Desde que comencé mi compromiso en ATD Cuarto Mundo, siempre me ha impactado el peso de la vergüenza y la humillación que sienten quienes viven en condiciones de mayor pobreza y exclusión, así como la invisibilidad de esta dimensión para muchas de las personas e instituciones que se acercan en muchas ocasiones para ayudar. Por eso, pese a que es difícil de sostener en algunas circunstancias, mantenemos la importancia de no caer en el asistencialismo. Una opción que la lectura del siguiente texto que aparece al final de este libro me ayuda a comprender mejor:
"Desde la perspectiva del receptor,
si las personas le dan caridad por motivos egoistas, su propia disposición a aceptar la dádiva ya
satisface al donante , por tanto, los receptores no tienen ninguna necesidad de
sentir que deben algo a los donantes. Están obligados a dar las gracias, pero no
a sentir agradecimiento. Sólo se esta obligado a sentir agradecimiento hacia aquellos donantes cuya
motivación para dar es exclusivamente su preocupación por los necesitados. En
realidad, los donantes no pueden pedir gratitud, puesto que no actúan con ánimo
de recibirla, aunque por su parte los receptores están obligados a sentirla, puesto
que se benefician de la generosidad de los donantes. Sentir agradecimiento cuando
no se puede corresponder a la amabilidad, tiende a situar a las personas en una
posición de inferioridad. Esta situación cambia si los donantes actúan por
consideraciones egoístas, ya que, en este caso, lo único que deben los
receptores a sus benefactores no es gratitud, sino palabras de agradecimiento.
Se podría pensar que las personas
que están dispuestas a dar caridad por puro altruismo también lo estarían a
hacer sus donaciones anónimamente. Ello liberaría a los receptores de la
necesidad de expresar agradecimiento, aunque no resolvería el problema. El
problema es el sentimiento degratitud, no las palabras de agradecimiento.
Quienes reciben donaciones anónimas quedan eximidos
de dar las gracias, pero no de sentir gratitud. El problema es admitir que están
en una situación de inferioridad tal que les impide corresponder a la
amabilidad que se ha tenido con ellos. Además, los donantes no necesitan que se
les devuelva ningún favor por su dádiva. El principio de reciprocidad de dar y
recibir está roto. Este principio está en el núcleo del problema de la caridad,
un problema que ni siquiera se puede resolver mediante las donaciones anónimas"
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