jueves, 11 de octubre de 2012

Donde duele

Un interesante artículo del siempre interesante Gónzalez Faus aparecido en Alandar. Porque la fe no está reñida con la razón ni con el corazón, a pesar de lo que intenta mostrar continuamente la Conferencia Episcopal.

Sadomasoquismo económico

 

Ilustración: Andrés Faro.


Probablemente el lector no conocerá este texto de Ignacio de Loyola sobre cómo debemos comportarnos ante las tentaciones: “El enemigo se hace como mujer en ser flaco por fuerza y fuerte de grado: porque así como es propio de la mujer, cuando riñe con algún varón, perder ánimo dando huida cuando el hombre le muestra mucho rostro; y por el contrario, si el varón comienza a huir perdiendo ánimo, la ira, la venganza y ferocidad de la mujer es muy crecida y sin mesura, de la misma manera es propio del enemigo enflaquecerse y perder ánimo…, cuando la persona pone mucho rostro contra las tentaciones” (EE 325).

Prescindamos ahora de si el texto es machista y de otras cuestiones afines. Si lo cito aquí es porque me parece una buena descripción de lo que le ha ocurrido a este gobierno con ese “enemigo de natura humana” que son los mercaderes.

Tengo para mí que Rajoy llegó al gobierno convencido de que, solo por ser de derechas, los mercaderes y los Bancos iban a ser sus aliados y a facilitarle las cosas (personalmente, yo también creía que iba a ser así). Pero la codicia de riqueza es, por lo visto, insaciable y, además, neuróticamente cobarde. Total: Rajoy se les rindió, se dejó azotar y los mercaderes, en vez de darse por satisfechos, se crecieron pidiendo más y más y más. Así se ha creado una relación claramente sadomasoquista, donde los mercados son una de esas “dóminas” vestidas de negro y con azotes, de porno barato. Europa alaba “los sacrificios que ha hecho España” pero, en lugar de decir que ya están acabados y que ahora comienza la recuperación, tiene la desvergüenza de decir que “aún hemos de hacer más” y de responder a todas nuestras humildes súplicas como el cartel aquel del chiste: “Hoy no se recupera, mañana sí”. Y mañana igual. ¿Han palpado esos sádicos algo del inmenso dolor que estos meses nos han infringido? Al principio uno creía que no; ahora piensa más bien que sí; y que disfrutan con ello. Es hora de preguntarse si no habría que seguir el consejo de san Ignacio y decir a los mercaderes “hasta aquí hemos llegado”. El usurero siempre pide más pero, cuando se da cuenta de que puede perderlo todo, afloja y cede.

Me parece que el gobierno ha dejado claro en estos meses que no tenía absolutamente ningún plan económico, fuera de esa esperanza en que los mercaderes iban a ayudarnos y de las clásicas palabras tan altisonantes como vacías sobre “lo bien que irá España cuando llegue yo” o la socorrida apelación a la herencia recibida que no conocíamos, cuando buena parte de esa herencia venía de comunidades autónomas gobernadas por el PP. ¿Ni estos engaños propios conocían? Sea lo que fuere, al fallarles esas expectativas no han encontrado más recurso que, primero, ceder todavía más; y luego comenzar a quejarse con miedo y pedir ayuda. Si en lugar de economía se tratase de sexo, la prensa o “Corazón, corazón” se lo pasarían bomba explicándonos lo intenso que fue el idilio de Rajoy con Merkel y sus posteriores silencios y distancias, perceptibles aquí y allá, etc.

Cuando digo que muchas conductas europeas son simplemente canallescas, no niego que no tengan sus razones para ello ni que nosotros seamos inocentes. Europa no se fía de nosotros: y es normal que quien pone el dinero exija un mínimo de seguridad y de garantías para no hacer el tonto. Pero ese “no se fía” afecta mucho menos a los ciudadanos que a los políticos, como también mi calificativo de canallescos se refiere mucho más a los políticos europeos que a los ciudadanos del país que sea.

Entre los políticos españoles quedan unos pocos islotes u oasis de honradez y servicio a la comunidad. Pero la inmensa mayoría, cada vez mayor además, entraron en la política para servirse a sí mismos: los hemos visto viajando en primera o como VIP, tirando de coche oficial (y no un Renault Clío precisamente), cambiando de casa o construyéndose una nueva a poco de haber entrado en la política… Ya con los fondos de cohesión dimos algún ejemplo lamentable (y entonces el nivel de la honradez estaba mucho más alto porque aún no había llegado la espantosa sequía moral de los últimos años). A propósito de alguna historia de corrupción de las que hemos conocido (y solo en pequeña parte) oímos conversaciones en las que se contaba con que el cómplice buscado sería “persona normal y no un gilipollas”… Son los valores que respiramos y es normal que no se fíen de nosotros.

Lo mismo habría que decir de aquellos de quienes nosotros nos quejamos: ni los alemanes son tan nacionalistas como la señora Merkel, ni tan ambiciosos como sus banqueros, ni los italianos tan poco de fiar como Berlusconi ni los franceses tan fatuos como su anterior presidente.

Y no hay tiempo para más, aunque que quedan pendientes dos preguntas serias: a) ¿Por qué, entonces, elegimos a esos políticos? Requeriría un análisis más lento pero, al menos, la pregunta sirve para apuntar a una educación cada vez más atenta a engendrar técnicos grandes y personas pequeñas; a la mentira y la injusticia distributiva de las campañas electorales o la falsa apelación al voto útil. Luego vamos a mirar si las elecciones de otros países han sido limpias y no nos damos cuenta de lo sucias que son las nuestras. Y b) El género policíaco descubrió hace años el tipo de asesinato insensible y a largo plazo, por ejemplo: un envenenamiento con pequeñas dosis continuadas (parecido a lo que se dijo de aquel opositor ruso de cuyo nombre no puedo acordarme). No siempre se puede detectar este tipo de crímenes pero al menos sería conveniente que, cuando los gobiernos nos hablen de reformas que no son recortes o de préstamos que no son intervenciones y demás sutiles eufemismos, los ciudadanos nos acostumbráramos a hablar de asesinatos a cámara lenta. Y saber que, cuando Europa habla de pedirnos “más sacrificios”, nos está pidiendo que vayamos asesinando poco a poco a los débiles (porque, por supuesto, los “grandes”, los respetables, los millonarios, los únicos dignos de vivir en eso que llamamos “democracia”, no han sufrido casi nada con esta crisis, ni les han tocado sus inmensas fortunas ni…).

Ante esta realidad, ¿no habrá un día alguien a quien le brote del alma una “objeción de conciencia? “Levántate, Señor, que no triunfen los malvados; aprendan las naciones que no son más que hombres” (salmo 9b).

No hay comentarios: