Acá van a bocajarro algunos extractos, para leer una y varias veces...
"No hay jamás comunidad como entidad, solo como experiencia. Y se trata de la experiencia de la continuidad entre seres o con el mundo. En el amor, la amistad, experimentamos esa continuidad. No hay yo y el mundo, yo y los demás, hay yo, con los míos, en este pequeño pedazo del mundo que amo, irreductiblemente. Ya hay bastante belleza en el hecho de estar aquí y en ningún otro lugar.
Sin
experiencia, aunque sea puntual, de la comunidad, nos morimos, nos
deseamos, nos volvemos cínicos, duros, desérticos. Nuestra necesidad de
comunidad es tan imperiosa que, tras haber arrasado todos los vínculos
existentes, el capitalismo ya no carbura más que con la promesa de
comunidad. ¿Qué son las redes sociales, las aplicaciones de citas, sino
esa promesa perpetuamente incumplida?
***
Sí
desde hace tres buenos siglos individuo y sociedad no han cesado de
afirmarse el uno a expensas del otro, es porque este dispositivo afinado
y oscilante hace girar año tras año esa encantadora bobina llamada
economía. Ahora bien, al contrario de lo que nos pinta la economía, lo
que hay en la vida no son individuos dotados de toda la suerte de
propiedades, de las que podrían hacer uso o de las que podrían
deshacerse. Lo que hay en la vida son apegos, agenciamientos, seres situados que se mueven en todo un conjunto de vehículos.
¿Qué
diferencia gramatical hay cuando yo hablo de "mi hermano" o de "mi barrio" y
Warren Buffett dice "mi holding" o "mis acciones"? Ninguna. Y sin embargo,
en un caso se habla de apego y en el otro de propiedad legal, de algo
que me constituye por un lado y de un título que poseo por el otro. Solo
sobre la base de tal confusión hemos podido figurarnos que un sujeto
como la "Humanidad" podría existir. La "Humanidad", es decir, todos los
hombres arrancados de forma similar de lo que teje su existencia
determinada y fantasmaticamente reunidos en un enorme trasto
inencontrable.
La
operación de la que vive la ficción social consiste en pisotear todo lo
que conforme la experiencia situada de cada ser humano singular, borrar
los vínculos que nos constituyen, negar los agenciamientos en los que
entramos, para a continuación recuperar los átomos, bastante lisiados,
así obtenidos y retomarlos en un vínculo completamente ficticio: el
famoso y espectral vínculo social. De
modo que contemplarse como ser social es siempre aprehenderse desde
fuera, relacionarse consigo mismo haciendo abstracción de uno mismo.
Una sociedad es siempre una alianza, una asociación
voluntaria a la que uno se adhiere y de la que uno se retira de acuerdo
con sus intereses. Se trata, en definitiva, de una relación, de un "vínculo" en exterioridad, un "vínculo" que no toca nada de nosotros y del
que uno se despide indemne, un "vínculo" sin contacto, y en consecuencia
no se trata en absoluto de un vínculo.
***
El
genio de la operación económica consiste en ocultar el plano en el que
comete sus fechorías, ese en el que libra su verdadera guerra: el plano
de los vínculos. No
sufrimos en cuanto individuos, sufrimos por intentar serlo. Como la
entidad individual no existe ficticiamente más que desde el exterior,
ser un individuo exige mantenerse fuera de sí, extranjeros de nosotros
mismos; exige en el fondo renunciar a todo contacto tanto con uno mismo
como con el mundo y con los otros.
Estamos
compuestos por fragmentos, rebosamos de vidas menores. En hebreo, la
palabra vida es un plural, al igual que la palabra rostro. Porque en una
vida hay muchas vidas y en un rostro muchos rostros. Los vínculos
entre los seres no se establecen de entidad a entidad. Todo vínculo va de
fragmento de ser a fragmento de ser, de fragmento de ser a fragmento del
mundo, de fragmento del mundo a fragmento del mundo. Se establece más acá y
más allá de la escala individual. Agencia inmediatamente entre ellas
porciones de seres que de golpe se descubren al mismo nivel, se
experimentan como continuos. Esta unidad entre fragmentos es lo que se
siente como comunidad. Un agenciamiento se produce. Todo encuentro
recorta en nosotros un dominio propio en el que se mezclan indistintamente
elementos del mundo del otro y de uno mismo.
Amar
no es nunca estar juntos, sino devenir juntos. Sí amor no deshiciese la
unidad ficticia del ser, el otro no sería capaz de hacerme sufrir hasta
ese punto.
Lo que la
percepción en términos de vínculos viene a revocar positivamente es toda
la alternativa entre lo individual y lo colectivo. Un "yo" que, en
situación, suena justo puede ser un nosotros de una rara potencia. Del
mismo modo, la felicidad propia de toda Comuna remite a la plenitud
de las singularidades, a cierta calidad de los vínculos, el resplandor
en su seno de cada fragmento del mundo."
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