martes, 28 de enero de 2014

Vida más allá de la ciencia

Cuanto más leo a Lewis Mumford más aprendo y me apasiona revisar la historia siguiendo las huellas de la vida para no vernos encerrados así en el callejón sin salida de la máquina y la técnica deshumanizada. Acá va un ejemplo de su imprescindible libro "El pentágono del poder"

"Nadie cuestiona los enormes beneficios que ya ha ofrecido en tantos ámbitos la eficiente metodología científica; pero hay que poner en tela de juicio el valor de un sistema que está tan separado del resto de necesidades y metas humanas que el pro­pio proceso camina solo de forma automática sin otro objetivo visible que no sea mantener el aparato industrial en un estado de productividad incesante capaz de acumular poder y producir ganancias. Lo que hoy se llama «investigación y desarrollo» es un proceso circular.

En el universo de la ciencia en deflagración, los fragmentos dispersos se alejan del centro humano con una aceleración cre­ciente. A causa de nuestro ensimismamiento en la velocidad y la productividad, hemos hecho caso omiso de la necesidad de eva­luar, corregir, integrar y asimilar socialmente lo que se produce. En la práctica, esto ha dado lugar a una incapacidad para utilizar algo más que un pedacito del corpus de conocimiento existente; sobre todo, lo que esté de moda o sea disponible de inmediato, porque así podrá explotarse comercial o militarmente. Esta ac­titud ya ha producido unos estragos formidables en medicina, como podrá asegurar cualquier especialista íntegro y competente, y los resultados son cada vez más obvios en todas las demás acti­vidades profesionales.

¿No va siendo hora, pues, de que empecemos a hacernos ciertas preguntas acerca de la ciencia como tecnología; pregun­tas que Bacon, debido a su posición histórica, no podía hacerse a sí mismo por falta de información? ¿Estamos seguros de que el control de todos los procesos naturales mediante la ciencia y la técnica es un método efectivo por sí mismo de aliviar y mejorar la condición del hombre? ¿No es posible llegar a un exceso de inventos, como lo es un exceso de alimentación, capaz de causar similares perjuicios y trastornos en el organismo? ¿No tenemos ya suficientes pruebas de que la ciencia entendida como tecnolo­gía puede tornarse, debido a su crecimiento desmedido, cada vez más irrelevante para cualquier empresa humana, excepto la del tecnólogo o las multinacionales; de que, de hecho, como ocurre con las armas nucleares o bacteriológicas, puede ser no solo fría­mente indiferente sino hostil al bienestar humano?

Vayamos aún más lejos. ¿Qué criterio racional nos impulsa, apoyándonos en premisas puramente baconianas, a ahorrar tiem­po, contraer el espacio, aumentar el poder, multiplicar las mer­cancías, violar las leyes orgánicas y sustituir a los seres vivos por mecanismos que los imitan o magnifican enormemente alguna de sus funciones aisladas? Todos estos imperativos, que se han convertido en los cimientos de la «ciencia como tecnología» de nuestra sociedad, parecen axiomáticos y absolutos solo porque no se los pone a prueba. En términos de la imagen orgánica del mun­do que está naciendo, estas ideas aparentemente «avanzadas» es­tán obsoletas.

Aunque solo sea porque la ciencia como tecnología haya em­pezado a dominar todas las facetas de la ciencia, estamos obliga­dos, aun por pura supervivencia, a corregir los errores que Bacon pasó por alto y suscribió sin darse cuenta. Hoy, la ciencia hace que todo sea posible, como creía Bacon: pero ello no hace que todas las cosas sean deseables. Una tecnología sensata y viable, vinculada de forma estrecha a las necesidades humanas, no puede basarse en la máxima productividad como objetivo supremo: por el contra­rio, ha de aspirar, como en los sistemas orgánicos, a proporcionar la cantidad adecuada de la calidad precisa en el momento conve­niente, en el lugar oportuno y en el orden correcto para obtener el fin apropiado."

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