domingo, 9 de junio de 2013

Desutopía y revolución

Otros extractos más del libro "La potencia de los pobres", de Majid Rahnema y Jean Robert, que parece inagotable. Esta vez sobre la revolución y la utopía, con una perspectiva muy interesante y actual:

"La utopía es imaginada como un orden alternativo que no tiene anclaje en el aquí y ahora y cuya realización justificaría un gran incendio: la revolución. O también, ésta  puede  ser  concebida  como  un  “golpe  de  estado”  a  la  cumbre  que  tendrá  que reemplazar un orden por otro y debe, desde ya, estar cuidadosamente planificado. Este es por ejemplo el dilema de los que, intentando analizar el mundo como sistema, o un sistema-mundo,  constatan  sus  disfunciones  y  proponen  reemplazarlo  por  un  nuevo sistema. Concebida así, la revolución no es una construcción común sino un proyecto elitista que, en el nombre de un ideal o de un pueblo, se pone en marcha para él, jamás por él, para reemplazar un orden por otro.

(...)

La  desutopía  radical  es,  al  contrario,  una ruptura con esta ideología. En lugar de proyectarse en el ideal, se proyecta en el plano material y práctico. Además, una filosofía desutópica debe revelar las fuerzas reales en obra detrás de toda tentativa de ruptura con la ideología de mercado. Debe ser portadora de un proyecto de potencia en el libre  juego  de  los  encuentros,  juego  con  efectos esencialmente imprevisibles. En este sentido, la desutopía es una alternativa muy real de la que podemos decir que su posibilidad ya existe entre nosotros.

(...)

La utopía es de esta manera recuperable porque ella incita a padecer la crisis del mercado esperando mejores futuros. La desutopía invita al contrario a vivirla  en  su tensión constitutiva y a superarla por una praxis que tienda a la constitución de una nueva realidad. Más que una resistencia a la crisis, la desutopía es lucha contra el no-ser, los poderes de destrucción y el vacío ontológico. Es el descubrimiento de un  horizonte revolucionario real y futuro.

(...)

Regresado a “su plano de inmanencia,” el proyecto revolucionario no sabría reducirse a hacer la revolución, como  si  se  tratara  de  programar  un  “futuro  de  la  revolución” dependiente de la voluntad de un Homo faber. Este proyecto está más bien absorbido en los corrientes, salvajes e imprevisibles que cargan los devenires revolucionarios de una sociedad, por un trabajo interior constante sobre sí, y por la construcción de nuevas relaciones  en  el  aquí  y  ahora, a lo largo de encuentros cuyo efecto no está jamás conforme a un plan."

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