miércoles, 18 de noviembre de 2015

Monstruosa

Primero fue "El Monstruo Rosa", que regalamos a la pequeña Maia (2 años) pensando que era más apropiado para su edad. Enseguida descubrimos que tras esa imagen sencilla del cuento había mil juegos y pequeños secretos escondidos que engancharon rápidamente a Sara, nuestra hija mayor (5 años).



Ahora ha vuelto a ocurrir lo mismo con "El Pájaro Amarillo". Una historia simple que sin que te des cuenta revoluciona a las pequeñas y las pone en la pista de lanzamiento para inventar y compartir creando.



Pura magia son las historias que nos regala Olga de Dios. Y además mucha cabeza y corazón muy bien colocados.

No se la pierdan, por favor.


domingo, 15 de noviembre de 2015

Frente al horror

Hay quien corre escapando del horror y encuentra una línea de fuga. 

Hay quien busca escondite para proteger lo más querido y halla refugio.

Hay quien cierra los ojos para ocultar el dolor y duerme la angustia.


Hay quien puede salvarse.


Y hay quien no.


Hay quien cae agotado tras mil choques agónicos frente a un muro asfixiante. 

Hay quien rompe a llorar aterrado de perder lo que ha amado.

Hay quien muere, aún en vida. Hay quien muere.


Hay quien puede elegir. Hay quien debe asumir.


Por eso, el reto de quienes aún tenemos margen 
para abrir puertas, construir refugios y descansar
es el de, pese a nuestro miedo, 
seguir siendo capaces de romper los muros 
y construir juntas los puentes
para que todas podamos, 
al fin, respirar paz y esperanza.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Culturalismo vs Cultura de resistencia

Hace unos días escuchaba a Beatriz Aragón, médica de familia que desde hace años anda metida en el Equipo de Intervención con Población Excluida en Cañada Real, citar a un autor que también ella mucho antes me descubrió, Didier Fassin, con una cita muy interesante sobre lo que se puede ocultar y distorsionar mediante el culturalismo, al atribuir las diferencias que encontramos con otros colectivos al ámbito cultural. Entre lo que encuentro anotado en mi cuaderno está esto:
  1. El culturalismo niega al otro la universalidad de sus aspiraciones, al encerrarlas en algo propio de una cultura, sin reconocer que pueden ser válidas más allá de ésta o tener puntos de conexión con las de otros colectivos. Por ejemplo, al quejarnos de que las familias gitanas acudan en pleno a acompañar a l@s suy@s cuando alguien está en el hospital. ¿De verdad es tan extraño que se no se quiera dejar a alguien solo en una situación difícil?
  2. El culturalismo niega al otro su derecho a la diferencia, ya que al mostrarla es enseguida apartado o encorsetado en un grupo aparte, extraño, separado. De ahí nuestro empeño en "integrar", en que renieguen de lo que rechazamos de su cultura y acepten lo que desde el otro lado consideramos como "básico".
  3. El culturalismo niega al otro el reconocimiento de su capacidad de razonar, de su inteligencia. Sus comportamientos terminan rodeados de un halo de misterio, como si obedecieran a motivaciones mágicas, esotéricas o aleatorias. Pero para todo hay una razón. El que no lleguemos a comprenderla no hace que ésta desaparezca.
  4. El culturalismo borra otros factores sociopolíticos que son parte importante de la realidad: la pobreza, la desigualdad, los conflictos de poder... Volviendo al ejemplo de las familias gitanas, más allá de sus pautas culturales en su forma de ser y estar inciden y mucho su situación económica, su nivel de formación, su experiencia de rechazo, etc.
Está claro, por lo menos para mí, que esta idea de encerrar la diferencia y la desigualdad en una visión meramente "cultural" del tema es tremendamente peligroso. Porque además se apoya fundamentalmente en un análisis de carencias y déficits. Pero esto no es más que una visión muy sesgada del asunto.

Porque entre quienes viven en pobreza y exclusión hay también otro tipo de cultura que va más allá de lo étnico y/o racial. Existe una cultura de resistencia frente a la precariedad constante que permite que personas y familias de orígenes muy diferentes se reconozcan como parte del mismo colectivo. Igual que se ha hablado siempre de una "cultura obrera", existe también una "cultura de resistencia a la pobreza" entre quienes la sufren. Porque, pese a la imagen que suele dar de ést@s, sólo quienes están ya muy rot@s se rinden. Frente a la violencia de la miseria, hay una lucha constante por sobrevivir, por mantener la dignidad, por cuidar a l@s tuy@s, por sostener pese a todas las dificultades la esperanza. Y esta experiencia de lucha va construyendo un conocimiento propio y una práctica efectiva, y se intercambia y sostiene en redes que pese a que sean invisibles para quienes no viven en esas condiciones no por ello dejan de existir. Esta cultura de resistencia tiene sus propios valores y totems, aunque muchas veces se oculten por la experiencia previa de incomprensión y adoctrinamiento por parte de quienes quieren marcar las pautas de comportamiento social.

El otro día, una mujer de mi barrio me contaba: "Si te rindes un momento, si bajas la guardia y no luchas, ya no puedes luego levantarte. Tienes que estar de un lado a otro, haciendo papeles para pedir ayudas, viendo a ver qué facturas puedes pagar este mes y cuáles no, peleándote con todo el mundo. Son tantas las dificultades y tan constantes que no puedes dejar de luchar en ningún momento. Si no, estás perdida".

Esto marca, a ella y a otras muchas personas. Por eso, cuando se encuentran  y se miran a los ojos, se reconocen como parte del mismo pueblo: el pueblo que resiste, que reniega del sufrimiento al que la sociedad les condena, que busca construir una manera de estar en el mundo que permita que tod@s nos reconozcamos como iguales en dignidad y derechos a pesar de nuestras diferencias.

lunes, 9 de noviembre de 2015