Resulta indignante, por no decir repugnante, todo lo que se mueve en torno a Bankia durante las últimas semanas. Así, no es raro que se empiecen a organizar movimientos de protesta, algunos simbólicos, como las caceroladas a la puerta de los bancos, otros que pretenden tener más recorrido, como toda la dinámica organizada en torno a #15MpaRato.
Pero al mismo tiempo, y mientras aumentan las cifras de miles de millones que se van a inyectar en el banco para "sanearlo y luego venderlo" (en esta dinámica inagotable de socializar pérdidas y privatizar beneficios), en las sucursales de a pie se aprieta el cinturón... de sus clientes. Así, en las últimos semanas he sido testigo de como se embargaba por segundo mes consecutivo una Renta Mínima de Inserción (que por definición es inembargable) por una deuda antigua, dejando a la familia sin posibilidad de hacer frente a las facturas de piso, luz, etc.; y también de cómo a otra persona en situación de gran precariedad se le negaba el pagar la deuda que tiene a plazos (y que al dejar su cuenta en números rojos hace que no pueda cobrar la RMI, ya que cuando entra lo que hace es disminuir la deuda, pero sin llegar a pasar a positivo) para de esta manera poder disponer de un mínimo de dinero para sobrevivir cada mes. En vez de eso se valora si "concederle" un prestamo, con sus correspondientes intereses. De todo se puede hacer negocio, está claro.
Con una mano bien colocada pidiendo dinero, y con la otra apretando la soga al cuello de quienes menos recursos económicos tienen.
Cuando hablaban del posible fin de la Obra Social no sabía que se referían a acabar con quiénes podían beneficiarse esta, la verdad.
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