Nos molesta su no-presencia.
Nos incomoda por lo que cuestiona,
por las griestas que abre a nuestro alrededor
y en el nosotros que vamos construyendo.
Nos tensa el esfuerzo
de mirar hacia fuera,
hacia atrás,
al espacio vacío que se abre
entre el sueño y la realidad.
Nos agota buscarles.
Son los ausentes.
Los que no están
porque no les hemos invitado,
porque no hemos sabido
entreabrir de verdad la puerta de entrada.
Son los que nos obligan
a salir al encuentro
de nuevas verdades comunes.
Los ausentes.
Quienes nos fuerzan a seguir en marcha.
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