Por todos lados llueven recortes, por todos lados los cinturones se aprietan, y así parece que estamos todos en el mismo barco, bajo la misma presión, con la misma asfixia... Un espejismo como otro cualquiera, que puede ayudar a unir gentes que vivimos en condiciones muy diferentes, pero también a negar las realidades concretas que vivimos cada un@, y que no son para nada iguales.
Porque aunque el hecho de que disminuyan salarios y desaparezcan pagas extras excusándose en la mentira del "no hay recursos", mientras estos se destinan a alimentar los intereses de quienes más tienen, resulta escandaloso, no podemos esconder que estos recortes no afectan por igual al que cobra 3000 euros que al que cobra 1000. Por poner un ejemplo de un entorno que conozco, en un centro de salud no afecta igual esta reduccción al médico que al personal de la limpieza. Y mucho menos si ampliamos el campo de visión e incluimos en él a quienes cobran prestaciones como la Renta Mínima de Inserción o los 400 euros cuando se acaba el paro.
El otro día, preparando la Universidad Popular Cuarto Mundo en un comedor social, salía este tema al hablar sobre qué permiten y qué no este tipo de ayudas, que quienes las otorgan clasifican ell@s mism@s como de "supervivencia". En ese diálogo, un hombre que parecía ser originario de los países del este de Europa, gracias a su poco dominio del castellano consiguió explicar de manera realmente clara una de las claves de este asunto.
Así dijo: "Estas ayudas permiten tener una vida básica, pero no una vida digna. Una vida digna es la que llevan los ciudadanos de primera. Una vida básica es que no puedes morir, pero tampoco puedes vivir".
No poder morir, pero no poder vivir. A eso estamos condenando a much@s, cada vez a más. Efectivamente, no es lo mismo que tener que reducir nuestro nivel de vida y disponer de menos dinero para ocio o accesorios varios.
No morir, no vivir. ¿Es este el purgatorio en la tierra?
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