Entre tanta mentira, una media verdad en boca de Lasquetti, consejero de sanidad en la Comunidad de Madrid, al hablar del afecto que desde distintos sectores se ha mostrado al mundo sanitario, concretado ayer en la propuesta de "Abraza tu hospital" que se realizó en toda la región. Porque no se trataba de un abrazo amoroso sin más, sino más bien de un abrazo lleno de rabia y dignidad, tratando de unir fuerzas y luchar para que no pongan del revés un sistema sanitario del que, pese a sus fallos, much@s nos sentimos orgullos@s.
No seré yo quien defienda el modelo hospitalocentrista reinante, ni tampoco niego la necesidad de reformas que ayuden a poner un poco de sentido comun(itario) en este sistema. Pero es cierto que ayer, mientras rodeaba con tant@s otr@ el hospital de La Paz, fueron apareciendo recuerdos de tantos momentos allí vividos, algunos complicados, por problemas de salud propios o de personas muy cercanas, otros más alegres, como la acogida de mi hija y mis sobrinos. Realmente, aunque no sean sitios deseado, sí que los hospitales y los centros de salud constituyen lugares muy importantes en el desarrollo de nuestra vida y la de nuestra gente querida.
Por eso creo que es de ley rendir homenaje a todo el esfuerzo de tantas y tantas personas que a lo largo de nuestra historia han ido contribuyendo a la creación de un sistema que realmente ha sido de los más eficientes del mundo, y que además ha mantenido sus puertas abiertas buscando cómo hacer para no dejar a nadie fuera.
Cuando hice la especialidad de medicina de familia, siempre me pesó algo el no haber podido participar de toda la dinámica de trabajo de los años 80, cuando se puso en marcha la especialidad con todo el campo abierto y con muchas personas entusiasmadas por dar un sentido real y concreto a la misma, poniendo en marcha algunas iniciativas realmente interesantes y volcadas a la comunidad.
Desgraciadamente, esos tiempos no son los de ahora. Primero por la pérdida de ilusión y de horizonte de much@s profesionales, dejando de lado el trabajo comunitario tan necesario para conseguir transformaciones realmente saludables. Y después por todo el proceso de desmantelamiento de lo construido, de ese patrimonio común que es nuestra sistema sanitario.
Porque por más que quieran esconder la palabra privatización quienes se están encargando de llevarla a cabo, este es un proceso que está en marcha desde hace demasiado tiempo como para no darnos cuenta de ello (en concreto desde la aprobación de la ley 15/97 que permite la introducción de la empresa privada en la gestión pública). Una pena que hayamos tardado tanto en reaccionar de manera tan masiva, pero bueno, más vale tarde que nunca.
Lo importante del sistema sanitario no es que no se pague a la hora de recibir atención (aunque públicamente el director de hospitales, Antonio Burgueño, ha hablado de lo entrañable que sería que l@s pacientes pagaran 50 o 60 euros en la visita al médico de cabecera, algo que "cualquier persona puede incluir en su cesta de la compra"). Lo fundamental es que el sistema se enfoque hacia la atención de todas las personas de acuerdo con su realidad y sus necesidades. La universalidad del sistema y su adecuación a las realidades de las diferentes personas, haciendo especial hincapié en quienes tienen más dificultades para acceder a ella, debe ser la base de este sistema. Y mal que bien este elemento ha sido una piedra angular del mismo hasta ahora. Pero eso es algo que de ninguna manera podemos esperar que priorice la empresa privada si se le "externaliza" la gestión. Porque eso no da dinero, o al menos para eso no la van a pagar, sino para que haga más o menos lo mismo que hasta ahora pero gastando menos. Y en ese "más o menos" lo mismo se van a quedar much@s por el camino, aquell@s que menos visibles son, aquell@s a l@s que menos se escucha.
El sábado pasado participé en una reunión de la Universidad Popular Cuarto Mundo. El tema del día era "la dignidad". Vinieron diferentes personas, varias de ellas usuarios de comedores sociales. Uno de ellos había venido de lejos, acompañado de un amigo que no se encuentra en muy buenas condiciones y que en la reunión anterior había estado todo el rato haciendo comentarios fuera de tono. Esta vez estuvo mucho más centrado, participando en el diálogo, con cierta dificultad pero con muchas ganas. Su amigo, el que le trajo, al terminar la reunión lo primero que me pregunto fue "Esta vez no ha estado mal, ¿no? Mi amigo no hecho el ridículo, ¿verdad?". Para mi fue el mejor ejemplo de qué es la dignidad, como algo que no es sólo individual, sino que se defiende y reconoce colectivamente, para lo que son necesarios apoyos como los que esta persona brindó a su amigo, acompañándolo en todo momento.
¿Porqué cuento esto? Porque para mí la sanidad bien enfocada apunta en el mismo sentido. No hacia el cuidado individual de quien pueda permitírselo, sino hacia la vigilancia y el cuidado mutuo para que todo el mundo sea reconocido como persona, y atendido según sus necesidades. Porque eso es una sanidad verdaderamente comunitaria o pública. Y la gestión privada, o externalizada, o como la quieran llamar, responde sólo por los intereses de algun@s.
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