En estos tiempos de nuevo ocupa las primeras planas el tema del independentismo y los nacionalismos. Esto nos enfrenta al tema identitario, en torno a qué nos unimos un@s con otr@s, cómo construimos nuestra comunidad humana. Porque, como bien señala Malouf en "Identidades asesinas", las identidades se construyen y mutan de manera constante e infatigable.
Mucho se ha dicho de cómo se utiliza el nacionalismo como cortina de humo frente a los problemas económicos y sociales. Así, por ejemplo, el debate en torno al independentismo en Cataluña hace que queden en segundo plano problemas muy graves, el de pobreza sin ir más lejos, y las deficientes y decrecientes respuestas que se dan a ésta. Un ejemplo claro es lo que ha ocurrido con las Rentas Mínimas de Inserción, que tras ser revisadas y endurecidos los criterios para conseguirlas han dejado fuera a 10.000 familias que antes la recibían, y a quienes se las conceden lo hacen con una tardanza de alrededor de 10 meses (lo que choca con su caracter de ayuda para la supervivencia).
¿Qué pasaría si los problemas reales y concretos de estas familias fueran tomados en cuenta, enfrentados cara a cara, sin ocultarlos tras ideologías y llamadas al sentimentalismo patrio? ¿Qué pasaría si en primer plano del debate estuviera la lucha contra la pobreza? ¿Qué pasaría si fuera en torno a ésta donde construyéramos nuestra identidad colectiva?
La pregunta no es qué comunidad debe prevalecer, o quién tiene derecho a decidir, dando por hecho de que son ya grupos constituidos. La pregunta es qué es lo que queremos que nos una, y su respuesta no está ya escrita, sino que la decidimos nosotr@s.
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