Cuanto más leo a Lewis Mumford más aprendo y me apasiona revisar la historia siguiendo las huellas de la vida para no vernos encerrados así en el callejón sin salida de la máquina y la técnica deshumanizada. Acá va un ejemplo de su imprescindible libro "El pentágono del poder"
"Nadie cuestiona los enormes beneficios que ya ha ofrecido en tantos ámbitos la eficiente metodología científica; pero hay que poner en tela de juicio el valor de un sistema que está tan separado del resto de necesidades y metas humanas que el propio proceso camina solo de forma automática sin otro objetivo visible que no sea mantener el aparato industrial en un estado de productividad incesante capaz de acumular poder y producir ganancias. Lo que hoy se llama «investigación y desarrollo» es un proceso circular.
En el universo de la ciencia en deflagración, los fragmentos dispersos se alejan del centro humano con una aceleración creciente. A causa de nuestro ensimismamiento en la velocidad y la productividad, hemos hecho caso omiso de la necesidad de evaluar, corregir, integrar y asimilar socialmente lo que se produce. En la práctica, esto ha dado lugar a una incapacidad para utilizar algo más que un pedacito del corpus de conocimiento existente; sobre todo, lo que esté de moda o sea disponible de inmediato, porque así podrá explotarse comercial o militarmente. Esta actitud ya ha producido unos estragos formidables en medicina, como podrá asegurar cualquier especialista íntegro y competente, y los resultados son cada vez más obvios en todas las demás actividades profesionales.
¿No va siendo hora, pues, de que empecemos a hacernos ciertas preguntas acerca de la ciencia como tecnología; preguntas que Bacon, debido a su posición histórica, no podía hacerse a sí mismo por falta de información? ¿Estamos seguros de que el control de todos los procesos naturales mediante la ciencia y la técnica es un método efectivo por sí mismo de aliviar y mejorar la condición del hombre? ¿No es posible llegar a un exceso de inventos, como lo es un exceso de alimentación, capaz de causar similares perjuicios y trastornos en el organismo? ¿No tenemos ya suficientes pruebas de que la ciencia entendida como tecnología puede tornarse, debido a su crecimiento desmedido, cada vez más irrelevante para cualquier empresa humana, excepto la del tecnólogo o las multinacionales; de que, de hecho, como ocurre con las armas nucleares o bacteriológicas, puede ser no solo fríamente indiferente sino hostil al bienestar humano?
Vayamos aún más lejos. ¿Qué criterio racional nos impulsa, apoyándonos en premisas puramente baconianas, a ahorrar tiempo, contraer el espacio, aumentar el poder, multiplicar las mercancías, violar las leyes orgánicas y sustituir a los seres vivos por mecanismos que los imitan o magnifican enormemente alguna de sus funciones aisladas? Todos estos imperativos, que se han convertido en los cimientos de la «ciencia como tecnología» de nuestra sociedad, parecen axiomáticos y absolutos solo porque no se los pone a prueba. En términos de la imagen orgánica del mundo que está naciendo, estas ideas aparentemente «avanzadas» están obsoletas.
Aunque solo sea porque la ciencia como tecnología haya empezado a dominar todas las facetas de la ciencia, estamos obligados, aun por pura supervivencia, a corregir los errores que Bacon pasó por alto y suscribió sin darse cuenta. Hoy, la ciencia hace que todo sea posible, como creía Bacon: pero ello no hace que todas las cosas sean deseables. Una tecnología sensata y viable, vinculada de forma estrecha a las necesidades humanas, no puede basarse en la máxima productividad como objetivo supremo: por el contrario, ha de aspirar, como en los sistemas orgánicos, a proporcionar la cantidad adecuada de la calidad precisa en el momento conveniente, en el lugar oportuno y en el orden correcto para obtener el fin apropiado."
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