Continuamente encontramos imágenes de niñ@s sonrientes o tristes, según el caso, pero siempre acompañadas de un mensaje que nos invita a dar dinero o a participar en alguna iniciativa en su favor. Si nos dejáramos guiar por esas imágenes, podríamos pensar que en África, por ejemplo, no hay personas adultas, o que si las hay no son merecedoras de la ayuda que nos piden para los niñ@s de las fotos. Se nos llama a salvar a quienes estamos seguros de su inocencia, dejando en la invisibilidad y a merced del juicio personal a sus mayores.
¿De qué manera condiciona esta visión que se nos ofrece la acción que luego se desarrolla en las comunidades donde viven est@s niñ@s? ¿Realmente es posible un futuro para ell@s si no proporcionamos unas seguridades adecuadas a sus mayores?
Me ha resultado muy reveladora en este sentido la lectura de "Massacre of the Innocents", de Didier Fassin. Este texto ofrece un análisis sobre cómo se utiliza la imagen de la infancia en la lucha contra el VIH en Sudáfrica, y en un pasaje del mismo cuenta como se establece una especie de jerarquia en cuanto a la inocencia y la culpabilidad respecto a la infección del virus. Los hombres son señalados como los culpables, por su infidelidad y su sexualidad desaforada; las mujeres ocupan un lugar intermedio, víctimas de los abusos de los hombres pero a su vez irresponsables respecto a la prevención; por último, l@s niñ@s son l@s inocentes, l@s pur@s.
Esta visión condiciona a su vez los programas que se aplican. Así, al remarcar la inocencia y la vulnerabilidad de l@s niñ@s se justifica la introducción de programas de prevención de la transmisión materno-fetal del VIH, pero en muchos casos obviando al mismo tiempo la necesidad de tratamiento por parte de las madres. Esto ha dado lugar a programas que facilitaban el tratamiento preventivo a las madres durante el embarazo, pero sólo hasta el momento en el que ya no había riesgo de trasnsmisión. Una vez "salvado" el/la menor, a la madre no se la ofrecía más tratamiento antiretroviral. Este tratamiento discontinuo aumentaba el riesgo de aparición de virus resistentes al mismo, lo que a la larga provocaba que las madres tuvieran menores probabilidades de responder al tratamiento si éste se se les volvía a ofrecer cuando empeoraba su salud. ¿Realmente tiene sentido, incluso desde el punto de vista del niñ@, un procedimiento que pone en riesgo a su madre?
Este quizás sea un caso extremo, pero hay muchos otros muy cercanos. En nuestro país en nombre de la "protección del menor" se retira la tutela de l@s mism@s a much@s padres y madres, sin reparar en cómo esa separación afecta a toda la familia, incluid@s l@s niñ@s. Además, la retirada de l@s menores de una familia conduce casi siempre a un abandono de la misma por parte de los mismos recursos que antes estaban tan encima de ella. Como ya no hay menores, que l@s adult@s se las apañen. Así, en vez de apoyar a que puedan crear las condiciones necesarias para que sus hij@s vuelvan a su lado, se genera una espiral de ruptura familiar muy difícil de recomponer.
Por eso es tan peligroso que descontextualicemos la realidad de l@s niñ@s. Es más llamativo, creemos que moviliza más hablar de cuánt@s niñ@s pobres hay o deja de haber, pero... ¿adonde nos conduce eso?
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