbe de algunos (¿o muchos?) logros sociales conquistados a lo largo de décadas y la amenaza inminente de un colapso que no terminamos de saber en qué va a consistir, pero sí que se anuncia bastante catastrófico. Tiempos cada vez más estrechos entre ese pasado que nos abandona y ese futuro que se abalanza, dejándonos un presente cada vez más estrecho y asfixiante. Y en este pequeño espacio en el que vamos haciendo equilibrios para no caer, con lo difícil que nos resulta mirar hacia ese futuro que nos angustia, muchos terminamos girando el rostro hacia lo que vamos perdiendo mientras lanzamos un llamamiento a resistir.

Frente a la destrucción del sistema público de salud, frente al abandono de la escuela pública, frente a la precarización de las condiciones de vida y trabajo, frente al crecimiento del individualismo, la fobia al que es diferente y la polarización social extrema, la consigna es similar desde muchos lados: ¡Resistir! ¡Resistir! ¡Resistir!

Pero frecuentemente en esa resistencia no hay esperanza. Es una resistencia que llama a aferrarse al pasado, a herramientas o dinámicas que en otros momentos funcionaron, pero que van perdiendo pie en la realidad actual. Es una resistencia que apela al deber, a la responsabilidad, atrapando toda la energía en proteger algo agónico y en retirada, sabiendo que no es posible evitarla, pero al menos haciendo su desaparición más lenta, más suave, aunque quizás también más dolorosa.

¿Y qué pasaría si en vez de aferrarnos a esa resistencia liberamos la energía que esta nos consume para poder enfocarla a acoger lo que va llegando y acompañar a partir de ahí los procesos en marcha que nos permitan desarrollar nuevas herramientas? Acoger no quiere decir aceptar o aprobar, sino recibir lo que hay, no lo que nos gustaría que hubiera, no lo que creemos que debería ser, ponernos en movimiento a partir de ahí en vez de tratar de echar el pie a tierra y fracturarnos superados por la apisonadora de estos tiempos cada vez más acelerados.  

Dejar de resistir no tiene porque ser abandonar. Ni dejar de estar donde estamos para escondernos en un lugar cómodo. Ese es otro tipo de parálisis que también nos anula. Dejar de resistir tiene sentido si conseguimos hacer algo tan simple y tan complejo al mismo tiempo como cambiar el foco. Asumir el momento presente, con todas sus dificultades, no como un tiempo del que protegerse mirando al pasado, sino como el espacio en el que es posible sembrar semillas que puedan germinar en el futuro. Semillas que no surgen de la nada, sino que son fruto de todo lo que fue capaz de generar vida anteriormente, aunque ahora no puedan florecer por los vientos que soplan en contra. Semillas que cada cual llevamos en nuestra mochila, pero no como algo estático, ya que se pueden seguir transformando, incluso generando otras nuevas, a través de encuentros, de movimientos que nos llevan, que nos comparten, que nos cruzan con otras personas y grupos permitiéndonos aprender sobre todo de quienes son más diferentes, de quienes nos resultan más invisibles u ocultos.

Este es el gran reto: abandonar la búsqueda del triunfo presente como principal horizonte, levantar la mirada para habitar plenamente los espacios y tiempos por los que nos movemos, dejándonos afectar por la realidad, buscando encuentros que nos empujen a transformar lo posible y a sembrar lo que todavía no lo es, preguntándonos quiénes somos en todo esto junto con otras que andan también en camino, mirándonos, tocándonos y tomándonos el tiempo necesario para reconocernos, para atrevernos a inventar un nombre colectivo en el que muchas se reconozcan para desde ahí transformar cada calle, cada pueblo, cada mundo. 

¿De qué manera situarnos para ser semilla? ¿Cómo poder enriquecerla junto a otras? ¿Hacia dónde dejarla ir?

Los vientos siguen soplando...


Texto que toma muchas ideas de diversos escritos de Amador Fernández-Savater y su libro "Habitar y gobernar"




miércoles, 25 de mayo de 2022

¿De qué participación hablamos cuando hablamos de participación?

 La participación es una de esas palabras que se ha ido transformando en fetiche, que por todos lados se nombra y en ningún proyecto que se precie puede faltar, pero sobre la que hay tantas perspectivas y visiones que cuesta entender a qué nos referimos cuando la utilizamos. 

En los últimos tiempos he revisado más este tema en el ámbito de la Acción Comunitaria en Salud, al encuadrarse más mi actividad en este campo. Y ahí he encontrado algunos materiales interesantes para clarificar las claves de una participación efectiva, primero en la Guía para profesionales sobre Participación Comunitaria, luego con una Guía ciudadana Participar para ganar salud y posteriormente con el esquema de las dimensiones de la participación que recogimos en la Guía de Acción Comunitaria para ganar salud
Ministerio de Sanidad. Acción comunitaria para ganar salud.
O cómo trabajar en red para mejorar las condiciones de vida. Madrid, 2021.



Hasta ahora este esquema me parecía el más completo, al explicar que la participación debe apuntar al mayor grado de interacción/capacidad de decisión posible por parte del vecindario, pero también que dos elementos clave de la misma son el alcance (a cuántas personas se está implicando en el proceso) y la amplitud (la diversidad de las personas que participan).

Sin embargo, revisando las experiencias de trabajo y reflexiones que aparecen en el libro "Recorriendo veredas para colaborar en el desarrollo humano sostenible", que recoge la experiencia de 25 años de trabajo del Programa de Investigación Interdisciplinario "Desarrollo Humano” de la Universidad Autónoma de México Xochimilco, me doy cuenta de que este tipo de abordajes que venía manejando se centran mucho en el "cómo", pero no en el "para qué" de la participación. Y en realidad esta cuestión es clave, quizás la más importante, ya que plantea el sentido que tiene, lo que buscamos al promoverla y hasta dónde podremos llegar con ella. 

En el capítulo del libro dedicado a la participación diferencian dos visiones diferentes sobre esta:
  • Visión instrumental: se invita a la ciudadanía a colaborar en la gestión de proyectos, o políticas públicas locales, incrementando su eficiencia y eficacia. De esta manera, los procesos participativos están dentro de márgenes predefinidos y los instrumentos para la participación son poco flexibles y están diseñados para obtener resultados previstos con anterioridad. 
  • Visión estratégica: pretende desarrollar un proceso participativo "de abajo hacia arriba", que no solo responda a los deseos y demandas de la ciudadanía sino que busque promover cambios en las relaciones entre esta y las instituciones, generando contrapoderes y nuevas formas de consenso   
Frecuentemente se promueve la participación instrumental argumentando que a través de ella se pueden promover cambios que de otra forma no serían posibles. Se considera que otorgando un papel en la toma de decisiones a sectores habitualmente no tomados en cuenta se fortalece el desarrollo de los proyectos y se avanza en el cumplimiento de ciertos derechos sociales básicos. De esta manera, la participación se da por medio de un cierto nivel de representación en espacios de decisión por parte de sectores considerados prioritarios (población en situación de pobreza, mujeres, minorías étnicas). Esto, además, proporciona cierta legitimidad a las acciones a desarrollar y se ofrece como una forma de posibilitar el empoderamiento de estos sectores. Pero un empoderamiento limitado dentro de los márgenes abiertos por la institución. 

A diferencia de la participación instrumental, que se limita a la definición y acotamiento de un conjunto de necesidades a resolver y a la identificación de ciertos satisfactores, cuando la participación se aborda desde una perspectiva estratégica las necesidades identificadas apuntan a generar cambios en el sistema de relaciones técnico-económicas, sociales, culturales y políticas, lo que da a éstas el carácter de necesidades radicales. Así, por ejemplo, esto implica pasar de la salud entendida como necesidad individual a la salud como necesidad de cambiar diferentes relaciones (de trabajo, de género, etcétera) que impactan directamente las condiciones de vida. Implica pasar de la educación asumida como necesidad de instrumentar un cierto conocimiento a la educación como valoración cultural y base para el ejercicio de los derechos sociales, culturales y políticos.

No hay que desdeñar los avances que se pueden lograr con una participación instrumental, pero si ser conscientes de sus limitaciones, sobre todo en relación a abordar las condiciones que originan y reproducen la exclusión social y los factores que explican la negación de los derechos económicos, sociales, políticos y culturales de los sectores a quienes se pretende abrir canales de participación. Es en este sentido en el que la participación estratégica abre nuevas puertas al incorporar el cuestionamiento de las relaciones entre los diferentes actores sociales y de las dinámicas de poder existentes entre ellos, promoviendo una transformación de estas y a una resignificación de los valores y las instituciones.

Participación, sí, claro... Pero, ¿para qué? ¿desde dónde? ¿con quién?

Nadie dijo que fuera fácil... (o, si lo dijo, quizás es que nos estaba engañando).




jueves, 31 de marzo de 2022

En guerra

 "¿Dónde estarán los pobres?", se preguntaba uno de los responsables políticos de la Comunidad de Madrid hace unos días. Que lo que dicen los informes él no se lo cree. 

Igual que hace unos años, en 2017, un compañero suyo, responsable de Servicios Sociales en su momento, reconocía haber encontrado "ausencia de fraude" tras haber investigado a quienes percibían la Renta Mínima de Inserción (porque ya se sabe, a quienes perciben esta prestación que solo se da cuando no se tienen ingresos para poder subsistir hay que vigilarlos bien, que seguro que nos engañan). Con unos niveles de fraude mínimo y unas esperas de varios meses para acceder a una ayuda de subsistencia, ¿Qué decidieron hacer? No, no contrataron más técnicos para tramitar las solicitudes, sino más inspectores para revisar más expediente y comenzar una cascada de suspensiones irregulares del RMI a miles de familias, en procesos que les dejaban en indefensión jurídica, como señaló el Defensor del Pueblo. Una dinámica de acoso constante que continúa actualmente con las trabas burocráticas en el tránsito del cobro de la RMI al Ingreso Mínimo Vital. Así, no es extraño que el Relator de Extrema Pobreza y Derechos Humanos, en su informe sobre la pobreza en España de 2020, destacara el sistema de Rentas Mínimas de Madrid como ejemplo de mala praxis, señalando que "está estructurado intencionalmente para excluir a las personas o está extremadamente mal diseñado"

Tampoco quieren ver chabolas en Madrid, o al menos no las veían en 2015, cuando declararon el fin del chabolismo. Más bien lo que se acabaron fueron los intentos de desarrollar políticas en clave de integración (un proceso analizado en el informe "Realojando Derechos"), pasando a una fase en la que parece que por lo que se apuesta es por la "desintegración" literal de barrios como la Cañada Real, ya que se han hecho más esfuerzos por parte del gobierno regional en criminalizar a la población que vive allí que en garantizar su derecho al acceso a un bien básico como es la electricidad. Y en este esfuerzo por darle la vuelta a la tortilla, en vez de preocuparse en revertir la insuficiencia de políticas de vivienda social (agravada por la venta de vivienda pública realizada por el propio gobierno regional) frente a la gran cantidad de familias que no tienen acceso a un hogar digno, dedican su tiempo y energías a alimentar el miedo a la ocupación, escondiendo que gran parte de quienes recurren a esta opción de alojamiento lo hacen por no encontrar ninguna otra opción para no quedar en la calle y ver romperse su familia. 

Sí que quieren ver, sin embargo, a quienes vienen a España de "turismo sanitario": 50 personas en todo Madrid, según las últimas informaciones. Eso sí, esa búsqueda incansable de barreras para proteger nuestro sistema sanitario ha excluido del mismo a 27.000 personas, sin avisar a muchas de ellas de que se les había dejado fuera y las razones para ello, y con una lista de espera para poder volver a regularizar su situación sanitaria de hasta 6 meses. 

Y qué decir de la educación y la atención a la diversidad y a las niñxs con dificultades de diverso tipo. Quizás el mejor ejemplo del modelo con el que funciona el gobierno de la comunidad de Madrid sea el de la comida basura que se les dio a lxs peques con menos recursos económicos durante los meses de confinamiento del principio de la pandemia: cualquier cosa vale, no merecen mucho más, y siempre es mejor poner la vista en los beneficios empresariales que se pueden generar a su costa, más que en lo que a ellxs les pase. 

Está claro donde está su mirada. También lo que no quieren ver y, sobre todo, lo que no quieren que veamos. No quieren que veamos a quienes viven en pobreza, ni tampoco la manera en la que sus políticas de abandono y maltrato hacia esta población multiplican su precariedad y dificultades.

"Nos tratan como enemigos", decía uno de los participantes en la investigación "La miseria es violencia". Si, así es. Enemigos a los que se ataca de manera constante, privándoles de derechos, incluso de reconocimiento como personas, y generando campañas de desinformación continua que les señalan como culpables de su situación (desgraciadamente, las "fake news" acompañan a quienes viven en pobreza desde mucho antes de que se popularizara este término).

"Nos tratan como enemigos". Sí, así es. Algunos tratamos de luchar contra la pobreza. Otros, como el gobierno de la Comunidad de Madrid, están también en guerra. Pero en guerra contra los pobres. 



P.D. Hoy se anuncian ayudas millonarias en Madrid para situaciones de emergencia. ¿Servirán también para revertir las emergencias creadas por las políticas persecutorias de Renta Mínima? ¿Para las personas desahuciadas por la Agencia de Vivienda Social? ¿Para pagar gastos de calefacción o paneles solares en la Cañada Real con acceso bloqueado a la electricidad? ¿Para ayudar a pagar las medicinas o facturas médicas a quienes han sido expulsadas del sistema sanitario?

jueves, 6 de enero de 2022

Ser mago

 Levantar la vista,

aprovechar la oscuridad 

que esconde el barro cotidiano

para encontrar una pista,

un reflejo

que marque un nuevo rumbo

en búsqueda de horizonte.


Emprender camino, 

fiarse de la sed que empuja

alimentando una nueva esperanza

en medio de la noche.


Confluir, encontrarse,

hacerse compañía

al compartir el paso,

la palabra y los silencios

que acompañan la búsqueda.


Saber esperar el momento,

descubrir el lugar,

atender al milagro

que desde lo más pequeño,

lo más oculto,

lo más despreciado,

se ofrece.


Acercarse.

Agradecer.

Compartir los dones.

Celebrar.


Así, año tras año.

Vida tras vida.


Hoy, esta noche,

levanto la vista

buscando una estrella.


Quiero ser mago.

Eso pido.

Eso me pido.

Eso nos pido.




domingo, 2 de enero de 2022

Ahora


 

Cristales por el suelo.

Rotos.

Gotas de  sangre,

¿de quién son?

Abrazos perdidos.

Risas esquivas.

Añoranzas.


Restos de un naufragio.


Reflejos de un pasado 

que nunca volverá.

Ningún pasado lo hace.

Espejos que escudriñar 

para encontrar las piezas

con las que construir futuro.


Semillas de esperanza.


La semilla siempre rompe

para poder dar vida.

La vida cuando rompe

se regala en semillas.


Ahora.


Nosotrxs.