Con una esperanza agonizante llego a ti,
brazos y manos extendidas.
Con un grito mudo y lágrimas secas,
superado por el sol del mediodía.
Tu mirada al suelo,
palabras farfulladas que no entiendo
es lo único que ofreces.
Pero te quedas ahí, enfrente mía.
Ni siquiera tienes el valor de huir,
de mostrar la distancia que nos separa.
La luz se apaga.
Justo a tiempo.
No puedo seguir mirándote.
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