Acá van algunos
apuntes interesantes del último libro de Bauman,
"Daños
colaterales. Desigualdades sociales en la era global",
abordando cómo se enfrenta la inseguridad existencial cada vez más
agudizada en este mundo fluctuante; de una manera tan simple como
cambiando el foco de atención hacia la inseguridad generada por los
diferentes, los extraños que, estando cerca nuestra, terminan siendo
convertidos en amenaza y en chivo expiatorio de nuestro camino en el
alambre.
"Las
incertidumbres con respecto al futuro, la fragilidad de la posición
social y la inseguridad
existencial, acompañantes
ubicuos de la vida en el mundo "moderno líquido", pueden
tener su origen y su fuerza intensificadora en lugares muy remotos;
pero las angustias y pasiones que generan suelen apuntar a los
blancos más cercanos y canalizarse bajo la forma de inquietudes por
la seguridad
personal: estas preocupaciones, a su vez, se condensan hasta
convertirse en impulsos segregacionistas y exclusivistas que conducen
de forma inexorable a enfrentamientos por el espacio urbano."
Sin
embargo, esta obsesión por construir espacios y rodearse de
mecanismos de seguridad que protejan de los "desiguales"
terminan conduciendo a una espiral que eleva las revoluciones del
miedo:
"Cuanto
más tiempo pasamos preocupados por la amenaza que acecha en cada
extraño, y cuanto menos tiempo compartimos con los extraños,
más disminuye nuestra "tolerancia y aprecio
de lo inesperado" y menos
podemos confrontar, manejar, disfrutar y apreciar la vivacidad, la
variedad y la pujanza de la vida urbana. Encerrarse en una comunidad
cerrada con el fin de ahuyentar los miedos es como sacar toda el agua
de una piscina para que los chicos aprendan a nadar sin
riesgos...
Las
pruebas y los síntomas según los cuales la seguridad "es un
problema" nos recuerdan constantemente nuestras
inseguridades. Como lo expresa Anna Minton en su estudio, "la
paradoja de la seguridad es que, cuanto mejor funciona, menos
necesaria debería ser; sin embargo, la necesidad de seguridad
suele volverse adictiva"."
Y
termina compartiendo una experiencia muy gráfica e interesante a
raíz de una propuesta artística que merece la pena retomar:
"Miroslaw
Balka, (...) en una obra
de 2009, exhibida en la Sala delas Turbinas de la galería londinense
Tate Modern, (con) una instalación sencilla pero audaz, (...)
logró lo que una larga fila de académicos se había empeñado por
componer y describir en cientos de libros sesudos y opacos. Las
puertas que daban a la alargada cámara en forma de túnel
estaban abiertas de par en par, señalando un espacio público, e
invitaban a internarse en él. Sin embargo, no había luz al final
del larguísimo túnel que Balka nos instaba a explorar. El interior,
pintado de negro azabache, no podía ser más oscuro. "Oscuro"
es el epítome de lo desconocido -imponente y aterrador- que acecha
en la vivencia de la ciudad. El espacio oscuro es desolación, vacío,
la nada hecha carne: y podríamos sospechar que se ve vacío sólo
porque nuestra vista es mala, porque nuestra capacidad de horadar la
oscuridad es insuficiente, porque nos falla la imaginación. La
vaciedad que perciben los sentidos quizá no sea sino un disfraz que
encubre los más temibles contenidos corpóreos. Nosotros sospechamos
-sabemos- que en un espacio oscuro puede pasar cualquier cosa:
nos acecha lo inesperado y no tenemos idea de cómo enfrentarlo.
Nadie
nos culparía, entonces, si vaciláramos antes de entrar en esa
oscuridad en el caso de estar solos en la Sala de las Turbinas.
Internarse sin compañía en ese agujero negro e inexplorado es algo
que sólo se atreverían a hacer los más temerarios entre nosotros,
o bien los aventureros más irreflexivos. Pero por suerte... ¡hay
tanta gente alrededor que se apresura a entrar! ¡Y hay tanta gente
que Ya está adentro! Una vez que nos sumamos a esas personas,
sentimos su presencia. No es una presencia molesta ni angustiosa,
sino reconfortante y alentadora... Una presencia de extraños
que milagrosamente se transforman en el prójimo. Una presencia que
no engendra angustia sino confianza. Cuando estamos inmersos en
el vacío de lo gran desconocido, que hiela la mente y los sentidos,
la humanidad compartida es nuestro bote salvavidas: la calidez de la
comunión humana es nuestra salvación. Esto es al menos lo que
me dijo y me enseñó la objfa de Miroslaw Balka, y por lo cual me
siento agradecido.
Las
calles de los "espacios defensivos" y las comunidades
cerradas necesitan, idealmente, estar vaciadas de extraños,
incluso si los pensamientos y esfuerzos invertidos en ese trabajo de
limpieza nos impiden olvidar el miedo. El túnel de la Sala de las
Turbinas, en la Tate Modern, por el contrario, está repleto de
extraños, pero también está vacío de miedo: es una zona
totalmente liberada del miedo. Milagrosamente, el más oscuro de los
espacios se ha convertido en la menos temible de las zonas...
(...)
En
síntesis, quizás el efecto más pernicioso, seminal y duradero de
la obsesión por la seguridad (el "daño colateral" que
ésta perpetra) sea la socavación de la confianza mutua, así
como la siembra y reproducción de la sospecha recíproca."
Y
punto.
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