"Vais
a buscar muy lejos los elementos básicos de vuestra pedagogía. Son
necesarias consideraciones intelectuales y vocablos herméticos cuyo
secreto poseen solamente los universitarios. Es tradicional referirse a
Rabelais, Montaigne y J.J. Rousseau, para hablar sólo de los pensadores
cuya reputación es, desde hace tiempo, inatacable.
Pero,
¿estáis seguros de que la mayoría de estas ideas que los intelectuales
creen haber descubierto no corren ya por el pueblo desde siempre y de
que el error escolástico no es el que las ha minimizado y deformado en
su esencia para monopolizarlas y esclavizarlas?"
"El
pedagogo había preparado sus métodos minuciosamente; había establecido
científicamente, decía, la escalera que debía permitir el acceso a los
diversos estadios del conocimiento; había medido experimentalmente la
altura de los peldaños para adaptarla a las posibilidades normales de
las piernas infantiles; había colocado, aquí y allá, un descansillo
cómodo para tomar aliento, y la barandilla solícita sujetaba a los
principiantes.
El
pedagogo se irritaba no con la escalera, concebida y construida
científicamente, sino con los niños que parecían insensibles a su
solicitud.
Se
irritaba porque todo sucedía normalmente cuando él estaba presente
vigilando el ascenso metódico de la escalera, peldaño a peldaño,
respirando en los descansillos y agarrados a la barandilla. Pero si se
ausentaba un momento, ¡qué desastre y qué desorden! Solamente seguían
subiendo metódicamente, peldaño a peldaño, agarrándose a la barandilla y
respirando en los descansillos los individuos a los que la escuela
había marcado suficientemente con su autoridad, como aquellos perros de
pastor a los que la vida ha educado para seguir pasivamente a su dueño y
que se han resignado a no obedecer ya más a su naturaleza de perros
franqueando senderos y malezas.
La
pandilla de niños se entregaba a sus instintos y hallaba de nuevo sus
necesidades; uno subía la escalera a gatas; otro tomaba impulso y
trepaba por los peldaños de dos en dos, saltándose los descansillos;
incluso había quienes intentaban subir de espaldas, y, a fe mía,
adquirían en ello cierta maestría. Pero, sobre todo, increíble paradoja,
estaban aquellos –y eran la mayoría- para los que la escalera estaba
demasiado falta de atractivos y aventuras, y que, rodeando la casa,
agarrándose a los canalones, franqueando las balaustradas, llegaban
arriba en un tiempo récord, mucho mejor y más rápido que por la escalera
llamada metódica, y, una vez arriba, bajaban por la barandilla como por
un tobogán... para volver a empezar esta ascensión apasionante.
El
pedagogo persigue a los individuos que se obstinan en no subir por las
vías que él considera normales. ¿Se ha preguntado si, por azar, su
ciencia de la escalera no será una falsa ciencia, y si no habrá otras
vías más rápidas y más saludables, que procedan por saltos y por
zancadas; si no habrá, según la imagen de Víctor Hugo, una pedagogía de
las águilas que no suben por la escalera?"
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