El apoyo mutuo se descubre en la práctica, en el codo a codo, en la construcción colectiva de herramientas de solidaridad. Eso es evidente. Pero al mismo tiempo, y dada la visión del ser humano y de la historia sobre la que se ha construido el capitalismo, podemos tener la sensación de estar descubriendo la pólvora al apostar por esta dinámica de compromiso, cuando en realidad esto no hace más que responder a una tradición bien asentada en la naturaleza desde el principio de los tiempos. Por eso es fundamental asomarse al libro de Kropotkin "El Apoyo Mutuo", que ya hace más de un siglo realizó una revisión de la historia de la evolución animal y humana en la que frente a la consabida "lucha por la supervivencia" argumentaba que no podemos olvidar el apoyo mutuo como uno de los garantes fundamentales de la vida individual y colectiva. Especialmente sugerente me resultan los pasajes en los que revisa el funcionamiento de las "ciudades libres" medievales, y en concreto al hablar de las guildas, esas grandes desconocidas, al menos para mí, pero tremendamente interesantes en su forma de funcionar.
Las guildas son asociaciones o hermandades de
mercaderes en las ciudades europeas de la Edad Media, creadas entre personas que compartían una serie de
actividades en común para darse protección y apoyo entre ellos. Estas a
su vez tenían una serie de reglas que les hacían compartir una serie
de libertades comunes y derechos. Los personas que formaban parte de
estas guildas se consideraban como iguales. Tenían propiedades en común
y en el caso de que surgieran confrontaciones entre ellos solucionaban
los problemas que surgían formando tribunales internos donde se
juzgaba la importancia del delito.
Las guildas podían ser duraderas o por el contrario podían
crearse para solucionar un problema y disolverse cuanto este problema
fuera resuelto. Guildas o asociaciones se dieron lugar entre los siglos
XI y XV y su función era buscar el apoyo mutuo de aquellas personas
que se encontraban en situaciones determinadas que les llevaban a
unirse por medio de la asociación para llevar a cabo sus actividades de
una forma más “llevadera”. En palabras
de Piotr Kropotkin: “La guilda de artesanos de aquellos tiempos vendía
por sí misma los productos que sus miembros elaboraban, y compraban en
común las materias primas para ellos, y de este modo sus miembros
eran, al mismo tiempo tanto comerciantes como artesanos.”
Cuando
el estado comenzó a intervenir en las ciudades, confiscó las tierras y la propiedad de las guildas, y
acabó con su independencia de compra-venta. Comenzó a establecer su
propia burocracia y su control, dejando a un lado el poder que podía
tener las guildas de auto-organización. Se dio
el poder de control a unos pocos para que regularan todas las
actividades de cada ciudad. Comenzaron entonces a expandir su doctrina,
según Kropotkin: “Los jurisconsultos y el clero comenzaron a enseñar,
desde el púlpito, desde la cátedra universitaria y en los tribunales,
que la salvación de los hombres se encuentra en un estado fuertemente
centralizado, sometido al poder semi-divino de uno o de unos pocos; que
un hombre puede y debe ser el salvador de la sociedad, y en nombre de
la salvación pública puede realizar cualquier acto de violencia.”
Y en esas andamos ahora mismo, reclamando soluciones y salvaciones del Estado, en medio de una esquizofrenia que reclama una mayor presencia de este y más auto-organización al mismo tiempo. ¿Qué es lo adecuado en estos tiempos que corren? Yo sinceramente no lo sé. Pero sí que creo que a lo que no podemos renunciar de ninguna manera es a dejarnos empujar por ese instinto de construir con otros nuevos caminos y respuestas, nuevos y renovados apoyos para el día a día.
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