Seguimos con extractos del libro "La potencia de los pobres", de Majid Rahnema y Jean Robert
en torno al trabajo asalariado, su origen y sus consecuencias en el momento actual, que creo que dan luz sobre el momento que estamos viviendo ahora mismo:
"Creyendo restaurar el espíritu de las mutualidades tradicionales, la corona inglesa tuvo la idea de distribuir pan a los pobres, o más bien de darles una ayuda mínima de sobrevivencia calculada sobre el precio del pan en su condado. Para tener derecho a ella, era necesario que los pobres regresaran a su lugar de nacimiento e inscribirse en la oficina de benevolencia parroquial. Esta última “ley sobre los pobres”, fue promulgada en 1795 e inmediatamente atacada por los que se volvieron los “pioneros de la tradición liberal”, es decir los primeros economistas modernos. En vez de socorrer al pobre, hay que transformarlo en un trabajador industrial, esta es la esencia de la propuesta crítica de los economistas. Para conseguirlo, se encerrará al pobre en una situación de no retorno: separar el trabajo de las otras actividades de la vida, es decir, desacreditar y destruir el trabajo vernáculo, acabar con todas las formas orgánicas de la existencia, “y reemplazarlas por un tipo de organización diferente, atomizado e individual".
(...)
Hacia 1980, la imagen del pobre empezó a reaparecer en los debates. (...) Librados sin medios de defensa conceptuales y prácticos a una totalidad coercitiva, cuyo surgimiento brusco, imprevisto, indescifrable, les dejaba atónitos, estaban como suspendidos entre dos eras, una, pasada sin retorno, de explotación, de plusvalía, ahora acabadas y, la otra, un vacío en el que no eran nada, extranjeros en lo que fue su ciudad, su barrio, su pueblo. Ciertamente, hubo épocas de angustia más dolorosa, miserias más ásperas, atrocidades más inenarrables, nuevos órdenes de crueldad más ostentosa; pero ninguna fue tan fría, generalizada y drásticamente peligrosa como ésta. ¿Cuándo, actores a pesar nuestro de este show grotesco, tomaremos conciencia de que cada nuevo giro de tuerca que nos hacen ver como un ajuste coyuntural es un paso hacia una transformación deliberada de la condición humana? Que no hay crisis sino voluntad de mutación.
(...)
El desempleo se ha vuelto permanente, endémico y reprimible, y todos los economistas y la mayor parte de los políticos lo saben. Las políticas de empleo, callejones sin salida paralizantes, vías muertas devastadoras, se han vuelto impedimentos para los trabajadores desempleados para buscar otros caminos y entender las razones profundas de lo que les pasa.
(...)
Ya no es la abundancia de la oferta de la mano de obra que baja los precios del trabajo, es su utilidad decreciente y la reducción progresiva de la oferta de empleo. Es el descubrimiento del tándem economía-técnica que instrumentos muchas veces menos “caros”, más “fiables” y más “productivos” pueden ahora tomar el lugar de trabajadores siempre insatisfechos y reivindicativos. Contrariamente a lo que se produjo en las crisis pasadas, esta escasez del empleo es endémica e irreversible. Después de la revocación de la “ley de los pobres”, el miedo del hambre conducía a los pobres hacia el trabajo necesario para la acumulación del capital. Hoy los trabajadores son cada vez más superfluos, ya no pueden nutrir la esperanza de que el trabajo les vuelva libres. Pero hace poco todavía, nadie imaginaba que la liberación de la carga del trabajo sería una catástrofe, ni que se iba a producir como un fenómeno clandestino. ¿Quién hubiera imaginado que un mundo capaz de funcionar sin el sudor de tantas frentes iba a ser tan rápidamente recuperado por un reordenamiento social que empujaría a los trabajadores ya no a ser explotados, sino a ser excluidos del trabajo, y que la disminución de la necesidad del trabajo conllevaría no una capacidad creciente de “apreciar, asumir y celebrar su estado de ser vivo”, sino una coerción también creciente, agravada, de humillaciones, de privaciones, de carencias y, sobre todo, de más servidumbre?
Sólo la apropiación del tiempo libre volvería a los trabajadores desempleados libres, pero les resulta imposible por los rituales que el desempleo impone a los desempleados. El trabajo hubiera podido disminuir sin que el empleo escasee. Los trabajadores, más que entrar en competencia por las horas de trabajo realmente ofrecidas, hubieran podido ponerse de acuerdo sobre compartir las horas desempleadas y hacer de ellas horas libres productivas. Una disminución gradual y concertada del trabajo para todos hubiera podido desembocar en una nueva arquitectura social de libertade."
No hay comentarios:
Publicar un comentario