Por todos lados se habla del auge de la (extrema) derecha, de cómo van señalando los temas que marcan la agenda política, comiéndose el espacio mediático, frente a la cual parece que no llegamos a articular narrativas que de verdad movilicen, sobre todo a las gentes jóvenes que se deslumbran ante el barniz antisistema del que presumen.
Pero este ruido quizás no nos permite ver las cosas tal y como están pasando... ¿Y si esta fachada de rebeldía no es más que una reacción atemorizada ante marejadas de fondo que están alumbrando nuevas maneras de ser y estar, tanto individual como colectivamente, como el feminismo y la acción política diversa, múltiple y dispersa desde el respeto y reconocimiento de todas y todos? ¿Y si no son más que reacciones defensivas desde una coraza que se resquebraja a pasos agigantados? ¿Y si no hay que inventar nuevas narrativas, sino sostener las que desde siempre nos lanzaron a encontrarnos en un abrazo y que siguen haciendo eco?
Es difícil, la verdad, tomar pie en estos tiempos con tan pocas certezas y de tanta confrontación. Buscamos credos que nos den seguridad, pero muchos nos inmovilizan, nos secuestran, nos atan. Por eso me emociona tanto escuchar, una y mil veces, la invitación que hace Silvio:
"Yo quiero hacer un congreso del unido
Yo quiero rezar a fondo un "hijo nuestro"
Dirán que paso de moda la locura
Dirán que la gente es mala y no merece
Mas, yo partiré soñando travesuras
Acaso multiplicar panes y peces"
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