miércoles, 16 de mayo de 2018

Política en femenino

Es un libro pequeño, pero lleno de experiencia, razonamiento y esperanza que lucha por abrirse paso. Se llama "Horizontes comunitario-populares", y su autora es Raquel Gutiérrez Aguilar, apujntando a lugares muy interes, como el de política en femenino. Así explica lo que es:

El calificativo «en femenino», cuya intención es la distinción de una forma específica de lo político, busca enfatizar dos cuestiones. 

En primer lugar, establecer que el eje de atención y el punto de partida de esta forma de lo político es el compromiso colectivo con la reproducción de la vida en su conjunto, humana y no humana. Siguiendo la perspectiva analítica de Silvia Federici, quien señala que una de las más graves consecuencias del histórico avance y predomino del capitalismo a lo largo y ancho del mundo es la escisión brutal de la vida humana en dos ámbitos segmentados y excluyentes: el de la producción —de mercancías, esto es, de capital— y el de la reproducción de la vida en su conjunto —incluyendo la procreación—, recojo el desafío que la autora lanza convocándonos a pensar lo relativo a las posibilidades de transformación social —asuntos políticos por excelencia— desde el ámbito de la reproducción de la vida material y no de alguna variante en la gestión de la acumulación del capital. 

En segundo lugar, utilizo la expresión «política en femenino» porque al asumir como punto de partida y eje de lo político lo relacionado con la producción, la defensa y la ampliación de las condiciones para la reproducción de la vida en su conjunto, se hace inmediatamente necesario establecer algún tipo de sentido de inclusión, que es difícilmente analizable desde cánones clásicos de comprensión de lo político predominantemente masculinos y ligados a la acumulación de capital asentados en la consagración de términos de pertenencia, es decir, de definiciones que establecen exclusiones y separaciones. Algunas autoras llaman a estas formas de lo político, formas comunitarias o incluso, políticas indígenas. Elijo nombrarlas «políticas en femenino» en tanto su eje y corazón es la reproducción de la vida material, centro de atención tradicional de la actividad femenina no exclusiva pero sí crucial y en tanto su calidad expansiva y subversiva se afianza en la posibilidad de incluir y articular la creatividad y actividad humanas para fines autónomos. Claramente, la política en femenino, en tanto es una política que no ambiciona gestionar la acumulación del capital, sino que busca reiteradamente limitarla, es una política no estado-céntrica. Esto es, no se propone como asunto central la confrontación con el estado ni se guía por armar estrategias para su «ocupación» o «toma»; sino que, básicamente, se afianza en la defensa de lo común, disloca la capacidad de mando e imposición del capital y del estado y pluraliza y amplifica múltiples capacidades sociales de intervención y decisión sobre asuntos públicos: dispersa el poder en tanto habilita la reapropiación de la palabra y la decisión colectiva sobre asuntos que a todos competen porque a todos afectan.  

Los ejes de esta forma de lo político suelen ser el cuidado-conservación así como la reapropiación social de la riqueza y los bienes producidos colectivamente que garantizan la posibilidad de reproducción de la vida colectiva. Tal contenido entonces, antes que un modelo de gobierno señala un camino de vida y de lucha, y confronta enormes dificultades para expresarse a través de pensamientos abiertos y flexibles, en medio del enorme cúmulo existente de nociones y sentidos comunes —centrados en el predominio del capital, del estado, del mando y de lo masculino— acerca de lo político que se van volviendo cada vez más rígidos e impotentes.

martes, 1 de mayo de 2018

¿Te atreves a ser más débil?


Una reseña de una charla de Judith Butler en la que apunta hacia una de las cuestiones que en mi opinión debemos atrevernos a afrontar. (Vía El Salto)

“No me ahorro incomodidades”, dijo nada más erigirse frente altar de su conferencia. Empezó concluyendo: “al final, es el Estado el que de forma violenta viene a decirnos quiénes son los violentos”. Para después descomponerlo todo y llevarnos a otro lugar. Marina Garcés, filósofa (de guerrillas) la había presentado con referencias obvias a lo que ha estado pasando en los últimos meses en Cataluña. Así que con los aforismos y la actualidad claras, descendió a los conceptos más básicos para que todas las que nos dábamos cita allí nos deconstruyéramos juntas para volver más sólidas.

Para entender la no-violencia, una teórica de las identidades tenía que empezar por preguntarse quiénes éramos nosotras. Las que estábamos allí una tarde de abril en el hall del CCCB. Somos humanas y “algo hay que nos une para estar todas allí” porque de lo contrario, no estaríamos, pero seguramente no podríamos considerarnos ni de la misma región, ciudad o Estado ni aunque lo fuéramos. Lo que estaba claro es que no éramos autosuficientes, porque esa teoría del hombre que lo es ya es, de por sí, ridícula y sexista.

Primer punto clave. Los hombres en islas que no necesitan a nadie ni a nada son un absurdo. La teoría que así los presenta “olvida que las personas no nacen adultas”. Nacen niñas y pasan de unas manos a otras, literalmente, hasta que aprenden a comer, caminar o hablar, cosa que tardan años en hacer. Esta reflexión tan a todas luces obvia no existe en el contrato social bajo el que nos relacionamos. Nuestras leyes y normas sociales se basan en ese modelo en el que somos seres individuales y adultos que no dependen unos de otros y nunca lo han hecho. Pero es esa dependencia la que nos hace iguales. Necesitar a los otros para ser quienes somos, porque igual que de pequeños necesitamos que nos alimenten y nos sujeten para estar de pie, de mayores necesitamos supermercados, fabricantes de cocinas, pavimentos y semáforos para lo mismo. ¿Quién puede entonces pensar que somos autosuficientes?

Si a estas alturas seguís el hilo, cosa que la misma Butler se preguntaba en la charla, ya estáis a punto de entender esta deriva. Siguiente punto clave. La única manera de sobrevivir es ser conscientes de la dependencia. La única manera de asegurar que vivamos en igualdad es aceptar la dependencia y hacernos aún más dependientes. Sólo si los gobiernos saben, pero sabiéndolo de verdad, que dependen unos de otros, pueden luchar contra el cambio climático, que es global. Si yo contamino en mi país, lo estoy haciendo en todo el mundo. Este agua contaminada llegará a todo el mundo. El aire que contamine otro país en la otra parte del mundo lo llegaremos a respirar aquí.

Tomar decisiones globales es difícil. Pero es hacia ahí hacia donde tenemos que avanzar. Y sólo hay una forma: aceptar la dependencia y con ella, la vulnerabilidad. Es difícil convencerse de que ser vulnerables es bueno cuando vivimos en un sistema capitalista que busca que seamos expertos en todo para no tener que pedir ayuda a nadie. Pero si lo que queremos es ser iguales y avanzar juntos, sólo puede ser aceptando que dependamos unos de otros por igual. Saber que necesitamos al otro y el otro a nosotros es la única manera de avanzar sin pisar cabezas, básicamente. Y esta es la verdadera clave de todo.

Se trata de depender de otros y de que otros dependan de nosotros. De lo contrario, estaríamos hablando de colonización. El problema no es ser vulnerables, es que alguien explota esa vulnerabilidad. Que el Estado nos abandone política y económicamente es la traducción de esa explotación. Y a la vez, lo que nos une a las personas de otras partes del mundo con las que no compartimos normas ni sistema legal, pero sí el abandono. Somos todas bastante igual de vulnerables, admitámoslo.

En ese abandono, en esa posibilidad de que aquello de lo que dependemos se comporte de forma no predicha, de una forma que no podemos controlar y nos haga daño es donde nace la agresión. Y la mejor manera de combatir esa violencia no es cuidándonos más, es dependiendo más, siendo más vulnerables. De la misma manera que lo más efectivo para luchar contra la violencia es la no violencia, la resistencia. Porque siendo vulnerables, defendiendo los cuidados, es como acabaremos con esa “masculinidad indiferente” que mata para defenderse. Le pondremos fin cuando todos aprendamos que matar al otro es matarnos a nosotros mismos, porque todos cuidamos de todos y dependemos de todos. Suena inocente pero, ¿no es ser sociales y apoyarnos unos en otros lo que nos diferencia del resto de animales? ¿No hay declaración más feminista que reconocer la interdependencia?

La dependencia limita la destrucción y potencia la ética, que es de lo que había venido a hablarnos Butler. Hay que repetirlo más porque, de momento, cargárselo todo es lo más normal del mundo. Quienes protestan son los vulnerables que se han aliado y constituyen la resistencia. Y al sentirse abandonados es cuando han entendido que la no violencia es la mejor manera de luchar contra la violencia. Resistirse es también un acto violento, porque se lucha casi siempre contra un poder legal y hace falta que ocurra la violencia para oponerse a ella. Para resistir, para oponerse sin violencia hay que cultivar el odio y aprender a transformarlo. A Butler le dijeron que esa afirmación era débil. Entonces, la T de su semblante serio cambió dando lugar a una sonrisa y contestó: “eso es lo que quiero, ser más débil”. Ahí es donde reside la fuerza. Y cuanto antes lo sepamos, mejor.