Es un libro pequeño, pero lleno de experiencia, razonamiento y esperanza que lucha por abrirse paso. Se llama "Horizontes comunitario-populares", y su autora es Raquel Gutiérrez Aguilar, apujntando a lugares muy interes, como el de política en femenino. Así explica lo que es:
El calificativo «en femenino», cuya intención es la distinción
de una forma específica de lo político, busca enfatizar
dos cuestiones.
En primer lugar, establecer que el eje
de atención y el punto de partida de esta forma de lo político es el compromiso colectivo con la reproducción de la
vida en su conjunto, humana y no humana. Siguiendo la
perspectiva analítica de Silvia Federici, quien señala
que una de las más graves consecuencias del histórico
avance y predomino del capitalismo a lo largo y ancho del
mundo es la escisión brutal de la vida humana en dos ámbitos
segmentados y excluyentes: el de la producción —de
mercancías, esto es, de capital— y el de la reproducción
de la vida en su conjunto —incluyendo la procreación—,
recojo el desafío que la autora lanza convocándonos a
pensar lo relativo a las posibilidades de transformación
social —asuntos políticos por excelencia— desde el ámbito
de la reproducción de la vida material y no de alguna
variante en la gestión de la acumulación del capital.
En
segundo lugar, utilizo la expresión «política en femenino»
porque al asumir como punto de partida y eje de lo
político lo relacionado con la producción, la defensa y la
ampliación de las condiciones para la reproducción de la
vida en su conjunto, se hace inmediatamente necesario establecer algún tipo de sentido de inclusión, que es difícilmente
analizable desde cánones clásicos de comprensión
de lo político predominantemente masculinos y ligados
a la acumulación de capital asentados en la consagración
de términos de pertenencia, es decir, de definiciones que
establecen exclusiones y separaciones. Algunas autoras
llaman a estas formas de lo político, formas comunitarias
o incluso, políticas indígenas. Elijo nombrarlas «políticas
en femenino» en tanto su eje y corazón es la reproducción
de la vida material, centro de atención tradicional de la
actividad femenina no exclusiva pero sí crucial y en tanto
su calidad expansiva y subversiva se afianza en la posibilidad
de incluir y articular la creatividad y actividad humanas
para fines autónomos.
Claramente, la política en femenino, en tanto es una política
que no ambiciona gestionar la acumulación del capital,
sino que busca reiteradamente limitarla, es una política no estado-céntrica. Esto es, no se propone como asunto
central la confrontación con el estado ni se guía por armar
estrategias para su «ocupación» o «toma»; sino que, básicamente,
se afianza en la defensa de lo común, disloca la
capacidad de mando e imposición del capital y del estado
y pluraliza y amplifica múltiples capacidades sociales de
intervención y decisión sobre asuntos públicos: dispersa
el poder en tanto habilita la reapropiación de la palabra y
la decisión colectiva sobre asuntos que a todos competen
porque a todos afectan.
Los ejes de esta forma de lo político suelen ser el cuidado-conservación
así como la reapropiación social de la
riqueza y los bienes producidos colectivamente que garantizan
la posibilidad de reproducción de la vida colectiva.
Tal contenido entonces, antes que un modelo de gobierno
señala un camino de vida y de lucha, y confronta
enormes dificultades para expresarse a través de pensamientos
abiertos y flexibles, en medio del enorme cúmulo
existente de nociones y sentidos comunes —centrados en
el predominio del capital, del estado, del mando y de lo
masculino— acerca de lo político que se van volviendo
cada vez más rígidos e impotentes.
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