lunes, 4 de octubre de 2021

Sola

 Sola. Estás sola. Sola con tu miedo, corriendo hacia ninguna parte, huyendo de un pasado que no quieres recordar pero que te atrapa a cada momento, a cada minuto. 

Asfixiada.

Agotada.

Rota.

Sola. Sola en casa, encerrada, porque cada vez que sales las miradas te golpean recordándote que estás fuera de órbita. Has llamado a muchas puertas pidiendo ayuda, pero ya no sabes quien hay detrás de ellas, ni siquiera puedes estar segura de que haya alguien. Entre quienes en vez de ayudarte has sentido que te hundían más y el baile de mano en mano de médicos y trabajadoras sociales que van cambiando de sitio, no has podido encontrar una mano que estrechar para sentirte segura. 

Hace poco apareció un médico diferente, que te miró a la cara, que sostuvo la mirada en vez de mantener el baile de mano en mano, de puerta en puerta. De repente, un espacio de reposo, de respiro. Pero no duró mucho. Al cabo de un tiempo, llamaste a la puerta de su consulta y ya no estaba. No había nadie. Había marchado, empujado por quien sabe quién a quien sabe dónde.

Sola. Está sola. Sola con tu miedo una vez más. Hoy salí de la consulta para ir a verte a tu casa, para entender mejor donde quedó atrapado tu sufrimiento. Ya me has dicho, cada vez que hemos hablado, que te has cansado de esperar un apoyo de nuestro lado, que "tu médico" se fue, arrastrando con su marcha el pequeño espacio de confianza y sostén que habíais empezado a construir. Y no te voy a engañar, no sé tampoco muy bien lo que te ofrezco. No puedo asegurar cuanto tiempo podré seguir estando al otro lado de la puerta, ni tampoco sé qué proponerte, tan cansada, tan rota como estás. Solo sé que estoy aquí. Y que la semana que viene volveremos a hablar, si tú quieres. Poco más.

Sola. Asfixiada. Rota. Pero en pie. Sigues en pie. Pese a todos los golpes, todas las lágrimas, todas las pesadillas, sigues en pie. Me hablas temblando, cogiendo aire a cada momento, como si pudiera ser el último. En pie. Aquí estás.

Y yo no sé en qué te puedo ayudar, la verdad. Lo único que sé es que, pese a todo, eres fuerte, más fuerte de lo que muchos jamás seremos. Pese a todo, pese a todos. No sé cómo, pero ojalá encuentre la manera de que te puedas mirar en este espejo en el que veo reflejada tu capacidad de resistir, de sostenerte por ti misma frente al abandono perpetuo. 

Pero no solo tú. Ojalá muchas más puedan asomarse y descubrirte, para desde ahí poder entrelazar las manos. 




1 comentario:

María Andrés dijo...

Ahí esta. En esa puerta hoy.. Si hay alguien....
Me gustan las palabras que le pones al sufrimiento y el sentido sin sentido que tiene que estemos aunque sea, hoy, detrás de la puerta.