Llevaba mucho tiempo queriendo ver a Carmen París en directo, para poder ser testigo de cómo se desata el vendabal que asoma tras cada una de sus canciones, al tiempo que acompañar alguno de los viajes musicales en los que se embarca. Porque está claro que con esta mujer, que va y viene, que fluye entre raíces y ritmos sin renunciar a los propios pero sin tampoco dejarse encerrar por ellos, dependiendo del momento en el que la acompañes el regalo será muy diferente. Como dice una de sus canciones más famosas, es agua que ha de correr:
Ahora anda sumergida en el jazz, y eso suaviza y estiliza algunas de las asperezas que, para mí gusto, tenían más fuerza. Pero aún así ha sido un auténtico regalo poder deslumbrarme con la presencia y la esencia que regala desde que sale al escenario. Creo que nada resume mejor lo que es capaz esta mujer que esta pieza en la que embruja a través de su dominio de la voz y el djembe;
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