"Consideramos.constituyentes
las luchas que se colocan en el terreno del común y que no solo expresan su
necesidad urgente, sino que también trazan el camino para un nuevo proceso
constitucional. Algunos de los padres fundadores franceses y americanos, sobre todo
Nicolás de Condorcet y Thomas Jefferson, defendieron que cada generación debe
crear su propia constitución. Es con arreglo a ese principio como hoy debemos
comprender la drástica ruptura que se determina entre las instituciones
constitucionales existentes y las necesidades democráticas que exige el sentido
común. Como nos enseña la tradición, cuando una larga serie de abusos
y usurpaciones que persiguen siempre el mismo objeto ponen de manifiesto un
propósito de sumir a aquellas en el despotismo absoluto, es nuestro
derecho y nuestro deber derrocar a ese gobierno y proporcionar nuevas salvaguardias
para nuestra seguridad futura. De esta suerte, hoy las luchas presentan, ante
todo, características destituyentes antes que constituyentes. Deben
destruir los efectos despóticos que ha dejado sobre nosotros y sobre nuestras sociedades el
agotamiento de las viejas constituciones.
Una
declaración de independencia crea la base real para un nuevo proceso
constituyente. Dicho de otra manera, las luchas expresan hoy el resultado contingente de conflictos
políticos así como un acóntecimiento, un desbordamiento del deseo y una
propuesta política. El sentido común que habita en los corazones y en las
cabezas de los sujetos que llevan
a cabo las luchas e imaginan una nueva sociedad tiene un valor prescriptivo y la potencia
de generar, animar y regular nuevas
formas de vida. Declarando su independencia respecto al
Ancien Regime, hunden sus raíces en una nueva
condición ontológica y crean las circunstancias bajo las cuales pueden crecer relaciones más
iguales, comunes y sostenibles. Este poder constituyente está
profundamente incrustado en las luchas y estas declaraciones de derechos
inalienables revelan el curso de un movimiento histórico que está alcanzando su
madurez.
El hecho que estas luchas
constituyentes puedan fracasar a corto plazo no desbarata este proceso. Hemos
sido testigos de movimientos extraordinarios que enardecieron el norte de
Africa, así como varios países en Oriente Medio y la península Arábiga. En la
primavera de 2011, algunos de ellos obtuvieron un rápido éxito, derrocando a
gobiernos corruptos y camarillas de negocios que habían dominado con poderes
tiránicos y con la ayuda de los antiguos amos coloniales. Pero en todos los
países que entraron en la lucha, incluyendo aquellos en los que fuerzas
reaccionarias obstaculizaban el camino y aquellos en los que movimientos democráticos
consiguieron victorias iniciales, la situación política ha vuelto a estar de
una u otra manera en manos de elites conservadoras. ¿Significa esto, por lo
tanto, que las luchas constituyentes fueron inútiles? Por supuesto que no.
Durante esa primavera fueron afirmados principios inalienables de libertad e igualdad
que
podrán precisar de mayor tiempo para ser realizados plenamente. Y,
además,
aquellos principios viajaron desde el Norte de Africa a España, Grecia,
Estados
Unidos y otros lugares. Las luchas han expresado nuevos derechos de un
modo
insurreccional, han hecho que emerjan nuevos poderes constitucionales
que, aunque ahora son latentes, mantienen la presión y han arrancado el velo de la ignorancia y la dominación,
la obediencia y el miedo. En adelante, cada año habrá tanto una primavera de
la naturaleza como una de la política."
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