Este año me ha llegado una reseña del origen de la celebración del Día de la Madre que me parece que es importante rescatar. Porque la propuesta original ha quedado invisibilizada aunque sigue siendo igual de necesaria. Acá va el resumen que hacen de la misma en Plough:
"Mientras países por todo el mundo celebran el Día de las Madres en diferentes fechas del año, en varios países, incluso los Estados Unidos, Italia, Australia, Bélgica, Dinamarca, Finlandia y Turquía, se celebra el segundo domingo de mayo.
Los orígenes de la fiesta oficial en los Estados Unidos se remontan a 1870, cuando Julia Ward Howe, abolicionista mejor recordada como la poeta que escribió " El Himno de la Batalla de la República," se dedicó a establecer un ‘’Día de las Madres para promover la paz. ’’ Howe consagró la celebración a la erradicación de la guerra y organizó las fiestas en Boston durante muchos años.
En 1907, la filadelfiana Anna Jarvis lanzó una campaña para que el Día de la Madre se reconociera oficialmente, cosa que hizo el Presidente Woodrow Wilson en 1914, proclamando un día de fiesta nacional y una "expresión pública de nuestro amor y reverencia hacia todas las madres."
La celebración comercializada de hoy día, con dulces, flores, certificados de regalo y cenas en restaurantes lujosos, tiene poca semejanza a la visión original de Howe. Eso no es nada malo. Pero para que conste, aquí está la proclama que ella escribió en 1870, la cual explica, en sus propias palabras apasionadas, los objetivos originales de la festividad.
"¡Levántense, mujeres de hoy!
¡Levántense todas las que tienen corazones, ya sea su bautismo de agua o
de lágrimas! Digan con firmeza: '’No permitiremos que grandes asuntos
sean decididos por agencias irrelevantes. Nuestros maridos no
regresarán a nosotras apestando a matanzas, en busca de caricias y
aplausos.
No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad, la compasión y la paciencia. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país para permitir que nuestros hijos se entrenen para herir a los suyos. ’’
Desde el seno de la tierra devastada, una voz se alza con la nuestra. Dice '¡Desarma! ¡Desarma!' La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión".
Así como los hombres a menudo han dejado arado y yunque por el llamamiento a la guerra, que las mujeres ya dejen todo lo que queda de su hogar para un día grande y serio de consejo. Que se reúnan primeramente, como mujeres, para conmemorar y llorar por los muertos. Que se aconsejen solemnemente de la manera en la que la gran familia humana pueda vivir en paz, cada uno llevando en su tiempo la impresión sagrada, no de César, sino de Dios.
"En nombre de la maternidad y la humanidad, les pido solemnemente que sea designado un congreso general de mujeres, sin importar nacionalidad, y que se lleve a cabo en algún lugar que resulte conveniente, a la brevedad posible, para promover la alianza de diferentes nacionalidades, el arreglo amistoso de cuestiones internacionales y la gran causa universal de la paz."
No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad, la compasión y la paciencia. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país para permitir que nuestros hijos se entrenen para herir a los suyos. ’’
Desde el seno de la tierra devastada, una voz se alza con la nuestra. Dice '¡Desarma! ¡Desarma!' La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión".
Así como los hombres a menudo han dejado arado y yunque por el llamamiento a la guerra, que las mujeres ya dejen todo lo que queda de su hogar para un día grande y serio de consejo. Que se reúnan primeramente, como mujeres, para conmemorar y llorar por los muertos. Que se aconsejen solemnemente de la manera en la que la gran familia humana pueda vivir en paz, cada uno llevando en su tiempo la impresión sagrada, no de César, sino de Dios.
"En nombre de la maternidad y la humanidad, les pido solemnemente que sea designado un congreso general de mujeres, sin importar nacionalidad, y que se lleve a cabo en algún lugar que resulte conveniente, a la brevedad posible, para promover la alianza de diferentes nacionalidades, el arreglo amistoso de cuestiones internacionales y la gran causa universal de la paz."
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