Duele ver como un país que consiguió avanzar hasta llegar a tocar la utopía con sus manos ahora se ve atrapado por algunos que se aprovechan de la historia y del presente por simples ansias de poder. Una crónica interesante sobre las "elecciones" en Nicaragua por María López Vigil:
Escribo
estas líneas cuando amanece en Managua, 72 horas después de que
cerraron las juntas receptoras de votos en todo el país. Mientras
Ortega se proclama vencedor con algo más del 62 por ciento, su único
contendiente, la Alianza PLI, desconoce los resultados, como los
desconocen todas las organizaciones de la sociedad civil y la misión
de observación internacional de la Unión Europea.
No
podemos saber cuáles han sido los resultados. Es posible que Ortega
haya ganado, pero resulta imposible que lo haya hecho con ese margen.
Es posible que el resultado real haya sido un empate técnico entre
Ortega y Fabio Gadea, el candidato de la Alianza PLI. Es posible que
haya ganado Gadea por escaso margen. Nunca lo sabremos. Ese es el
drama que vive hoy Nicaragua, más allá de los resultados emitidos
por el Poder Electoral, una institución totalmente controlada por el
FSLN desde hace por lo menos siete años, que tiene poderes
exorbitantes.
Por
primera vez en la breve historia electoral de Nicaragua (desde 1984
hasta hoy), en estas elecciones ha habido disturbios violentos en 80
de los 153 municipios en las vísperas de los comicios y después de
ellos. Por primera vez la oposición no reconoce los resultados en
las primeras horas. Por primera vez se reclaman nuevas elecciones. A
pesar de eso, el Poder Electoral ha hablado de las elecciones "más
pacíficas de nuestra historia".
Las
irregularidades
Resulta
difícil, y hasta tedioso, enumerar las irregularidades previas. Una
de las más elementales: son miles y miles los ciudadanos y
ciudadanas que en todas partes del país no pudieron votar porque el
Poder Electoral no les entregó la cédula de identidad. Quienes no
la recibían eran partidarios de la Alianza PLI. Sin embargo, se las
entregaba, casa por casa, a los simpatizantes del partido de
gobierno. En una sociedad tan pequeña y en localidades rurales, todo
el mundo sabe cuál es la tradición en el voto de familias enteras:
o votás por el Frente o votás contra el Frente. Con este
conocimiento barrial se limitó el voto de la oposición. A medida
que vamos conociendo datos de lo que ocurrió en la jornada
electoral, vamos descubriendo que fue con ese mismo conocimiento
barrial (o comarcal o de calle, esa micro información) que se
organizó el fraude en las mismas juntas receptoras de votos.
El
Poder Electoral entregó el control de las casi 13 mil juntas a
militantes y activistas del partido de gobierno. Controlaban todas
las mesas y decidían todo lo que ocurrió durante las 11 horas que
debían durar las votaciones. Decidieron no contar previamente las
boletas, decidieron no revisar previamente las urnas donde se
deposita el voto para ver si estaban vacías, decidieron permitir la
presencia en las juntas de personas ajenas al proceso que tenían la
misión de controlar electores y, en algunos casos, intimidarlos,
decidieron aceptar el voto de menores que habían sido cedulados en
los colegios, decidieron que los simpatizantes del Frente votaran dos
y más veces, decidieron a qué hora cerrar las juntas, cómo
elaborar las actas de escrutinio, qué boletas anular... En un país
con tan escasa cultura de sistematización escrita y ordenada,
resultará muy difícil compilar lo que ocurría en cada una de las
13 mil juntas.
¿Quién
podía detener, y sólo relativamente, estas irregularidades
fraudulentas? Únicamente los fiscales de la Alianza PLI. Aunque
la ley establece que diez días antes de las elecciones el Poder
Electoral debe haber acreditado a todos sus fiscales, esto no se
cumplió. En 40 por ciento de las juntas no hubo fiscales de
oposición; los activistas del Frente contaron solos. Las últimas
acreditaciones de la Alianza PLI se entregaron apenas 17 horas
antes de los comicios.
El
listado detallado de las irregularidades aparece ya en los primeros
informes de los tres organismos de observación electoral nacionales:
Ética y Transparencia (capítulo nicaragüense de Transparencia
Internacional),
el Instituto para el Desarrollo y la Democracia, y Hagamos
Democracia. Aparecen también en las 11 páginas del informe
preliminar de la Misión de Observación de la Unión Europea.
Por qué no hay una oposición de izquierda
Para
entender, desde la izquierda, el panorama político actual de
Nicaragua hay que tener en cuenta que el sandinismo no es ya, desde
hace años, el Frente Sandinista, y que el Frente Sandinista es
actualmente el orteguismo.
El
orteguismo es el proyecto de Ortega, su familia y el grupo
empresarial que lo acuerpa. Este proyecto se viene delineando desde
hace años y se ha revelado en sus objetivos desde que Ortega regresó
al gobierno en 2007. Con la mayoría parlamentaria obtenida
irregularmente en estos comicios se conocerán otras de sus facetas:
reformas constitucionales, leyes orientadas a controlar las
expresiones organizadas de la sociedad civil -en Nicaragua muy
frágil-, a los medios de comunicación...
El
orteguismo mezcla el neoliberalismo más puro (presupuestos ajustados
a los acuerdos con el FMI, privilegios para la banca y el gran
capital, control de cualquier expresión sindical) con el
asistencialismo clientelar tradicional de los gobiernos
latinoamericanos (programas sociales que tratan de paliar la
situación de los más pobres -la mitad de la población-, con
créditos baratos, animales y semillas, techos para las casas más
destartaladas...). Es también el culto a la personalidad de Ortega,
que ha sido el único candidato y el único secretario general que ha
tenido el Frente Sandinista. O la promoción del catolicismo más
tradicional, con invocaciones permanentes a Jesucristo y a la Virgen
María en las alocuciones presidenciales (Ortega, como se esperaba,
le atribuyó a Dios su victoria electoral). Es la penalización de la
interrupción del embarazo en toda circunstancia. Es también y,
sobre todo, el enriquecimiento de la familia presidencial y del grupo
empresarial del Frente con los millonarios recursos de la cooperación
venezolana. Para Ortega, Hugo Chávez y sus petrodólares han
representando la posibilidad de consolidar su proyecto político: la
cooperación venezolana lo enriquece a él y le permite financiar los
proyectos asistencialistas clientelistas para los más pobres. Las
nuevas exportaciones a Venezuela en el marco de la Alba (carne,
leche, café) están enriqueciendo al gran capital de Nicaragua, que
ha controlado tradicionalmente la industria de la carne, del café y
de los lácteos.
Tampoco
el orteguismo hubiera podido prosperar sin el pacto político que
Ortega firmó y ejecutó con el corrupto ex presidente liberal
Arnoldo
Alemán. El pacto, que data de hace diez años, cuando gobernaba
Alemán, reformó la Constitución y la ley electoral, aumentó los
altos cargos en todos los poderes e instituciones estatales, que
fueron repartidas, mitad y mitad, entre los incondicionales de Alemán
y Ortega. Con el tiempo, Ortega se le fue "yendo arriba" a
Alemán, hasta terminar controlando prácticamente todos los
tribunales de justicia, la Contraloría (encargada de velar por los
recursos del Estado) y, de forma casi obscena, el Poder Electoral.
La
oposición al orteguismo no se ha podido articular partidariamente
porque los dos grupos políticos que rechazaron frontalmente el
pacto, tanto en el sandinismo (Movimiento Renovador Sandinista -
MRS), como más tardíamente en el liberalismo alemanista
(Alianza Liberal Nicaragüense - ALN) fueron borrados del mapa
político por el Poder Electoral. Al MRS le cancelaron su
personería jurídica en 2008. Y la ALN fue entregada a
incondicionales de Alemán y Ortega por disposiciones del Poder
Electoral en 2006. Son precisamente estos dos grupos, desde la
centroderecha y desde la izquierda, los principales soportes de la
Alianza PLI.
La
oposición a Ortega se expresa hoy en forma dispersa y aún sin un
liderazgo definido. Está en prácticamente todas las expresiones
organizadas de la sociedad civil, en esos dos grupos políticos, en
las zonas que vivieron la guerra y perciben en el proyecto orteguista
un regreso a aquellos años. En esta ocasión esa dispersa oposición
percibió que la Alianza PLI era el camino único que quedaba
para frenar las aspiraciones totalizantes del orteguismo.
La espina
Durante
estos cinco años de su segundo mandato Ortega cargó con la "espina"
de haber llegado al gobierno con sólo el 38 por ciento de los votos,
una cantidad insignificante que lo colocaba en un cierto ridículo
ante sus pares de la Alba, que ganaron el gobierno con mayorías
holgadas. Ahora, con los cuestionados y cuestionables resultados de
estas fraudulentas elecciones, Ortega se ha sacado por fin esa
espina: tiene mayoría política y puede presentarse ante sus colegas
de la Alba "con honores". Ahora se presenta con mayoría
parlamentaria, con hegemonía política y con una oposición
sumamente debilitada.
Hay
miedo. Miedo a expresar libremente las críticas, a perder el trabajo
en el Estado, en donde desde 2009 la mayoría de los empleados
públicos fueron prácticamente obligados a carnetizarse como
militantes del Frente Sandinista si querían conservar sus empleos.
Hay miedo a la centralización del poder que existe en el gobierno y
que limita a ministros y funcionarios a tomar iniciativas si no
tienen el permiso "del comandante y de la compañera Rosario"
(por Rosario Murillo, la muy católica esposa de Ortega y portavoz
del gobierno). Hay una fanatización de la juventud, que acude a los
actos oficiales uniformada, con camisetas llenas de consignas, y
repiten las consignas de la "compañera Rosario" como los
únicos argumentos.
Hay
mucha pobreza en Nicaragua, el segundo país más pobre del
continente (ver más abajo), que permite que avance la resignación
religiosa. Hay una deficiente educación pública, que favorece el
fundamentalismo religioso y alimenta el caudillismo político de
Ortega. La gente repite con facilidad que es "Dios quien quita y
pone gobiernos".
En
esta situación, la esperanza reside en apostar por la educación de
la gente. Educación en un pensamiento crítico. Muchas esperanzas
residen en muchas de las organizaciones de mujeres, espacios donde la
revolución siempre continuó. Los procesos educativos siempre son de
largo plazo.
Daniel
Ortega ha construido una dictadura institucional. La victoria que hoy
exhibe completará su construcción. En el camino ha desvirtuado
todos y cada uno de los principios del Frente Sandinista. Su proyecto
político está des-educando a Nicaragua y tarde o temprano va a
terminar mal.
En
el cierre de campaña de la Alianza PLI, una gigantesca manta
(cartel) decía: "Daniel, no queremos que te pase lo de Gaddafi,
por eso en Estelí votaremos por Fabio Gadea".
A
quienes hemos luchado por el sandinismo, dentro del Frente o fuera de
él, durante más de treinta años, este mensaje nos estremeció. Con
ese estremecimiento presente y con más preguntas que respuestas
escribo desde Managua, cuando es palpable la incertidumbre.
Addendum:
el segundo país más pobre de América
Nicaragua
tiene la economía más pequeña de América Central y es, después
de Haití, el país más pobre de todo el continente. Un 45 por
ciento de la población vive en la pobreza, y el desempleo y el
subempleo afectan a 53,7 por ciento de los 2,85 millones de activos.
El producto bruto interno del país no llega a los 6.500 millones de
dólares, y el PBI per cápita es de 1.126 dólares.
Un
5,3 por ciento de los 5,8 millones de habitantes pertenece a etnias
indígenas, asentadas sobre todo en la zona del Caribe. Los
principales productos de exportación de Nicaragua son café, carne,
azúcar, mariscos y oro.
María
López Vigil es
una periodista y escritora nicaragüense, directora de la revista
Envío,
militante de la izquierda cristiana. Exclusivo para Brecha.
Brecha, 11 octubre 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario