Por qué estar en desempleo no es no tener trabajo
Eduardo Pérez
Martes 18 de septiembre de 2012.
Si usted ha estado tanto tiempo
buscando trabajo que ya ha tirado
la toalla, no se preocupe, usted no
está en el paro. Tampoco lo está si
está buscando su primer empleo,
si se dedica a tareas domésticas o
responsabilidades familiares o si
asiste a cursos de formación del
Servicio Público de Empleo Estatal
(SEPE, antiguo INEM). Éstos son
algunos de los grupos sociales que
quedan fuera de las dos estadísticas
de desempleo disponibles, tanto
la elaborada por el propio SEPE,
dependiente del Ministerio de
Trabajo, como la realizada por
la Encuesta de Población Activa
(EPA), dependiente del Ministerio
de Economía.
Cada mes, el SEPE hace públicos
sus datos sobre lo que denomina
“paro registrado”. Al basarse exclusivamente
en las personas inscritas
como demandantes de empleo,
quedan fuera automáticamente todas
aquellas personas que, por el
motivo que sea (por ejemplo la escasa
utilidad del SEPE para encontrar
trabajo), no están inscritas. En
este grupo se encuentran, por supuesto,
los 800.000 trabajadores sin
papeles estimados por el colectivo
de investigación Ioé a principios de
2011. También quedan fuera de la
estadística todos aquellos que sí estaban
inscritos pero no renovaron
su demanda, un caso habitual entre
los desempleados que han finalizado
el cobro de la prestación. Estas
exclusiones, consecuencia de la
propia actividad del SEPE, adelgazan
la tasa de desempleo en una
cantidad desconocida de personas
que el organismo no computa,
mientras que la tasa engorda en
menor medida dado que sí pueden
estar incluidas como parados trabajadores
‘en negro’.
Reducir el paro con números
Sin embargo, hay otros tipos de
personas desempleadas que el SEPE
sí cuenta pero excluye deliberadamente
de la tasa de paro. Tras las
reformas emprendidas por los
ministros de Trabajo Joaquín
Almunia en 1985 y Jesús Caldera
en 2008, no son “parados registrados”
las personas inscritas que buscan
un trabajo eventual que no dure más
de tres meses, un empleo de
jornada reducida o inferior a 20 horas
semanales, los solicitantes de
empleo para el extranjero o a domicilio,
quienes se inscriben porque
se lo exigen para entrar en un
proceso de selección específico, los
estudiantes menores de 25 años, los
demandantes de primer empleo,
los asistentes a cursos de formación,
quienes rechacen acciones de
inserción laboral, trabajadores
agrarios subsidiados, los fijos discontinuos
o parte de los trabajadores
afectados por expedientes de
regulación de empleo. Todos estos
sectores son encuadrados en las categorías
de “otros no ocupados” y
“con disposición limitada”. En los
datos del SEPE en julio ascendían,
respectivamente, a 378.238 y
242.183. Los “parados registrados”
eran 4.587.455, pero si sumamos
todas las cifras nos da la friolera de
5.207.876 personas desempleadas.
Estas dudosas prácticas que rebajan
la cifra de personas desempleadas
en el Estado español fueron
criticadas por líderes del PP
en su función de oposición al
Gobierno de José Luis Rodríguez
Zapatero, aunque tras su victoria
electoral se han encargado de defender
la forma en que se elabora
la estadística. Efectivamente, los
propios datos que no computa el
SEPE, sumados a los que esconde,
hacen que la cifra que ofrece
sea actualmente mucho menor
que la de la Encuesta de Población
Activa. Para el Colectivo Ioé, los
datos del SEPE “no deberían utilizarse
como estadística general del
empleo o matizar mucho su uso,
en caso de hacerlo”.
La EPA, que publica sus resultados
trimestralmente, se elabora en
base a una encuesta telefónica a
65.000 hogares. Su carácter de encuesta
relativiza los datos en comparación
con los del SEPE, pero tiene
mayor grado de aceptación que
la segunda dadas sus características,
homologadas a nivel de la UE.
La encuesta no excluye a los trabajadores ‘en negro’, ya que sólo
pregunta si existe actividad laboral,
sin distinguir entre afiliación
o no afiliación a la Seguridad
Social. Así mismo, la encuesta no
indaga sobre la inscripción o no
en el SEPE. Como consecuencia,
la cifra de desempleados ofrecida
por la EPA en julio era de
5.693.100, 1.105.645 más que la
del SEPE. La tasa de desempleo
suponía un 24,63% de la población
activa.
La “búsqueda activa”
No obstante, la EPA también tiene
su definición particular de las
personas en paro. Según su concepción,
parado es quien “busca
empleo activamente”, independientemente
de que esté o no inscrito
en el SEPE. En consecuencia,
varios sectores son, según la
respuesta que den, excluidos de
la población activa y van a parar
al baúl de los “inactivos”, junto
con, por ejemplo, los jubilados.
Entre otras personas desempleadas
que no computan como tales,
están quienes declaran que no
buscan trabajo porque “cree que
no lo va a encontrar”, los afectados
por una regulación de empleo,
quienes cuidan niños, enfermos,
discapacitados o mayores,
quienes se dedican a las tareas del
hogar, los discapacitados que sí
pueden trabajar pero creen difícil
conseguirlo y quienes tienen otras
responsabilidades familiares o
personales.
Según Ioé, la EPA es “el reflejo
de determinadas opciones estratégicas:
lo que interesa es el empleo
‘de mercado’, excluyendo
otras prácticas. Ciertamente la
tendencia de la EPA y encuestas
similares de otros países es a infravalorar
el desempleo cuando
introduce el concepto de ‘búsqueda
activa de empleo’, excluyendo
de la estadística a las personas
desanimadas. Sería más adecuado
introducir a quienes no tienen
trabajo y desearían encontrarlo.
En cierto modo, la exclusión de
quienes no lo buscan, como pasa
con muchas personas con discapacidades,
es una forma de marginación
estadística de los colectivos
más marginados”. Jordi
Berbis, del seminario Taifa, añade
que “la definición de parado
permite barrer bajo la alfombra
situaciones de desempleo con pocas
esperanzas de solucionarse,
pero también situaciones de subocupación”.
¿Qué pasaría si la
EPA cambiara sus criterios y preguntara
“¿Desearías tener un trabajo
remunerado?” a los encuestados?
Gran parte de las personas
“inactivas” pasarían a computar
como “paradas”, lo que seguramente
elevaría la tasa de desempleo
más allá del 30%. El juego
con los números permite a los sucesivos
gobiernos no aumentar la
siempre preocupante alarma social.
Ya lo dijo Mark Twain: “Hay
tres tipos de mentiras: las mentiras,
las malditas mentiras y las estadísticas”.
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