- Papá, ¿cuándo gobernarán los unicornios alados?
Así podría subir la montaña sin miedo a caerme.
Una imagen sorprendente, luminosa, soñadora...
Y un poso, un eco que guarda en mi oído
la pregunta que me lanzas.
Porque elevarse agranda el vacío,
lo hace más hondo y solitario.
Mientras, el verde se apaga
junto a la vegetación,
cada vez más escondida
en la memoria.
- Papá, ¿cuándo gobernarán los unicornios alados?
Así podría subir la montaña sin miedo a caerme.
Sí.
Yo también
necesito aferrarme a la belleza
como roca que me salve,
acallar miedos y ansias
confiando en un sostén
que aparece como magia.
Pero no lo es.
No es magia, no.
Es un sueño que me empuja,
un deseo de crear,
de liberar y cuidar.
Un unicornio.
Un unicornio alado
en el que montar
e invitarte
a subir,
a confiar,
a vivir.
- Papá, ¿cuándo gobernarán los unicornios alados?
- En cuanto les dejemos volar.
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