Otros extractos más del libro "La potencia de los pobres", de Majid Rahnema y Jean Robert, que parece inagotable. Esta vez sobre la revolución y la utopía, con una perspectiva muy interesante y actual:
"La utopía es imaginada como un orden alternativo que no tiene anclaje en el aquí y ahora y cuya realización justificaría un gran incendio: la revolución. O también, ésta puede ser concebida como un “golpe de estado” a la cumbre que tendrá que reemplazar un orden por otro y debe, desde ya, estar cuidadosamente planificado. Este es por ejemplo el dilema de los que, intentando analizar el mundo como sistema, o un sistema-mundo, constatan sus disfunciones y proponen reemplazarlo por un nuevo sistema. Concebida así, la revolución no es una construcción común sino un proyecto elitista que, en el nombre de un ideal o de un pueblo, se pone en marcha para él, jamás por él, para reemplazar un orden por otro.
(...)
La desutopía radical es, al contrario, una ruptura con esta ideología. En lugar de proyectarse en el ideal, se proyecta en el plano material y práctico. Además, una filosofía desutópica debe revelar las fuerzas reales en obra detrás de toda tentativa de ruptura con la ideología de mercado. Debe ser portadora de un proyecto de potencia en el libre juego de los encuentros, juego con efectos esencialmente imprevisibles. En este sentido, la desutopía es una alternativa muy real de la que podemos decir que su posibilidad ya existe entre nosotros.
(...)
La utopía es de esta manera recuperable porque ella incita a padecer la crisis del mercado esperando mejores futuros. La desutopía invita al contrario a vivirla en su tensión constitutiva y a superarla por una praxis que tienda a la constitución de una nueva realidad. Más que una resistencia a la crisis, la desutopía es lucha contra el no-ser, los poderes de destrucción y el vacío ontológico. Es el descubrimiento de un horizonte revolucionario real y futuro.
(...)
Regresado a “su plano de inmanencia,” el proyecto revolucionario no sabría reducirse a hacer la revolución, como si se tratara de programar un “futuro de la revolución” dependiente de la voluntad de un Homo faber. Este proyecto está más bien absorbido en los corrientes, salvajes e imprevisibles que cargan los devenires revolucionarios de una sociedad, por un trabajo interior constante sobre sí, y por la construcción de nuevas relaciones en el aquí y ahora, a lo largo de encuentros cuyo efecto no está jamás conforme a un plan."
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