sábado, 27 de enero de 2018

Volverse ingobernables

Esta claro que las lecturas-manifiestos del Comite Invisible generan controversias e incomodidad. Es para ello para lo que est´´an pensadas, y en esa confrontación abren espacio para reflexionar sobre algunas cuestiones sobre las que muchas veces pasamos demasiado deprisa. Acá van algunas notas que rescato de su libro "Ahora" y que quiero digerir poco a poco...

Tras la fachada de la institución lo que se trama es siempre algo distinto de lo que pretende ser, incluso precisamente aquello de lo que la institución pretendía haber librado al mundo: la muy humana comedia de la coexistencia de redes, fidelidades, clanes, intereses, linajes, dinastías incluso, una lógica de la lucha encarnizada por los territorios, los medios, los títulos miserables, la influencia, historias de faldas y cornamentas de viejas amistades y de enemistad de recocidas. Toda institución es, en su regularidad misma, el resultado de un intenso bricolaje y, en cuanto institución, de la negación de dicho bricolaje. El verdadero modelo de toda institución es universalmente la Iglesia. Del mismo modo que la Iglesia no tiene como fin, manifiestamente, conducir al rebaño humano a la salvación divina, sino constituir su propia salvación en el tiempo, la presunta función de una institución no es más que un pretexto para su existencia. (...) Reducir la delincuencia, defender la sociedad, no es más que el pretexto de la institución penitenciaria. Si después de todos sus siglos de existencia no la ha logrado jamás, vien al contrario, y se mantiene a pesar de todo, es porque su objetivo es otro: continuar existiendo y crecer cuanto sea posible, y con este fin salvaguardar el vivero de la delincuencia y gestionar los legalismos. El objetivo del institución médica no es cuidar de la salud de la gente, si no producir los pacientes que justifiquen su existencia y una definición de la salud correspondiente. (...) El fracaso aparente de las instituciones es, muchas veces, su función real. (...) Por supuesto, no faltan en todo institución gentes sinceras que creen verdaderamente que están ahí para cumplir con su misión. Pero no es casualidad que sean estos los que ven como sistemáticamente les meten el palo en las ruedas, los que son sistemáticamente apartados, castigados, acosados, condenados enseguida al ostracismo con la complicidad de todos los "realistas" que no abren la boca.

(...)

Contra la más mínima posibilidad revolucionaria en Francia, uno siempre se encontrará con la institución de Yo y el Yo de la institución. En la medida en que ser alguien socialmente, en última instancia, siempre se reduce al reconocimiento de, a la lealtad alguna institución, en la medida en que tener éxito es ajustarse al reflejo que se os ofrece en el laberinto de espejos del juego social, la institución aferra a cada cual por el Yo.

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En latín destituere significa: poner de pie aparte, erigir aisladamente, abandonar, apartar, dejar en la estacada, suprimir, decepcionar, engañar. Mientras la lógica constituyente viene a estrellarse contra el aparato de poder del que pretende tomar el control, una potencia destituyente se preocupa más bien de escapar de él, de arrebatarle todas presa sobre ella a medida que la gana sobre el mundo que forma al margen. Su gesto propio es la salida, en tanto que el gesto constituyente es típicamente la toma por asalto.

Destituir no es en primer lugar atacar a la institución, sino a la necesidad que tenemos de ella. No es criticarla, sino asumir realmente lo que se supone que hace, pero fuera de ella. Destituir la universidad es establecer lejos de ella lugares de investigación, formación y pensamiento más vivos y más exigentes de lo que ella es, ver como fluyen a ellos los últimos espíritus vigorosos, cansados de frecuentar a los zombies académicos, y solo entonces darle el golpe de gracia. La justicia es aprender a arreglar nosotros mismos nuestros desacuerdos, ponerle método, paralizar su facultad de juzgar y expulsar a sus esbirros de nuestras vidas. Destituir la medicina es saber lo que es bueno para nosotros y lo que nos enferma, arrancar a la institución los saberes apasionados que sobreviven ocultos en sus sombras y no volver a encontrarse nunca más solo, en el hospital, con el cuerpo entregado a la soberanía artística de un cirujano desdeñoso. Destituir el gobierno es volverse ingobernables.

domingo, 21 de enero de 2018

Cuestión de tiempo


Esta imagen es una de las más sugerentes que he encontrado nunca. En medio de una carretera, la vida en forma de árbol se abre paso sin complejos. Todo un símbolo anclado en el recuerdo desde que lo encontré en Cabo de Gata hace ya 8 años, que me conectaba con algo que no terminaba de identificar hasta ayer.

Y es que ayer, de nuevo en el pequeño escenario de Libertad 8, volví a encontrar a Rogelio Botanz, al que hacía ya mucho tiempo que no veía, mientras que durante unos años no nos perdíamos su visita mensual a Madrid. Su pasión, su compromiso, sus pies en la tierra para mirar siempre hacia adelante pero sabiendo lo que nos empuja desde la historia compartida, su invitación a viajar enamorándonos y mezclándonos con cada pueblo y sus gentes... Todo sigue, todo se mantiene.

Es difícil encontrar materiales que compartir de Rogelio en redes. Será quizás porque lo que propone son encuentros cara a cara, cuerpo a cuerpo, o porque su música se hilvana con las historias que la acompañan de manera que es difícil desenmarañar una cosa de otra . Hay que ir a mirarle a los ojos y dejarse embrujar por sus cuentos, sus bailes y sus amores. Simplemente con eso, es cuestión de tiempo, como dice él. Cuestión de tiempo que las semillas que va sembrando en cada encuentro vayan dando fruto, por muy difícil que parezca. Cuestión de lluvia y tiempo, dar tiempo, dejar hacer al sol... Tal y como dice la canción, tal y como refleja la imagen que me ha atrapado durante los últimos años y que de repente recuerdo que encaja con este "cuento-canción" que me contaba y cantaba Rogelio hace años y que ayer volví a encontrar:




Fue un placer volver a emocionarnos con Rogelio, como antes, como siempre. Y otro placer ver cómo su pasión va dando frutos a través de otras semillas, como su hija Julia, que a través de su proyecto Ida Susal continúa la tradición de padre de entrelazar lo común desde lo que es, ama y sueña. Un nuevo vuelo empieza, como tan bien canta...



Crear es compartir, es lanzar hacia lxs otrxs, es decir adiós siempre a lo que sale de tí y se entrega a su propio camino y sus propios encuentros. Así decía una de las canciones que cantó ayer Rogelio, tan válido para hablar de sus hijas como de sus versos. La vida es darse y ver andar lo que de uno sale. Es sembrar y dejar que las semillas encuentren su manera de dar fruto, cuestión de tiempo, de lluvia, de sol...

Confiemos.

Y apuntemos estos nombres para perseguirles por donde vayan sembrándose:

Rogelio Botanz.

Ida Susal.

¡En marcha!