Se refería, por supuesto, a los insultos, lanzamientos de objetos y acoso que sufrieron los políticos. Porque otra manera de verlo es que hace ya tiempo que se pasaron muchas otras líneas rojas, sin que eso haya generado tanta indignación entre la clase política: desde hace meses muchas familias son lanzadas a la calle (muchas más que los objetos lanzados ayer) por no poder hacer frente al pago de sus viviendas; desde hace meses se vienen inyectando grandes sumas de dinero en bancos y entidades financieras varias mientras que se reajusta la realidad laboral para poder hacer frente a este "periodo de escasez"; desde hace tiempo la clase política se convirtió en una de las grandes preocupaciones de la ciudadanía; desde hace tiempo cualquier movimiento ciudadano con pretensiones de cambiar las reglas del juego se ve sometido a vigilancia estricta y a la infiltración de la policía secreta, como si se tratara de grupos de delincuentes...
Esas líneas rojas ya se han atravesado, casi se han naturalizado, como si no hubieran existido nunca.
(Buenísimo de nuevo el artículo de Isaac Rosa, que comienza así:
"Estoy sobrecogido por la violencia vivida ayer en el Parlament:
fue tremendo ver cómo varias decenas de diputados violentos
se mostraban violentamente partidarios de aprobar unos violentos recortes
que afectarán de manera violenta a todas las partidas,
incluidas sanidad y educación.")
Además, las diferentes acciones de ayer han vuelto a poner sobre el tapete el tema de la representatividad. Por un lado, el grito común desde la calle de "¡Qué no nos representan!" y la dinámica promovida desde los primeros días de que cada persona participe en las asambleas como ciudadano y no como representante de ningún grupo u organismo. Por otro, el recordatorio que se hace desde los partidos políticos sobre el respaldo que han obtenido a través de los votos. El modelo representativo de nuevo en cuestión... Y sin embargo no somos capaces de escapar de él, y desde la calle surgen continuamente llamadas a que se escuche "la voz del pueblo", esquemas que nos enfrentan a "nosotros" (pueblo, obreros, ciudadanos) con "ellos" (banqueros, políticos).
En mi opinión, el problema no es tanto la representación sino la legitimidad de esta. Caer en la negativa a la representatividad supone asumir que aquellos que por diferentes razones no puedan en primera línea de acción quedan excluídos de manera automática. Constantemente asumimos la representatividad como algo necesario: cuando mi pareja no puede acudir a una manifestación, puedo ir yo y hacerla presente, cuando en la reunión de vecinos/as alguien se ausenta puede delegar en alguién en el que confíe... El problema se sitúa más en las relaciones que pueden permitir que nos representemos unas a otros, en cómo establecer relaciones de confianza y comunicación que permitan que no sólo los más activos, dinámicos o liberados puedan participar.Y esta relación hace ya tiempo que la clase política se olvidó de cultivarla.
Por otro lado, pretender que cada uno participe en el movimiento que está surgiendo en calidad de ciudadano y nada más deja de lado la trayectoria vital de cada uno, llena de encuentros, relaciones, asociciones con unos y otros... Cada uno/a de nosotros/as somos una red que se ha ido tejiendo a partir de todos estos movimientos. Podemos dejarlo en un segundo plano, al menos de momento, y jugar a que empezamos de cero para crear algo nuevo, pero no podemos negar que forma parte de nuestro sustento vital y que terminará emergiendo.
Habrá que dejar espacio para todas estas redes, para todas estos encuentros, para todas estas personas... Para poder avanzar desde lo que nos ha traído hasta aquí, a este lugar, a este tiempo.
4 comentarios:
Dani, dos retos o cuestiones a lo que planteas.
1. Legitimidad de la representacion. No hay una medida objetiva de la legitimidad. Como medimos la legitimidad? Seguro que los politicos que han sido votados consideran que han sido elegidos legitimamente.
2. Profundizando en lo que planteas sobre la imposibilidad de participar como individuos, olvidando nuestras redes (formales o informales). El problema es que si tu y yo vamos a la Asamblea X, nos conocemos, hablamos y defendemos la misma idea, tenemos mas opciones de que salga adelante. Ahi, volvemos a crear algo que es la semilla de un partido o algo similar... No? Al final, las redes volveran a tener mas poder que los que llegan como individuos.
Gracias por los dos apuntes!! El tema es que la legitimidad no es algo que se puede definir tan sólo desde uno de los lados, es precisamente el acuerdo que hay entre los dos puntos en que uno represente al otro lo que le otorga legitimidad. Eso hace, por supuesto, que muchas personas se sientan representadas por la clase política, pero muchas otras no, y no está muy claro quiénes son más en este momento...
Y respecto a lo segundo, efectivamente, constantemente andamos enredando y desenredándonos... ¡nuestra individualidad es siempre ficticia!
Una cuestion. Planteas la legitimidad como algo entre el lider y el resto. Que pasa si hablamos de tres personas? Un lider y dos liderados. Uno lo considera su lider legitimo y el otro no. Por eso es subjetivo, creo yo.
Efectivamente no hay una medida objetiva, tienes razón, sino que esa legitimidad se construye en la relación, no diría entre un lider y los liderados, sino entre personas entre las que hay la confianza suficiente como para que una represente a la otra.
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