Una tarde diferente ha sido esta, si señora. Una tarde en la que nos hemos acercado a aprender a hacer Sarmale, un plato típico rumano, a la zona de chabolas de Cañada. Todo ha salido según lo previsto, es decir, con una total improvisación continua, de manera muy diferente a lo esperado, pero siempre llevad@s de la mano de nuestra anfitriona, que sin darse cuenta nos ha ido abriendo poco a poco muchas puertas hacia más calor humano adornado con curiosidad y risas.
Y así se ha ido llenando la tarde, entre intentos de enrrollar la carne picada en la hoja de repollo y los juegos con l@s niñ@s, much@s niñ@s, invadidos de vida, pletóricos de energía, una gozada auténtica.
La verdad es que ha sido impresionante asistir al espectáculo al que invitan est@s chaval@s. Canciones, juegos, preguntas curiosas expresadas abiertamente, sin tapujos, sin esconderse, risas, más risas... Libertad para moverse bajo la mirada de un@s y otr@s, sostenid@s por la red que a nosotr@s nos cuesta tanto visualizar pero que tanta seguridad les da. Quizás sea red la que les permite mostrarse tan abiertos y entregados, disfrutar con tanta entrega, vivir cada momento con tanta intensidad...
No sé muy bien porqué, pero está claro que est@s niñ@s son diferentes a l@s que pueblan las calles asfaltadas de la ciudad. Como si el asfalto de las normas cotidianas tuviera al resto de niñ@s atrapad@s y separad@s de su fuente vital tan tremenda. No sé, no sé...
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