martes, 19 de julio de 2011

Los parados felices

Ahora que tras las manifestaciones de Rosell se ha levantado de nuevo la polémica y se hacen llamamientos en favor de los desempleados, no está de más enriquecer el debate y sacarlo de la dicotomía trabajo/paro. Porque mientras nos mantengamos ahí nos encerramos en un escenario en el que el trabajo es la única solución vital válida, pese a lo que supone de cosificación de la persona, sumisión, etc.

Por eso merece la pena abrir espacios a textos como el del Manifiesto de los parados felices, redactado en Berlin hace ya 15 años, pero que sigue con plena vigencia. Ahí va un extracto:


"El zapatero o el carpintero se enorgullecían de su arte. Y hasta no hace mucho los trabajadores de los astilleros se emocionaban al ver zarpar el barco que habían construido. Esta sensación de ser útil a la comunidad ya no existe en el 95% de los trabajos. El sector «servicios» sólo emplea peones intercambiables atados a sus ordenadores, que no tienen ninguna razón para sentirse orgullosos. El sector «perro guardián», con sus policías, guardas jurados y técnicos en sistemas de alarma, es prácticamente el único que continúa creciendo, aunque su utilidad social es bastante limitada: vigilar lo que, sin ellos, podría ser gratuito. Inclusive un médico funciona cada vez más como representante/vendedor de las grandes corporaciones de medicamentos, los laboratorios farmacéuticos.

¿Quién es el que, hoy en día, puede decir que se siente útil a los demás? La cuestión ya no es: para qué sirve esta cosa, sino: cuánto se puede ganar con ella. El único objetivo de la producción es aumentar las ganancias de la empresa. En consecuencia, la única relación del trabajador con su trabajo es su salario.

El dinero es el problema

El paro existe justamente porque el dinero es la verdadera finalidad y no la utilidad social. El pleno empleo es la crisis económica, el paro es la salud del mercado. ¿Qué sucede cuando una empresa anuncia una oleada de despidos? Los accionistas saltan de alegría, los especuladores de la Bolsa elogian su estrategia de saneamiento, las acciones suben y el próximo balance dará cuenta de los beneficios así obtenidos. De esta manera, se puede decir que los parados crean más ganancias que sus ex colegas. Sería lógico, pues, recompensarlos por su contribución sin igual al crecimiento. Por el contrario, el parado no recibe ni un pimiento de esta riqueza que creó. El Parado Feliz quiere ser retribuido por su no-trabajo.

Podemos referirnos aquí a Kasimir Malévich, el valiente creador de «Cuadrado negro sobre fondo blanco». En 1921, escribió en un libro que no fue publicado en Rusia hasta hace dos años, La pereza, verdadero fin de la humanidad:


«El dinero no es otra cosa que un pequeño fragmento de pereza. Cuanto más se tiene, tanto más se puede disfrutar de las delicias de ésta (...) El capitalismo organiza el trabajo de tal modo que el acceso a la pereza no es el mismo para todos. Sólo puede disfrutarla aquel que posee el capital. Así, la clase de los capitalistas se liberó de este trabajo del cual ahora toda la humanidad tiene que liberarse.»


Si el parado es infeliz, no es porque no tenga trabajo, sino porque no tiene dinero. De esta forma, ya no deberíamos hablar de «búsqueda de empleo», sino de «búsqueda de dinero», ni de «búsqueda activa de empleo», sino de «búsqueda activa de dinero». Las cosas serán entonces más claras."


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