“La población está muriendo en silencio porque nadie mira hacia la República Centroafricana”
"Hablad de la República Centroafricana porque, si nadie
habla de nosotros, estamos condenados al olvido”. Béatrice Epaye, ex
ministra de ese país, termina con este alegato la entrevista con
eldiario.es y reconoce que, cuando se encuentra frente a un micrófono,
toda su obsesión es hacer girar el foco de la atención política y
mediática hacia Centroáfrica. “El mundo no sabe lo que estamos
viviendo. La población está sufriendo y muriendo en silencio porque
nadie mira hacia la República Centroafricana”, insiste. “Se habla de
Siria o de la República Democrática del Congo, pero nadie habla de RC
ni antes, ni ahora. Es una crisis olvidada”.
Y es cierto. El país, de cuatro millones y medio de habitantes y uno
de los diez más pobres del mundo, sufrió un golpe de estado en marzo y
lleva meses viviendo un clima de violencia insostenible, sin apenas
recibir cobertura internacional.
En
diciembre del año pasado, la coalición de grupos armados rebeldes
Séléka comenzó su descenso desde el norte conquistando ciudades hasta
llegar a Bangui, la capital, donde consumó un golpe de estado que
derrocó al anterior presidente, Francois Bozizé, en el poder desde
2003, al que también accedió gracias a un golpe de estado. El actual
jefe del ejecutivo es Michael Djotodia, cabeza visible de Séléka, que
en marzo anunció elecciones en 18 meses.
Nos encontramos con Béatrice Epaye en Madrid, ciudad a la que ha
acudido con el apoyo de la organización Cuarto Mundo para asistir al
Congreso Internacional sobre la Pena de Muerte, que se celebró la
pasada semana. Epaye es una mujer serena y de conversación pausada,
cuyo tono permanece inalterable, incluso en los momentos más duros,
cuando habla de los asesinatos, desapariciones, saqueos y pillajes que
lleva meses viendo a su alrededor.
Pregunta: ¿Cuál es la situación de su país actualmente?
Respuesta: El golpe de estado produjo un gran cambio en la República
Centroafricana y muchos problemas con los derechos humanos. Desde
diciembre, en su camino hacia la capital, los rebeldes fueron asaltando y
cometiendo asesinatos en escuelas, orfanatos, centros sociales y otros
lugares. Cuando llegaron a Bangui, nos preguntamos qué iba a pasar y
fue exactamente lo mismo que antes: desolación, desapariciones,
pillajes y asesinatos.
En los últimos
meses la capital se ha estabilizado, por el apoyo que hemos recibido
del exterior, pero sigue estando todo muy dividido, el propio
presidente no puede intervenir en algunas zonas de la capital. Bangui
está dividida en áreas encabezadas por diferentes jefes de guerra y
ninguno puede intervenir en la del otro, por eso la situación es
confusa.
Las organizaciones no
gubernamentales que intentan llegar a la población que ha huido de la
violencia también han sido asaltadas. Se han destruido escuelas y
hospitales, pero los rebeldes no permiten crear corredores humanitarios
para llegar a la gente que no dispone de los servicios básicos.
La situación es especialmente complicada en las zonas rurales, en
manos de los rebeldes. Hay población que, huyendo de la violencia, está
viviendo en bosques, donde no hay acceso a nada. Esta situación no
permite a los agricultores trabajar y, si no lo hacen cuando llegue la
época de lluvias, la situación se agravará por la falta de alimentos.
A este contexto hay que añadir otro problema: qué va a pasar cuando se
llegue a una normalización en el país. Los rebeldes han atacado
principalmente a las fuerzas cristianas, profanando iglesias, asaltando
sus propiedades, etc. En la RC nunca ha habido conflictos religiosos y
temo que, cuando acabe la violencia, sea complicada la normalización
de las relaciones entre cristinanos y musulmanes.
P: Usted forma parte del Comité Nacional de Transición que se ha
creado para monitorizar la convocatoria de elecciones libres que se
celebrarán, según anunció en marzo el presidente Michael Djotodia,
cuando se cumplieran 18 meses. ¿Cómo está siendo la transición?
R: Vamos paso a paso. Las autoridades han suspendido la Constitución y
se ha puesto en su lugar el Comité Nacional de Transición, que se
encarga de la nueva legislación. Ya se ha puesto en marcha una hoja de
ruta para la celebración de las próximas elecciones, en las que se
reemplazará al actual gobierno de transición que hay en el país.
El problema es que el país está destruido y arruinado. Las
administraciones locales también lo están y eso, junto a la violencia,
es un impedimento para los registros electorales. Contamos con la
comunidad internacional para que nos ayude durante la transición y para
que se celebren unas elecciones transparentes que apacigüen la
situación que vive el país. Unas elecciones en las que no podrán
presentarse ni el presidente de la república, ni el primer ministro, ni
el resto de personas que están en el gobierno.
P: Teniendo en cuenta la vía por la que han llegado al poder, ¿confía usted en que, cuando llegue el momento, lo abandonen?
R: Si desean que respetemos su palabra, deben hacerlo. En RC seguimos
atentamente lo que está ocurriendo en Madagascar, que vive una
situación parecida a la nuestra: el presidente, que no se podía
presentar, se está presentando ahora. Una vez más, necesitamos el apoyo
de la comunidad internacional para que nos ayude a hacer respetar el
acuerdo y evitar que, tanto el presidente como el primer ministro, se
presenten de nuevo. De lo contrario, volveremos a sufrir la espiral de
la guerra y el país no saldrá adelante.
P: La República Centroafricana, como Malí, es una antigua colonia de
Francia. En el caso de ese país, ante la rebelión tuareg, la respuesta
francesa fue inmediata, pero en la RC la presencia de soldados
franceses se ha limitado al control de los intereses de ese país en la
zona. ¿Se han sentido ignorados por Francia y por el resto de la
comunidad internacional?
R: Sí,
claro. Esperábamos una respuesta más rápida de la comunidad
internacional, como pasó en Malí. Allí se movilizaron rápidamente los
recursos para contener la violencia y reconstruir, pero la crisis que
vive mi país es una crisis olvidada. No nos estamos sintiendo
arropados. Los medios y recursos que llegan de Naciones Unidas son muy
limitados. Necesitamos una ayuda humanitaria que no llega.
Ahora, la Comunidad Económica de Estados del África Central (CEEAC) va
a enviar 2000 soldados que van a ayudarnos a contener a los rebeldes,
para que dejen de cometer atrocidades contra la población y se puedan
abrir corredores humanitarios que hagan llegar la ayuda a las zonas que
lo necesitan. Es necesario que estas fuerzas intervengan también para
ayudarnos a formar unas fuerzas armadas nuevas y preparadas para
estabiliar el país.
P: Si Séléka ya ha llegado al poder, ¿por qué continúa la violencia?
R: Todo el mundo se pregunta eso. Es muy paradójico. Normalmente,
cuando se da un golpe de estado, se tiene una visión, una estrategia,
pero en RC los rebeldes han incorporado a sus filas a mercenarios de
países como Sudán o Chad, a los que no mueve ninguna misión concreta.
Son hombres armados, descontrolados, que están realizando pillajes y
robos. Es decir, están cobrándose la deuda que los rebeldes han
contraído con ellos por su participación.
A
estos mercenarios hay que añadir el reclutamiento de muchos niños. Si
le das un arma un niño, es complicado que vuelva a ser el de antes.
Hoy, muchos niños de la calle, que viven solos y pasan gran parte del
tiempo drogados, entran en estos grupos y comenten verdaderas
atrocidades.
P: Usted
preside La voix du coeur (La voz del corazón), una organización que
atiende a esos niños de la calle. Háblenos de su trabajo.
R: En general, trabajamos con niños que provienen de familias muy
pobres. En muchos casos, están en la calle porque han perdido a sus
padres a causa del sida. Otras veces, uno de los padres ha fallecido y
ellos han quedado a cargo del abuelo o de otro familiar, pero
finalmente abandonan sus casas. También los hay que provienen de zonas
de conflicto. Llegan huyendo a la ciudad y, como no tienen recursos,
terminan viviendo en la calle.
Tenemos
educadores que van a buscar a los menores para sensibilizarlos y
convencerlos de que vengan a vernos. Cuando lo hacen, intentamos
atraerlos dándoles clases de alfabetización para enseñarles a leer y a
escribir y les inscribimos en las escuela para darle una salida que les
saque de donde están. Para ello, trabajamos con otras organizaciones
como como Cuarto Mundo. Una de las mejores formas de llegar a ellos es
la salud. Los atendemos de forma gratuita y reciben medicamentos de
forma gratuita también. Con esa excusa vienen a vernos y así los
conocemos y podemos trabajar con ellos, mandarlos a la escuela y
buscarles familias de acogida.
P: Ha dicho alguna vez que los niños viven en una sociedad paralela.
R: Sí, el trabajo que hacemos con ellos nos ha demostrado que los
niños de la calle tienen una sociedad paralela, que reproduce a nuestra
sociedad. Se reúnen en grupos de 3, 4 o 5, para protegerse de
agresiones externas. Los puedes encontrar en los edificios públicos,
iglesias, estaciones, bancos o mercados. Trabajan de lavaplatos,
limpiabotas, ayudan a llevar la compra o a lavar coches. En estos
grupos o clanes, el jefe no es el más fuerte, sino el más inteligente.
Su interés principal es el de la supervivencia.
P: Las ONG están jugando un papel importante en su país. ¿Cuál será su rol en la reconstrucción?
R: Actualmente, las ONG son las que están junto a la población, las
que trabajan en la base, aunque tienen problemas para hacer llegar esa
ayuda. Médicos sin Fronteras, Cruz Roja o Cuarto Mundo son grandes
entidades que vienen de lejos y están centradas en la ayuda humanitaria,
en satisfacer las necesidades básicas de las poblaciones más
vulnerables, algo muy importante.
Pero no
olvidemos que, cuando el país se estabilice, necesitaremos acciones
duraderas, y ahí el protagonismo lo tendrán las organizaciones
nacionales más pequeñas, que son las que permanecen y las que jugarán
ese papel de ayudar a reconstruir el país con proyectos a largo plazo.
Por eso necesitan también apoyo.
P: A pesar del futuro incierto que planea sobre su país, como ha reflejado en esta entrevista, ¿es usted optimista?
R: Soy optimista porque ya no podemos caer más de lo que hemos caído. Solo queda mejorar.
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