lunes, 29 de diciembre de 2014

El maestro ignorante

Tremendamente interesante el libro de "El Maestro Ignorante", de Jacques Ranciere, recogiendo la propuesta de Jacotot, un pedagogo de origen francés que descubrió cómo los diferentes métodos pedagógicos se basan en la asunción de la superioridad eterna de un@s frente a otr@s, de sabi@s frente a iletrad@s. Supo también transitar otro camino en pos de la emancipación intelectual, encontrando las maneras de acompañar este proceso personal e intransferible en el que el papel del maestro no es el de instruir, sino el de acompañar y estimular el caminar este sendero con atención y sin desfallecer. Un reto que hoy en día deberíamos retomar, claramente.

He estado tratando de seleccionar algún fragmento del libro especialmente significativo, pero es de esos en los que hay que sumergirse sin más para descubrir su riqueza, no valen atajos. Pero por lo menos, para animar, acá dejo la presentación del libro:

"En el año 1818, Joseph Jacotot, revolucionario exiliado y lector de literatura francesa en la Universidad de Lovaina, empezó a sembrar el pánico en la Europa sabia. No contento con haber enseñado el francés a los estudiantes flamencos sin darles ninguna lección, se puso a enseñar lo que él ignoraba y a proclamar la palabra de orden de la emancipación intelectual: todos los hombres tienen igual inteligencia. Se puede aprender solo, sin maestro explicador, y un padre de familia pobre e ignorante puede hacerse instructor de su hijo. La instrucción es como la libertad: no se da, se toma. La distancia que el explicador pretende reducir es aquella de la que vive y la que, por tanto, no cesa de reproducir al igual que hace tanto la Escuela como la sociedad pedagogizada. La igualdad no es fin a conseguir, sino punto de partida. Quien justifica su propia explicación en nombre de la igualdad desde una situación desigualitaria la coloca de hecho en un lugar inalcanzable. La igualdad nunca viene después, como un resultado a alcanzar. Ella debe estar siempre delante. Instruir puede significar dos cosas exactamente opuestas: confirmar una incapacidad en el acto mismo que pretende reducirla o, a la inversa, forzar a una capacidad, que se ignora o se niega, a reconocerse y a desarrollar todas las consecuencias de este reconocimiento. El primer acto se llama atontamiento, el segundo emancipación. Es una cuestión de filosofía: se trata de saber si el acto mismo de recibir la palabra del maestro -la palabra del otro- es un testimonio de igualdad o de desigualdad. Es una cuestión de política: se trata de saber si un sistema de enseñanza tiene como presupuesto una desigualdad para "reducir" o una igualdad para verificar. La razón no vive sino de igualdad. Pero la ficción social no vive más que los rangos y de sus incansables explicaciones. A quien habla de emancipación y de igualdad de las inteligencias, la razón responde prometiendo el progreso y la reducción de las desigualdades: aún un poco más de explicaciones, de comisiones, de informes, de reformas... y ya llegaremos allí. La sociedad pedagogizada está ante nosotros. Y a su modo irónico, Joseph Jacotot nos desea buenos vientos."

miércoles, 24 de diciembre de 2014

¿Hasta cuanto dura el adviento de los más pobres?

Hoy os fui a visitar. Una pasada rápida de casa en casa, felicitando las fiestas y compartiendo nuestros mejores deseos mutuos para estos días que vienen. Dicen que la Navidad ya está aquí, que ya hay que estar preparados. Eso se supone que es el tiempo de Adviento, ¿no?

Pero en vuestro caso no ha sido posible prepararse con antelación. Ni siquiera sabéis muy bien de qué manera podréis celebrar la Nochebuena. Todas sois familias que cobráis la Renta Mínima de Inserción, una paga mensual de supervivencia para quiénes no tienen otro ingreso. Una ayuda insuficiente, pero que permite un respiro, unos días de descanso al mes respecto al agobio de tener que llenar un plato cuando una amanece sin nada en los bolsillos y varias bocas que alimentar.

Otros años habéis cobrado la Renta Mínima el día 22 de diciembre. Un buen gesto que os permitía afrontar la Navidad con tranquilidad y alegría. Pero este año no ha llegado. Ni el 22, ni el 23. Quizás el 24 por la mañana, soñáis. Para así poder celebrar la Nochebuena compartiendo algo más que carencias materiales. Pero no sabéis. No está en vuestra mano, ni se os ha informado. A la espera estáis...

Eso es el Adviento, espera. Pero la espera de una liberación, no de una ayuda que inactiva y encierra en la dependencia y la impotencia. Una espera de que la realidad cambie de una vez por todas, no sólo de un bálsamo temporal que permita salir del paso hasta el siguiente tropezón. ¿Cuándo llegará ese momento para quienes viven en la pobreza? ¿Qué haremos, ellas y nosotros, para que esa Natividad, ese nacimiento de una nueva realidad liberadora sea posible?

Una madre de familia me compartía hoy sus esfuerzos para que en su familia, atravesada por los desencuentros y las disputas en los últimos meses, se volvieran a mirar unos y otras a la cara, para que aceptaran volver a hablarse y encontrarse. Es su manera de luchar para hacer posible una nueva realidad de paz entre tantas disputas y rupturas. Es su manera de generar nueva vida desde lo que está en su mano. Es su manera de no quedar atrapada en la precariedad de la dependencia respecto a esas ayudas que nunca aportan al final lo que prometen.

Feliz Navidad, compañera.

domingo, 21 de diciembre de 2014

lunes, 8 de diciembre de 2014

Es Común

Terminé ya de leer el libro de Silvia Federici "Revolución en punto cero". Absolutamente recomendable, la verdad. Apasionante por el recorrido que permite hacer a lo largo de una vida de compromiso, reflexión y acción, permitiendo asomarse a la evolución de su pensamiento al mismo tiempo que la estabilidad de su posición feminista y anticapitalista. Cambian y se amplían los campos de debate, pero se mantiene la fidelidad al compromiso. Acá van algunos fragmentos del final del libro, que a mi entender son algunos de los más lúcidos del libro, sobre lo que es "el común" ese del que tanto se habla y que tan pocos se atreven a definir con precisión:

"La primera lección que tenemos que aprender de estas luchas es el hecho de que el «bien común» es la puesta en común de los medios materiales y supone el mecanismo primordial por el cual se crea el interés colectivo y los lazos de apoyo mutuo. También supone la primera línea de resistencia frente a una vida de esclavitud, ya sea en los ejércitos, los prostíbulos o los talleres clandestinos. Para nosotras, en América del Norte, supone una lección añadida el darnos cuenta de que mediante la unión de nuestros recursos, mediante la recuperación de las aguas y de las tierras, y su devolución al terreno de lo común, podemos empezar a separar nuestra reproducción de los flujos mercantiles que, en consonancia con el mercado mundial, son culpables de la desposesión de tantas personas en otras partes del planeta. Gracias a esto, podríamos desenganchar nuestros modos de vida, no solo del mundo mercantil, sino también de la maquinaria de guerra y del sistema carcelario que sustentan la hegemonía de este sistema. No menos importante sería la superación de la solidaridad abstracta que a menudo caracteriza las relaciones dentro de nuestros movimientos y que limitan nuestros compromisos y capacidad de perdurar, así como los riesgos que estamos decididas a tomar.

(...)

No hay común posible a no ser que nos neguemos a basar nuestra vida, nuestra reproducción, en el sufrimiento de otros, a no ser que rechacemos la visión de un nosotros separada de un ellos. De hecho si el «bien común» tiene algún sentido, este debe ser la producción de nosotros mismos como sujeto común. Este es el signifi cado que debemos obtener del eslogan «no hay comunes sin comunidad». Pero entendiendo «comunidad» no como una realidad cerrada, como un grupo de personas unidas por intereses exclusivos que les separa de los otros, como las comunidades basadas en la etnicidad o en la religión. Comunidad entendida como un tipo de relación, basada en los principio de cooperación y de responsabilidad: entre unas personas y otras, respecto a la tierra, los bosques, los mares y los animales.

(...)

Durante siglos la reproducción de los seres humanos ha sido un proceso colectivo. Suponía el trabajo compartido de familias y comunidades extensas, en las cuales podía confi ar la gente, especialmente en los entornos proletarios, incluso cuando se trataba de personas que vivían solas, y gracias a ello la edad avanzada no iba acompañada de la soledad y la dependencia que experimentan muchos de nuestros mayores. Ha sido el advenimiento del capitalismo el que ha producido la privatización de la reproducción, un proceso que ha llegado a tal extremo que está destruyendo nuestras vidas. Necesitamos cambiar esto si queremos poner fin a la continua devaluación y fragmentación de nuestras  vidas.

(...)

Podemos extraer enseñanzas e inspiración para estos proyectos de las  «feministas materialistas» del siglo XIX, quienes, convencidas de que el espacio doméstico suponía un «componente espacial en la opresión de las mujeres», organizaron cocinas comunales, casas cooperativas, lanzaron llamamientos al control de la reproducción por parte de los trabajadores. Estos objetivos son cruciales para nuestro presente: la ruptura con el aislamiento de la vida en el hogar no es solo una condición básica para la consecución de nuestras necesidades básicas y el incremento de nuestra fuerza frente a los empresarios y el Estado. Como argumenta Massimo de Angelis, también suponen una protección frente al desastre ecológico: no hay duda alguna de las destructivas consecuencias de la antieconómica multiplicación de activos reproductivos y viviendas atomizadas, que hoy en día llamamos casas, que escupen calor a la atmósfera durante el invierno, exponiéndonos a un calor insoportable en verano. Pero sobre todo lo más importante es que no podremos construir una sociedad alternativa y un movimiento fuerte capaz de reproducirse a no ser que redefinamos nuestra reproducción en términos más cooperativos y pongamos punto y final a la separación entre lo personal y lo político, entre el activismo político y la reproducción de nuestra vida cotidiana."

martes, 2 de diciembre de 2014

¿Lucha contra el hambre o contra los hambrientos?

Otro texto de Silvia Federici recogido "Revolución en punto cero". Esta vez analizando el papel de las guerras en el desarrollo del capitalismo en África... y el de las campañas de ayuda humanitaria como aliadas de éste en muchas ocasiones. Polémico pero muy interesante:

"En muchos casos, los objetivos que no se pueden lograr mediante las armas se consiguen gracias a la «ayuda alimentaria», proporcionada por los Estados, Naciones Unidas y diferentes ONG, a menudo a ambos lados del conflicto (como en Sudán, Etiopía y Angola), a los refugiados y a las víctimas de las hambrunas causados por las guerras. La ayuda alimentaria se ha convertido en el componente principal de la máquina de guerra neocolonialista contemporánea y de la economía de guerra generada por ella. Por un lado ha justificado el que otras organizaciones además de la Cruz Roja reclamen el derecho a intervenir en áreas en confl icto para proveer ayuda (en 1988 las Naciones Unidas aprobaron una resolución asegurando el derecho de los donantes a enviar ayuda). Con estos mismos argumentos se justifi có la intervención militar de EEUU/ONU en Somalia en 1992-1993 (operación «Restaurar la Esperanza»). 

Pero incluso cuando no va acompañada de tropas, el reparto de «ayuda alimentaria» en situaciones de conflicto siempre supone una forma de intervención política y militar, ya que prolonga la guerra al alimentar a los ejércitos que están combatiendo (a menudo más que a la población civil), y ayuda a la facción más fuerte ―la que está mejor equipada y puede aprovecharse de la distribución de alimentos― a ganar. Junto con todo esto, la  ayuda alimentaria contribuye al desplazamiento y la reubicación de las comunidades rurales al situar los centros de distribución de alimentos en función de las necesidades de las ONG; también debilita la agricultura local al provocar el colapso de los precios de los alimentos producidos localmente; e introduce un nueva fuente de conflictos: la apropiación de grandes cantidades de alimentos para después venderlos en el mercado local o en el internacional provoca un nuevo motivo para el enfrentamiento y genera una economía de guerra, especialmente en los países que se han visto radicalmente empobrecidos."