lunes, 7 de junio de 2010

Jugando con la biopolítica

Desde hace unos meses ando buceando en las aguas de la biopolítica, medicalización y demás cuestionamientos sobre cómo se utiliza el campo de la salud  como excusa para introducir intereses que en muchas ocasiones van en contra de ésta y a favor del beneficio empresarial o de un mayor control social.

El caso es que ando mareado todavía entre tantas lecturas, pero hay una que me ha llamado la atención especialmente, quizás porque al abordar el tema de la infancia conecta con todos los temores que aparecen al mismo tiempo con la perspectiva de ser padre.  Se trata de un artículo de Eduardo Bustelo que se llama "La Infancia en Indefensión", que se complementa con otro del mismo autor, "¿Vida o Calidad de Vida?".

Como se trata de mucho texto, intento resumir lo que más me ha llamado la atención de sus aportaciones:

  • La calidad de vida se ha convertido en el concepto "llave" en torno al cual gira la mayor parte de la práctica sanitaria pública y profesional. Puede tener muchas manifestaciones, todas generalmente asociadas al éxito económico, lo que significa acceso al consumo.
  • En tanto que política de regulación y control de la vida, la infancia y la adolescencia como relación social son una preocupación biopolítica central. Al ser el comienzo de la vida implica que es ahí donde el capitalismo intenta incubar y reproducir su poder, intentando controlar la construcción de la naciente subjetividad mediante diversas técnicas.
  • El objetivo en este sentido sería ir conformando a los niños a lo largo de su desarrollo como meros consumidores cuya máxima aspiración debe moverse en la clave de calidad de vida entendida como capacidad de consumo, anulando su capacidad de desarrollo de capacidades propias en otra línea. 
  • En este contexto general, se presenta la infancia y la adolescencia como un campo en el que se juega con dos claves principalmente: la compasión (que reproduce una relación "protectora" asimétrica, basándose en muchas ocasiones en la necesidad de sentir que se está haciendo el bien, más que en el bien que recibe el "desprotegido") y la inversión (económica para producir una determinada rentabilidad). Esta inversión tendría dos variantes, la "suave", que conecta con la productividad que se desprende de mayores niveles de educación, y la "dura", frente a los niños y niñas que se salen del guión y se convierten en amenaza, de manera que si no se invierte en ellos se generará una situación de "incontención" o desborde que puede generar a la larga mayores costes para la sociedad.
  • Un problema importante en todo este embrollo es la falta de capacidad para auto-representarse a la que se enfrentan los menores, de manera que la defensa de sus derechos quedan en manos de adultos que a veces justifican su intervención con pantomimas de participación infantil. Para que haya una verdadera legitimidad en la representación sin mandato de los niños y niñas es necesario que exista un vínculo comunicativo entre las partes y el deber de los adultos "de aprender con los niños" y de "penetrar cuanto sea posible al interior de la perspectiva de los niños".
Suena un poco duro, pero si se mira un poco alrededor, con tantos niños y niñas inundados de marcas, modas y regalos, uno se pregunta si serán capaces de liberarse de todo esto y aspirar a algo que no sea lo que marquen los medios como la última tendencia. 

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