miércoles, 25 de mayo de 2022

¿De qué participación hablamos cuando hablamos de participación?

 La participación es una de esas palabras que se ha ido transformando en fetiche, que por todos lados se nombra y en ningún proyecto que se precie puede faltar, pero sobre la que hay tantas perspectivas y visiones que cuesta entender a qué nos referimos cuando la utilizamos. 

En los últimos tiempos he revisado más este tema en el ámbito de la Acción Comunitaria en Salud, al encuadrarse más mi actividad en este campo. Y ahí he encontrado algunos materiales interesantes para clarificar las claves de una participación efectiva, primero en la Guía para profesionales sobre Participación Comunitaria, luego con una Guía ciudadana Participar para ganar salud y posteriormente con el esquema de las dimensiones de la participación que recogimos en la Guía de Acción Comunitaria para ganar salud
Ministerio de Sanidad. Acción comunitaria para ganar salud.
O cómo trabajar en red para mejorar las condiciones de vida. Madrid, 2021.



Hasta ahora este esquema me parecía el más completo, al explicar que la participación debe apuntar al mayor grado de interacción/capacidad de decisión posible por parte del vecindario, pero también que dos elementos clave de la misma son el alcance (a cuántas personas se está implicando en el proceso) y la amplitud (la diversidad de las personas que participan).

Sin embargo, revisando las experiencias de trabajo y reflexiones que aparecen en el libro "Recorriendo veredas para colaborar en el desarrollo humano sostenible", que recoge la experiencia de 25 años de trabajo del Programa de Investigación Interdisciplinario "Desarrollo Humano” de la Universidad Autónoma de México Xochimilco, me doy cuenta de que este tipo de abordajes que venía manejando se centran mucho en el "cómo", pero no en el "para qué" de la participación. Y en realidad esta cuestión es clave, quizás la más importante, ya que plantea el sentido que tiene, lo que buscamos al promoverla y hasta dónde podremos llegar con ella. 

En el capítulo del libro dedicado a la participación diferencian dos visiones diferentes sobre esta:
  • Visión instrumental: se invita a la ciudadanía a colaborar en la gestión de proyectos, o políticas públicas locales, incrementando su eficiencia y eficacia. De esta manera, los procesos participativos están dentro de márgenes predefinidos y los instrumentos para la participación son poco flexibles y están diseñados para obtener resultados previstos con anterioridad. 
  • Visión estratégica: pretende desarrollar un proceso participativo "de abajo hacia arriba", que no solo responda a los deseos y demandas de la ciudadanía sino que busque promover cambios en las relaciones entre esta y las instituciones, generando contrapoderes y nuevas formas de consenso   
Frecuentemente se promueve la participación instrumental argumentando que a través de ella se pueden promover cambios que de otra forma no serían posibles. Se considera que otorgando un papel en la toma de decisiones a sectores habitualmente no tomados en cuenta se fortalece el desarrollo de los proyectos y se avanza en el cumplimiento de ciertos derechos sociales básicos. De esta manera, la participación se da por medio de un cierto nivel de representación en espacios de decisión por parte de sectores considerados prioritarios (población en situación de pobreza, mujeres, minorías étnicas). Esto, además, proporciona cierta legitimidad a las acciones a desarrollar y se ofrece como una forma de posibilitar el empoderamiento de estos sectores. Pero un empoderamiento limitado dentro de los márgenes abiertos por la institución. 

A diferencia de la participación instrumental, que se limita a la definición y acotamiento de un conjunto de necesidades a resolver y a la identificación de ciertos satisfactores, cuando la participación se aborda desde una perspectiva estratégica las necesidades identificadas apuntan a generar cambios en el sistema de relaciones técnico-económicas, sociales, culturales y políticas, lo que da a éstas el carácter de necesidades radicales. Así, por ejemplo, esto implica pasar de la salud entendida como necesidad individual a la salud como necesidad de cambiar diferentes relaciones (de trabajo, de género, etcétera) que impactan directamente las condiciones de vida. Implica pasar de la educación asumida como necesidad de instrumentar un cierto conocimiento a la educación como valoración cultural y base para el ejercicio de los derechos sociales, culturales y políticos.

No hay que desdeñar los avances que se pueden lograr con una participación instrumental, pero si ser conscientes de sus limitaciones, sobre todo en relación a abordar las condiciones que originan y reproducen la exclusión social y los factores que explican la negación de los derechos económicos, sociales, políticos y culturales de los sectores a quienes se pretende abrir canales de participación. Es en este sentido en el que la participación estratégica abre nuevas puertas al incorporar el cuestionamiento de las relaciones entre los diferentes actores sociales y de las dinámicas de poder existentes entre ellos, promoviendo una transformación de estas y a una resignificación de los valores y las instituciones.

Participación, sí, claro... Pero, ¿para qué? ¿desde dónde? ¿con quién?

Nadie dijo que fuera fácil... (o, si lo dijo, quizás es que nos estaba engañando).




1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante, gracias. Beatriz