Completando la entrada anterior sobre Desigualdades y extrañ@s, acá va otro extracto del libro de Bauman,
"Daños
colaterales. Desigualdades sociales en la era global" que
radiografía muy claramente como el tema de la seguridad y la inseguridad
se ha convertido en la piedra filosofal para el poder institucional.
"La vulnerabilidad
y la incertidumbre de los seres humanos es el fundamento de todo poder
político. Los poderes reclaman para sí la autoridad y la obediencia prometiendo
a sus súbditos una protección efectiva contra estos dos flagelos de la
condición humana.
(…)
En la mayoría de
las sociedades modernas, la vulnerabilidad y la inseguridad de la existencia,
así como la necesidad de ir tras los objetivos personales en condiciones de
aguda e irredimible incertidumbre, se aseguraron desde el comienzo mediante la
exposición de las
actividades vitales a las caprichosas fuerzas del mercado. Aparte de proteger
las libertades del mercado y en ocasiones ayudar a resucitar el vigor
declinante de las fuerzas mercantiles, el poder político no tenía necesidad de
interferir. Cuando exigía a sus súbditos la obediencia y el acatamiento de la
ley, podía apoyar su legitimidad en la promesa de mitigar el alcance de las ya
existentes vulnerabilidad e incertidumbre de las personas: limitar los daños y
perjuicios perpetrados por el libre juego de las fuerzas del mercado, proteger
a los vulnerables contra golpes mortales o excesivamente dolorosos, y
asegurarlos contra al menos algunos riesgos de los muchos que necesariamente
entraña la libre competencia. Tal legitimación halló su expresión suprema en la
autodefinición de la forma gubernamental moderna como "Estado de bienestar".
Esa fórmula de
poder político está hoy perdiéndose en el pasado. Las instituciones del
"Estado del bienestar" van desmantelándose y desfasándose de forma
progresiva, mientras, se retiran una por una las restricciones antes impuestas
a las actividades comerciales y al libre juego
de la competencia mercantil, con sus nefastas consecuencias. Las funciones protectoras del Estado
se restringen a una pequeña minoría inempleable e inválida, aunque incluso esa
minoría tiende a ser reclasificada de "objeto de asistencia social"
a "objeto de la ley y el orden": la incapacidad para participar en
el juego del mercado se criminaliza cada vez más. El Estado se lava las manos
con respecto a la vulnerabilidad y la incertidumbre ocasionadas por la lógica
(o la ilógica)
del
libre mercado, redefiniéndolas como errores y asuntos privados, problemas con
los que tienen que lidiar y deben sobrellevar los individuos valiéndose de sus
propios recursos. Tal como lo enuncia Ulrich Beck, ahora se espera que los individuos
busquen soluciones biográficas a las contradicciones sistémicas.
(…)
Una vez que hubo
renunciado a su anterior interferencia programática en la inseguridad causada
por el mercado (…) el Estado contemporáneo debió buscar otras variedades -no
económicas- de vulnerabilidad e incertidumbre en las cuales apoyar
su legitimidad. Esta alternativa, al parecer, ha sido identificada ahora (…)
con el problema de la seguridad personal: las amenazas a los cuerpos, a las
posesiones y a los hábitats humanos, originadas en actividades delictivas, en
la conducta antisocial de las "clases marginales" y, en tiempos más
recientes, tanto en el terrorismo global como -cada vez más- en los
"inmigrantes ilegales”. A
diferencia de la inseguridad causada por el mercado, que en todo caso es
claramente visible y obvia en lo que respecta a su alivio, esta inseguridad
alternativa con la que el Estado procura restaurar su perdido monopolio de la
redención necesita apuntalamiento artificial, o al menos una gran
dramatización, para inspirar suficiente "miedo oficial" y al mismo
tiempo eclipsar o relegar a una posición secundaria la inseguridad de origen
económico, acerca de la cual el Estado no puede -ni desea- hacer nada."
1 comentario:
Muy lúcidos los extractos que destacas
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