miércoles, 13 de octubre de 2021

No te ven

Cada vez más lejos. Te han desahuciado 9 veces en los últimos 10 años. Nunca nadie te ofreció una alternativa, una vía de salida. Solo puertas cerradas y empujones que te lanzaban cada vez más lejos, a un aislamiento cada vez mayor.

Dicen que el problema es que no te mueves. Pero en estos años has recorrido muchos kilómetros buscando espacios abandonados en los que poder refugiar a los tuyos, desde los que poder seguir construyendo el cuidado cotidiano que os mantiene vivos pese a todo.

Pero las viviendas abandonas han sido clausuradas a cal y canto en la ciudad en la que vivías. Así que los últimos años los habéis pasado en pequeños pueblos, recuperando lugares cada vez en peores condiciones, y cada vez más lejos de donde estaba vuestra vida y del sostén que allí teníais. En ningún lado os volvieron a permitir empadronaros, ni acceder a servicios sociales, ni daros de alta en el centro de salud. Para cualquiera de estas gestiones teníais que recorrer los kilómetros de vuelta a vuestra antigua ciudad, cuando había vehículo y gasolina que lo permitiera.

Esto ha hecho que últimamente tus visitas al médico hayan sido principalmente a las urgencias del hospital, donde has ingresado cada pocos meses. Sin ninguna ayuda ni prestación social, no solo no tienes ingresos, sino que además no tienes la financiación de los medicamentos que viene de la mano de las rentas mínimas. Todos los recursos que anteriormente te permitieron cuidarte y cuidar de los tuyos se han ido esfumando, como si se hubieran quedado amarrados a las paredes de las casas de las que te han ido echando. 

Tu única esperanza era volver a pasar la valoración de discapacidad y poder acceder a una pensión al superar el 65% de minusvalía. Con tantos ingresos hospitalarios en los últimos años y el deterioro tan brutal de tu salud, parecía evidente. Pero no. También esa puerta se cierra. Pese al accidente de tráfico que sufriste de pequeña, y cuyas lesiones van a más con el paso de los años; pese al corazón, los pulmones y el riñón que fallan varias veces al año; pese a la diabetes que se dispara porque sin ingresos no puedes elegir lo que comes o lo que no, sino que tu dieta depende del azar o de la caridad ajena; pese a la depresión que arrastras alimentada por la impotencia y la angustia... Peso a todo eso te dicen que no estás tan mal. 

"¿Cómo es posible? ¿Es que no me ven como estoy?", preguntas. Quizás sea eso. Que no te ven. Para ver necesitan informes de especialistas médicos, traumatólogos, cardiólogos, nefrólogos... Y no, de eso no tienes. Porque a las citas de seguimiento que te dan cuando sales del hospital no es fácil acudir cuando se vive tan lejos y no se tienen medios económicos. Porque tu desesperación no ha sido sellada por un psiquiatra, ya que nadie te mandó a salud mental entre tantos problemas y urgencias. Incluso, como no has vuelto a ir a Servicios Sociales desde que te fuiste de la ciudad , ni tan siquiera has podido pedir un informe suyo que avale que estás en situación de sinhogarismo desde hace años, atrapada en la emergencia constante.

No te ven. No. Como sociedad, cada vez te hemos empujado más lejos, y por eso no te ven.

Ciegos están. Ciegos estamos.

Y, mientras tanto, tú sigues resistiendo, junto a los tuyos. Pese a todo. 

Esa proeza también deberíamos ser capaces de verla.





1 comentario:

Javier Baeza Atienza dijo...

Esto es la evidencia aquella de que no hay más ciego que e que no quiere ver!!
gracias por abrirnos los ojos!!