Dos modelos de seguridad: policial y relacional
El modelo hegemónico de seguridad es un sistema basado en presentar derechos enfrentados (seguridad frente a libertad) y una suerte de polarización ciudadana. La represión de sectores sociales “peligrosos” se justifica en base a la defensa de la seguridad de la ciudadanía “de bien”. Tras varios años de profunda crisis económica, política y social, la evolución de la gestión securitaria en el Estado español se ha caracterizado por enfatizar sus rasgos más represivos y su visión de la seguridad “contra”. Quizá la imagen más elocuente del nuevo escenario sean las vallas y los agentes policiales que hoy custodian el Congreso de los Diputados (¿no tendrían que estar las vallas dispuestas en sentido inverso? ¿Quién amenaza a quién?). Esa imagen nos devuelve el rostro más evidente de un modelo de seguridad en el que el objetivo es proteger el “statu quo” y no defender los derechos humanos de las personas. Ya que, precisamente en este contexto, la ciudadanía aparece cada vez más despojada de derechos y abandonada a su suerte frente a inseguridades provenientes del ámbito familiar, laboral, de salud, etc.
Por contra, en estos últimos tiempos, amplios sectores de la ciudadanía
han puesto en marcha estrategias propias del modelo de seguridad
“relacional”. El trabajo en red, las propuestas barriales y la respuesta
ciudadana frente a las injusticias policiales (por ejemplo,
movilizaciones vecinales contra las redadas racistas) han supuesto un
cambio notable respecto al pasado. La gente ha tomado las calles, para
manifestarse, pero no sólo; también para reunirse en el vecindario, en
un afán de retomar el espacio público y la política cercana.
En suma, en este tiempo las tensiones propias del sistema de seguridad
hegemónico, apuntadas en la entrevista, se han agudizado y se vislumbran
derivas muy preocupantes relacionadas con una grave perdida de
derechos. La criminalización de la protesta y de la pobreza son dos
tendencias en auge. Pero, a la vez, la defensa de otro modelo de
relación ciudadana y de relación con el espacio público está suponiendo
la puesta en práctica diaria de modelos alternativos de seguridad que
retoman el significado inicial ("securitas" = cuidado de
sí) y muestran al mundo modos de organizarse en red, de apoyarse frente a
las injusticias (por ejemplo, el movimiento stop desahucios o las cajas de resistencia en centros escolares para apoyar a profesorado en huelga) mucho más articulados que hace un tiempo.
Estas tendencias se arraigan en torno a necesidades comunes
identificadas por una ciudadanía que reconoce que en el escenario actual
tiene poco que perder. Uno de los lemas de la plataforma Juventud Sin
Futuro es “sin casa, sin curro... sin miedo”. Este tipo de actitud,
fruto de la propia crisis civilizatoria que estamos viviendo, supone un
golpe central contra el sistema de seguridad hegemónico, cuya base de
legitimación es la existencia de una ciudadanía asustada, cuyo miedo es
la justificación de la represión. En suma, estamos ante un momento
crítico, de contraposición de los dos modelos de seguridad, de
deslegitimación del modelo hegemónico, en el que no sabemos hasta dónde
tensará la cuerda el poder político-económico en su deriva represiva.
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