lunes, 28 de enero de 2019

Ahí estuvimos

Para que revisemos sobre la inclusión y cómo la hemos vivido y buscamos construirla. Por Guillem Martínez.

En aquel país, el agua, al crear un remolino en el desagüe de la bañera, giraba al sentido inverso del que era habitual para mí. Se le llama efecto Coriolis, creo. El resultado eran minutos de fascinación, viendo en el desagüe algo que no parecía lo de siempre, si bien lo era. En todo caso, llevábamos semanas sin ver una bañera o un desagüe. Estábamos, en ese momento, en un poblado pequeño en el que, por fin, había ocurrido algo aún más difícil de ver que el efecto Coriolis, y que llevábamos días buscando. La revolución. La trajo un hombre de mediana edad. Explicó a todo el mundo que ya la habían hecho en los pueblos circundantes. Consistía en no reconocer al Gobierno –un objeto tan lejano como un desagüe, por otra parte–, y en repartirse la tierra y el ganado. Hicieron todo eso en una lengua angulosa e incompresible, como un vaso de barro antiguo. La traductora nos la iba interpretando literalmente, sin cambiar las imágenes y los giros. Era una lengua dura, directa, sin muchas fórmulas retóricas. Disponía, recuerdo, de una palabra para el ganado, y otra para el ganado ya sacrificado. El reparto, la revolución, fue rápida y sobria. No hubo excesiva euforia, ni banderas, ni himnos. Y, sin embargo, fue emocionante. Por la noche se comió y se cantó. Quizás un poco más que en otras noches. Y las parejas bromearon sobre sexo y se fueron, abrazadas y riendo, a sus casas, un poco antes de lo habitual. Nosotros nos quedamos hablando alrededor del fuego. Parecíamos más impresionados que ellos por lo que había pasado. Había pasado el reparto de la riqueza. Y les costaría, probablemente, la vida. Y, en el cielo, pasaban las estrellas de otro hemisferio, iguales pero completamente diferentes, como si giraran inversas en un desagüe cósmico.

Recuerdo aquella vivencia y descubro que fue el momento de mayor inclusión real que he visto en toda mi vida. De pronto, un grupo de personas cabían juntas en el mismo sitio. Si, he visto muchos más momentos parecidos. Pero todos transcurrían en el lenguaje, no en los hechos. El lenguaje fue, aquel día, un mero trámite. Lo es siempre. Es un tam-tam. Últimamente, no obstante, da para mucho. Es donde transcurre la política, los combates, la energía del mundo. Lo que habla de un mundo sin cambios, inhóspito, pues el lenguaje no es el mundo. Construir lenguajes inclusivos no tiene por qué significar, por todo ello, una realidad más inclusiva, en la que quepan más sujetos. Para ello, hay que ensanchar la realidad, no el lenguaje. No existe en todo el mundo, en fin, una lengua y un lenguaje inclusivos. Esa no es la función del lenguaje. El lenguaje excluye. Sirve para excluir. Para excluir el ganado vivo del muerto. O para excluir absolutamente, a través de las palabras mío, tuyo, suyo. No existe el lenguaje inclusivo, pero si la capacidad de decir cosas inclusivas, en cualquier lengua. Y hace años que no las escucho, en cualquier lengua. Mientras, miro el lenguaje como cae, como siempre, por el desagüe. Ves, fascinado, algo que no parece lo de siempre, si bien lo es.

viernes, 18 de enero de 2019

¿Cuándo gobernarán los unicornios alados?

- Papá, ¿cuándo gobernarán los unicornios alados?
Así podría subir la montaña sin miedo a caerme.

Una imagen sorprendente, luminosa, soñadora...
Y un poso, un eco que guarda en mi oído
la pregunta que me lanzas.

Porque elevarse agranda el vacío,
lo hace más hondo y solitario.
Mientras, el verde se apaga
junto a la vegetación,
cada vez más escondida 
en la memoria.

- Papá, ¿cuándo gobernarán los unicornios alados?
Así podría subir la montaña sin miedo a caerme.

Sí. 
Yo también
 necesito aferrarme a la belleza
como roca que me salve,
acallar miedos y ansias
confiando en un sostén
que aparece como magia.

Pero no lo es.
No es magia, no.
Es un sueño que me empuja,
un deseo de crear, 
de liberar y cuidar.

Un unicornio.
Un unicornio alado
en el que montar 
e invitarte 
a subir,
a confiar, 
a vivir.

- Papá, ¿cuándo gobernarán los unicornios alados?
- En cuanto les dejemos volar.



lunes, 14 de enero de 2019

El derecho a la fraternidad

Hay determinadas relaciones que de primeras suenan impostadas, irreales, erróneas. Y es curioso ver como, cuando se profundiza un poco en las tensiones que hay entre los distintos polos de estas, aparecen más puntos de encuentro de los esperados, y al mismo tiempo la historia de cómo se ha ido construyendo y en función de qué intereses la imposibilidad de conjugar juntas ciertas cuestiones.

Es lo que pasa por ejemplo cuando se juntan derecho y fraternidad. De primeras, la sensación es que se trata de términos enfrentados. Pero no hay más que acompañar a Angel Puyol en el recorrido que hace desde la Grecia clásica hasta el la sociedad actual, pasando por la Revolución Francesa, para descubrir que no solo hay muchas conexiones posibles entre ambas cuestiones, sino que es prioritario recuperar la potencia revolucionaria que tienen si logramos articularlas. Acá van algunos fragmentos...

"El derecho a la fraternidad tiene dos significaciones mutuamente dependientes: una emancipadora y otra asistencial. En su sentido emancipador, la fraternidad es un ideal político cuyo fin es que todos los individuos, sin excep­ción, se liberen del poder, la autoridad, la tutela o cualquier tipo de subordinación o dependencia civil, social y económi­ca que puedan padecer. La fraternidad actúa como una metá­fora en la que los individuos o ciudadanos libres se tratan políticamente a sí mismos como hermanas y hermanos de una misma familia extendida que es la sociedad, de modo que ninguna desigualdad que pueda haber entre ellos, por natural o legítima que sea, llegue nunca a convertirse en un abuso de poder, en la sujeción del débil al poderoso. En su sentido asistencial, la fraternidad significa que los indivi­duos deben protegerse unos a otros de los males evitables de la existencia, garantizando el acceso de todos al disfrute de los bienes considerados básicos, como la educación, la salud, el trabajo, la cultura o la seguridad.

En la actualidad, podríamos pensar que la solidaridad es una buena sustituta de la fraternidad, ya que conservaría su genuino sentido político sin asumir el lastre religioso, sexista y emocional que suele acompañar a la idea tradicional de fraternidad. (...) Si bien es cierto que la idea de solidaridad acoge con facilidad el sentido asistencial de la fraternidad, plasmado en el Estado de bienestar, se desentiende por completo de su sentido emancipador, esto es, de la lucha contra las múltiples formas sociales de exclusión, sumisión, arbitrariedad, discriminación y humillación. Además, la fraternidad exige que los fraternos se traten entre sí como iguales, como iguales son las hermanas y her­manos de una misma familia, mientras que la solidaridad no se siente incómoda con relaciones asimétricas. Nos solidari­zamos con los pobres del tercer mundo, con los desplazados por las guerras y con las ballenas en extinción, pero no cues­tionamos la posición privilegiada o los mayores derechos de quienes ejercen la solidaridad. Esta ni supone ni impone, como su propia condición de posibilidad, la instauración de unas relaciones de respeto igualitario entre unos y otros. Tam­poco asegura el derecho de cada uno a beneficiarse de la pro­tección de todos, tal como vemos hoy día con la vergonzosa reducción de la solidaridad social a un concurso de méritos en que los perceptores de los subsidios sociales deben acreditar propósito de enmienda, buen comportamiento y hasta agra­decimiento para ser dignos de la ayuda que necesitan.

(...)

No se trata de saber si la fraternidad se puede decretar, sino si puede constituir un principio fundamental susceptible de inspirar al derecho o a la política, si puede dar lugar a ciertas traducciones jurídicas concretas vinculantes. En este sentido, lo que realmente importa al derecho es si la fraternidad es un principio capaz de motivar al legislador y de producir, como hacen los principios de libertad y de igualdad, las normas aplicables a la Sociedad y, por tanto, si funciona como un verdadero principio jurídico o un verdadero fundamento de derecho."



lunes, 7 de enero de 2019

Congelados

Y de repente llegan regalos que de manera inesperada te rompen los esquemas llevándote a nuevos lugares... Ayer, entre diversos libros que amacieron al pie de nuestros zapatos, uno de ellos nos pilló al despiste y entre dobles sentidos y risas complices nos llevó a un abrazo inesperado...

Mejor no contar nada para no perderse los descubrimientos que trae cada página, simplemente decir que este libro es una joya: "El lobo en calzoncillos ¡Se me congelan!"

martes, 1 de enero de 2019

Sueño

¿Qué sueño para el 2019? Que seamos capaces de escucharnos, enredarnos y crear desde lo individual y lo común como invita a hacer Bobby McFerrin en este genial vídeo: