"La dependencia mutua no es exactamente una opción. Es una realidad antropológica insoslayable. Todos los seres humanos son completamente dependientes durante muchos años de infancia, muchos lo vuelven a ser de forma temporal o permanente en algún momento. El resto de nuestra vida solemos cuidar y ser cuidados simultáneamente y en distinto grado: cocinamos, limpiamos, acompañamos, vigilamos, curamos, educamos, consolamos… y recibimos todas esas atenciones. Los estudios econométricos sobre este trabajo no remunerado son fascinantes. Muestran que los cuidados mutuos es un elemento esencial de cualquier sociedad moderna, más que cualquier industria, pese a que es prácticamente invisible en términos económicos, políticos y simbólicos. Por ejemplo, lo único que la tradición filosófica ha tenido que decir en veinticinco siglos sobre el cuidado de los niños son las profusas chorradas de un ególatra suizo que entregó a todos sus hijos a un orfanato. Así que, en primer lugar, cualquier proyecto ético se recorta sobre esa realidad material. Puedes ser todo lo hobbesiano que quieras, pero no te vas a librar de ella.
Para
mí fue un descubrimiento importante entender que el cuidado podía ser
una fuente de realización personal, y no sólo de sometimiento. Es algo
que mi generación, la primera educada completamente en el
hiperconsumismo, ha entendido tarde y mal. Nos ha pasado un poco lo que
al Fausto de Goethe. Ya sabes, Fausto busca satisfacer su ambición con
conocimiento, sexo, experiencias vitales, transformando el mundo… Pero
nada, sigue igual de insatisfecho. Dan ganas de gritarle: "tío,
cómprate un perro". Porque, es curioso, lo único con lo que no prueba
es a cuidar y ser cuidado, tal vez formando parte de una de las
sociedades de apoyo mutuo de trabajadores que en la época de Goethe
empezaban a prosperar.
El
cuidado mutuo es una de las vías más importantes de las que disponemos
para reparar nuestras vidas dañadas. No me refiero a esas majaderías
cursis sobre lo gratificante que es atender a los demás. Muchísimas
veces no lo es en absoluto; es agobiante e increíblemente cansado (la
paternidad me ha enseñado que es posible vivir sin dormir).
Básicamente, creo que hay formas de vivir plenamente las capacidades
individuales propias de las distintas situaciones de dependencia mutua.
A algo de eso se refería Marx con lo de "a cada cual según sus
necesidades, de cada cual según sus capacidades". La ética del cuidado
tiene un engranaje interesante con los proyectos de emancipación
política. Nos puede ayudar a pensar en qué puede consistir la
fraternidad, ese valor republicano eclipsado del que hablaba Toni
Domenech en un libro buenísimo. Porque, si te paras a pensarlo, hoy la
fraternidad resulta una idea bastante oscura, suena un poco a club de
veteranos de guerra o de ultras de fútbol. Yo diría que era una forma
de denominar una búsqueda de formas emancipadas de apoyo mutuo, de
ensayar cómo cuidarnos los unos a los otros sin someternos. El
comunitarismo es una pésima opción en ese sentido. Primero porque a
menudo es opresor y segundo porque ya no está a nuestro alcance. Las
pequeñas comunidades tradicionales prácticamente han desaparecido… tal
vez por suerte. El cuidado no: es una realidad demasiado básica y, por
eso mismo, muy plástica. El cuidado exige un fuerte compromiso pero es
compatible con amplias dosis de libertad individual. Por eso es la base
material de cualquier proyecto de construcción ética."
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