"Una representación muy común en la cultura dominante es que el problema marginalidad / minoría es importante, pero particular; y que por esta razón es preciso tomar medidas particulares en relación con los jóvenes delincuentes, las prostitutas, los drogadictos, la gente que no puede afirmarse en la cultura, etc. Pienso que ésa es una forma de desconocimiento de la naturaleza del proceso que ha conducido a la marginalización —un proceso al que nos enfrentamos cada vez en mayor medida— o a la política de autonomización de las minorías.
Hay pocas mujeres que tienen conciencia de los problemas de alienación femenina y menos mujeres organizadas en movimientos feministas y, sin embargo, el problema tiende a afectar a todas las mujeres. Hay pocos trabajadores que se rebelan contra el modo de organización de trabajo, la jerarquía, la concepción de la relación entre trabajo y ocio, y cosas de este género, y sin embargo, cada vez más, hay una mala adaptación a las formas de trabajo. En otras palabras: aquellos que se encuentran en la «franja» de la marginalidad y de la minoría plantean, sin duda, problemas que hablan sobre esa franja, pero que también hablan sobre el conjunto de la sociedad.
Que las personas que quieren cambiar la sociedad tengan como objetivo —pertinente sin duda— aumentar el salario, democratizar la sociedad, obtener mayorías en el Parlamento, está bien. ¿Pero hasta qué punto su modo de hacer política, de hacer sindicalismo, de hacer periodismo militante interviene en esa problemática general descubierta por las minorías y las marginalidades? Desgraciadamente (y esto ocurre con frecuencia), personas que quieren cambiar la sociedad tienen los mismos prejuicios, las mismas actitudes falocráticas, el mismo desconocimiento total de los deseos, que sólo pueden construirse y ser vividos en determinados vectores de singularidad, de autonomía —poco importa cómo los llamemos."
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