Ahora que ando en tiempo de (mu)danzas, resuena con fuerza esta potente imagen de Micheler sobre la construcción de un nido-hogar recogida por Bachelard en "La poética del espacio":
El pájaro, dice Michelet, es un obrero sin herramientas. No tiene "ni la mano de la ardilla, ni el diente del castor". "La herramienta es realmente el cuerpo del propio pájaro, su pecho, con el que prensa y oprime los materiales hasta hacerlos absolutamente dóciles, mezclarlos, sujetarlos a la obra general." Y Michelet nos sugiere la casa construida por el cuerpo, por el cuerpo tomando su forma desde el interior como una concha, en una intimidad que trabaja físicamente. Es el interior del nido lo que impone su forma. "Por dentro, el instrumento que impone al nido la forma circular no es otra cosa que el cuerpo del pájaro. Girando constantemente y abombando el muro por todos lados logra formar ese círculo." La hembra, torno vivo, ahueca su casa. El macho trae de fuera materiales diversos, briznas sólidas. Con todo eso, mediante una activa ptesión, la hembra confecciona un fieltro.
Y Michelet continúa: "La casa es la persona misma, su forma y su es fuerzo más inmediato; yo diría su padecimiento. El resultado sólo se obtiene por la presión continuamente reiterada del pecho. No hay una de esas briznas de hierba que para adoptar y conservar la curva no haya sido empujada mil y mil veces por el seno, por el corazón, con trastorno evidente de la respiración, tal vez con palpitaciones".
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