Cuando la desesperación alza la voz y se lanza al ataque, a por una presa en la que poder desahogar tanto dolor e impotencia, la frustración se torna fuerza; un objetivo parece permitir recuperar la vitalidad perdida; la muerte se disfraza de vida, aunque sea por un momento fugaz.
El carnaval de la rabia.
Cuando la fatiga y la desesperanza se unen tras golpear un día y otro, mes tras mes, entrelazando años, los labios se sellan callando rescoldos de sueños cada vez más lejanos; el vacío llena las manos cansadas de querer sentirse útiles; el vidrio se adueña de la mirada para proteger los restos del naufragio; la nada se asienta como dueña.
La ejecución del silencio.
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