Quedan 22 meses de pensiones. Enjoy
25 de
Mayo de
2016
La deuda lo es todo.
Incluso es un modo de comunicación. Desde que empezó la crisis, las
instancias en las que fue posible la democracia --los Estados-- se han
comunicado con las nuevas instancias no democráticas y poseedoras de
poder real --BCE, FMI, Comisión Europea, RFA--, a través de la deuda.
Curiosamente, al parecer, a través de comunicación escrita, explícita y
formal, como la carta del BCE que recibió ZP en 2010, o la carta que ha
enviado Rajoy a la Comisión Europea, en la que habla de una nueva oleada
de recortes. Estilísticamente, son cartas severas y ejecutivas, en las
que, no obstante, se utiliza un lenguaje que aplaza u oculta la magnitud
de lo indicado. Tanto la carta remitida por el BCE como la carta
emitida por Rajoy, suponen una ruptura --radical: el fin, con todas las
letras, de la democracia tal y como quedó en 1945--, si bien no aluden
directamente a ello. Sorprende, aun así, el uso de la palabra escrita
para tratar temas escabrosos, expuestos, en el futuro, a una
interpretación histórica poco épica. Quizás, la explicación es que el
uso de la palabra escrita en momentos de reacción es una suerte de
tradición europea. Obama --otra cultura que, por ejemplo, no gaseó a sus
ciudadanos en el siglo XX-- parece ser que no optó por el mensaje
escrito, sino por una llamada telefónica e informal a ZP. Una llamada
muy importante pues, todo apunta a ello, fue el detonante del abandono
del bienestar en 2010. ¿Por qué los europeos optan por el formalismo?
¿Por qué optan por escribir, de forma vaga pero efectiva, lo que, se
supone, pactan y hablan continuamente y desarrollan, posteriormente, en
documentos de orden legal? Hipótesis: posiblemente, tanto los Estados
como las otras instancias tienen interés en que todo quede por escrito,
por la misma razón que un oficial de artillería siempre pide por escrito
la orden de disparar contra sus propias fuerzas. Para
corresponsabilizarse, para no ser el pringado que vaya a un Consejo de
Guerra. Europa, en fin, y al contrario que los EE. UU., tiene una vasta
tradición de barbarie que, por ejemplo, hizo que esas notas escritas,
ese estilo del comunicado, proliferaran tanto en el siglo XX. Están
volviendo en el XXI. Glups.
Bueno. La deuda es una suerte de comunicación entre los
Estados y sus superiores. Sorprendentemente, esa comunicación se
interrumpe más allá de esas dos instancias. La deuda, lo que está
pasando 24 horas al día, lo que modula la política, la economía, la
crisis social, no sólo aparece poco en la política oficial local, sino
que aparece poco o nada en las campañas electorales, esos momentos de
comunicación política en 3D. La deuda no apareció en las pasadas
elecciones, en su grado y calidad. Y, al parecer, no lo hará, en la
importancia que tiene, en estas. Sobre el concepto
la-importancia-que-tiene: la deuda está vertebrando dos temas que, por
sí solos, suponen una crisis de sistema inviable y, por lo mismo,
suponen una fallida de la política local.
Ninguno de los grandes
partidos parece, en fin, encarar esos dos temas. O, tan siquiera,
verbalizarlos. Se trata de a) el reajuste resultante de las, ejem,
mentiras contables del Gobierno Rajoy a la Comisión. Se trata de un
reajuste pendiente de 8.000 millones, que serán, todo apunta a ello,
10.000 tras la multa que la Comisión impondrá al Estado en julio. Se ha
escogido esa fecha, se supone, para presionar la formación de un
Gobierno sensible a solucionar ese nuevo recorte --la deuda, en fin, es
comunicación, etc.-- y que, según la nota de Rajoy, puede integrar, por
otra parte, nuevos recortes. De lo poco comunicado por los grandes
partidos es que confían negociar el interés y el plazo, posibilidad
inaugurada esta semana en Grecia. Lo que es muy poco y lo que presagia
un nuevo desballestamiento, incalculable y ya difícil de imaginar, en el
Bienestar.
Aun así, el tema a) es la buena noticia, si consideramos
en su verdadera dimensión dramática el tema b). Tema b): el Fondo de
Reserva de la Seguridad Social tiene líquido para poco más o poco menos
de dos años. El Fondo de Reserva de la Seguridad Social es el fondo,
invertido en deuda, que garantiza el cobro de pensiones. Fue creado en
2000, a la luz del Pacto de Toledo, un acuerdo tan sobrepasado en el
tiempo que, en ocasiones, se confunde con el Concilio de Toledo, en el
que los visigodos abandonaron el arrianismo y abrazaron la fe verdadera.
En 2011 el Fondo estaba rollizo y alcanzó un superávit histórico de
66.815 millones de euros. Al año siguiente, el Gobierno Rajoy empezó a
utilizar este fondo intocable, y que hasta ese momento sólo había
crecido, para pagar pensiones, a falta de otro líquido. En tan sólo 5
años de esa dinámica de meter la mano en el cajón, tan telúrica, el
fondo se ha visto reducido hasta la cifra de 32.461 millones. Es decir,
ha perdido cerca de su 40%. Si prosigue esa progresión, hay fondo de
pensiones --es decir, pensiones-- hasta 2018. “O 2017. Todo esto esta
en la web de la Seguridad Social, sorprende, por tanto, que nadie haya
dado la voz de alarma", me dice Juan Moreno-Yagüe, diputado autonómico
andaluz por Podemos y vicepresidente de la Cámara. La única voz de
alarma, de hecho, ha sido una sordina del PSOE, emitida en esta
precampaña, proponiendo crear un nuevo impuesto para sufragar unas
pensiones que, en breve, carecerán de Fondo que las garantice y haga
efectivas. Este problema, y su solución mediante endeudamiento, es lo
que convirtió a Grecia en el Laboratorio de la Humanidad del siglo XXI.
Será curioso cómo nuestra clase política se encuentra de
morros con estas dos consecuencias de la deuda y la austeridad, públicas
y publicitadas, pero no comunicadas por ellos ni, al parecer, asumidas.
Y será curioso ver cómo encara la segunda. En el sistema español, el
pensionista es una pieza clave. Es el que más y más felizmente vota.
Hasta cierto punto, es el sostén electoral de los grandes partidos. Si
la deuda es comunicación entre los nuevos puntos de poder y los Estados,
en España, las pensiones han sido la comunicación entre los grandes
partidos y sus votantes decisivos. Tal vez, la única efectiva y que les
pita, a estas alturas de partido. Al menos, hasta 2017 o 2018.
Una campaña que no se centre en estos dos temas sería un chiste. Y es posible que lo sea.
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