domingo, 16 de diciembre de 2012

Muertos

Dos poemas sobrecogedores, como lo es la muerte cuando se transforma en política, de David González:

HISTORIA DE ESPAÑA. Nudo.

Un nudo. Esto, explica la anciana,
fue lo último que hizo mi padre
con sus propias manos
. Un nudo.

Piénsalo.

Es lo último que hace ese hombre
con sus propias manos.

No estrecha entre sus brazos
a su madre, a su hermano o a un amigo.
No acuna en ellos a su hija recién nacida.
Tampoco le aprieta las nalgas a su mujer,
ni le acaricia los pezones, los pechos,
las mejillas, el pelo tan siquiera…No,

con ellas, con sus propias manos,
lo último que le permiten hacer a ese hombre
antes de fusilarle
y arrojarlo a una fosa común es

Un nudo, repite la anciana
para las cámaras de televisión
de un canal
de historia. Historia
de España: de un tajo,

el entierramuertos cortó el cordel
que el padre de la anciana
se había atado alrededor del tobillo
para responder así a la pregunta
que horas antes, le había hecho su mujer:

¿Y cómo vamos a distinguir tu cuerpo
entre todo ese montón de cadáveres?

Mientras aparecen los títulos de crédito,
la anciana le da un beso al cordel,
y luego devuelve a su caja de pino
este nudo
que todavía nadie, repito nadie, se ha molestado
en deshacer.


Tinta

Mi otro abuelo
estuvo preso en Oviedo.

En la cárcel provincial.

Después de la guerra.


Todas las mañanas
ponían una lista
en la puerta de entrada de la cárcel.

En esa lista estaban escritos
los nombres y los apellidos
de todas las personas
a las que el día anterior
habían puesto contra el paredón
o dado muerte
mediante garrote vil.


Imagínate a tu abuela,
me decía mi padre,
sin saber leer ni escribir,
conmigo en brazos,
preguntando a gritos
a las otras mujeres
si tu abuelo
se había convertido
en tinta.

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