viernes, 11 de septiembre de 2015

Refugiados e Inmigrantes

Importante apunte el que señala Albert Sales en su blog:

Refugiados sí, inmigrantes no… La función social de clasificar los movimientos migratorios



Se consolida en Europa la idea de que las migraciones se justifican según su causa. Se acoge a quien huye de una guerra (no sin antes haber pasado por un largo período ignorando el sufrimiento ajeno causado por la propia geoestrategia occidental), pero se expulsa a quien huye de la devastación económica. No se trata de un retroceso en la mentalidad colonial europea. Se hace explícito el funcionamiento habitual de las instituciones incorporándolo en las conversaciones cotidianas de la ciudadanía. Al fin y al cabo, las políticas en torno a la acogida de refugiados de la última década ha estado marcada por graves restricciones en la concesión del estatuto de refugiado/a. Al solicitante de asilo se le considera siempre sospechoso de utilizar conflictos bélicos y políticos para justificar un proyecto migratorio económico.
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Miguel Brieva

La constante diferenciación entre refugiados e inmigrantes construye una nueva frontera. Una línea de sufrimiento a partir de la cual se justifican, se comprenden y aceptan selectivamente los movimientos migratorios. La sociedad de acogida – aquella ciudadanía con ciertos derechos reconocidos- evalúa a quien acoge en función de cuál sea la terrible situación de la que el migrante escape. Interiorizamos que es legítimo escapar de las atrocidades de una guerra pero no de la devastación económica causada por 300 años de colonialismo capitalista.

El actual estado de opinión respecto a la gestión de fronteras de la UE debería servir para reflexionar. Aceptar la libre circulación de capitales y mercancías como una consecuencia inevitable del devenir de la historia mientras se construyen fronteras cada vez más impermeables tiene toda la lógica del mundo… si el objetivo es la explotación y el sometimiento de pueblos y personas a los intereses del capital. La yuxtaposición de la libertad de ataduras políticas para las fuerzas económicas y la sumisión de las personas (léase de las personas empobrecidas) a un exhaustivo control de movimientos solo es posible gracias a dos grandes herramientas de destrucción de las consideraciones morales y de la empatía humana: el miedo y las “leyes de los mercados”.


Las imágenes del éxodo sirio han abierto una pequeña grieta en la convicción mayoritaria de que no hay otra reacción posible a los movimientos migratorios que ponerle vallas al campo. Si esta “crisis de refugiados” no sirve para romper la hegemonía ideológica que problematiza y criminaliza las migraciones tan solo estaremos posponiendo debates y tensiones. ¿Qué pasará cuando se apague el fogonazo de solidaridad de consumo? ¿Y cuando las familias refugiadas entren en los circuitos de atención social? ¿Y cuando se generen conflictos y la demagogia fascista encuentre su espacio para la criminalización? ¿Habrá entonces “sirios buenos” y “sirios malos”?


Avergonzarse de no abrir las puertas al pueblo sirio obliga a plantearse si no es igualmente vergonzoso ignorar a las familias de Eritrea, que llevan años en éxodo a causa de una guerra silenciada por los medios (por mencionar un conflicto entre tantos). Pero también debe llevar a cuestionar lo vergonzoso que resulta cerrar las puertas en las narices de quienes huyen de sus países porque empresas occidentales han destruido caladeros de pesca, se han apropiado de tierras de cultivo, han capitalizado la extracción minera

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